Usted está aquí: jueves 3 de febrero de 2005 Sociedad y Justicia DF: viviendas con la muerte al acecho

DF: viviendas con la muerte al acecho

Ampliar la imagen Inquilinos del n� 48 de la calle de La Soledad, en el centro de la ciudad, se quejan de las afectaciones en la estructura del edificio debido a la falta de mantenimiento y el paso del tiempo FOTO Julio Reyna Quiroz

Hacinadas, cientos de familias sobreviven en vecindades a punto de derrumbarse

RAUL LLANOS SAMANIEGO

En habitaciones reducidas, de muros cuarteados, incansables goteras y hacinamiento perpetuo sobreviven en vecindades de la delegación Cuauhtémoc cientos de familias, las cuales todavía esperan una respuesta de las autoridades del gobierno capitalino para ser integradas al Programa Emergente de Vivienda en Alto Riesgo.

Durante un recorrido por algunas de esas vecindades, ubicadas en el Centro de esta ciudad, se pudo corroborar la estrechez y el deterioro de esos espacios habitacionales, donde el miedo ante un posible temblor es tema recurrente de sus moradores, quienes prevén: "cuando eso suceda, hasta ahí llegamos".

Información recabada por la diputada Guadalupe Ocampo, de la Comisión de Vivienda de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), reporta que en la delegación Cuauhtémoc, una de las más antiguas de esta ciudad, existen 518 inmuebles catalogados como de alto riesgo, muchos de ellos incorporados al Programa Emergente de Vivienda; pero en otros más sus moradores esperan tener la misma suerte antes de que una desgracia los alcance.

Ejemplos de vecindades dañadas sobran en la delegación Cuauhtémoc. Basta caminar por las calles de Jesús María, Soledad, Aztecas, León y Gama, Anillo de Circunvalación, Isabel la Católica, entre otras, donde la fachada, engañosa en algunos casos, esconde la dura realidad para grupos de migrantes, que se consideran chilangos por derecho de antigüedad.

Un ejemplo es la vecindad de Uruguay 171, cuya puerta de acceso es una estrecha cortina de hule opaco, perdida entre los puestos de ambulantes. Ahí sólo quedan ocho familias. "El resto ya se fue porque a cada rato se caen las casas", afirma Fernando Sámano, vecino del lugar.

El panorama lo dice todo: las casas del fondo están reducidas a escombros, las del frente muestran vigas carcomidas, cuarteaduras por doquier y restos de lo que algún día fue un piso de madera. Pedro Martínez, otro de los moradores del lugar, recuerda que "a la señora María Luisa se le vino el techo encima, y como su familia era de pueblo nomás vino por su cuerpo y se lo llevaron; no se hizo escándalo".

Inclusive, Pedro renta dos cuartos, uno ya sin techo, en el que pone las naranjas y mandarinas que vende a diario en su carrito de supermercado por las calles del Centro Histórico, para sacar los 600 pesos que paga al dueño, Salvador Castillo Torres, quien hace muchos años dejó de darle recibos de renta.

A decir de la diputada Guadalupe Ocampo, los que aún viven en esta vecindad esperan que en algún momento el gobierno de la ciudad les otorgue un refugio o por lo menos atienda su solicitud de incorporarse al Programa Emergente de Vivienda, para que les entreguen apoyo económico y puedan rentar en otro lugar, en tanto se resuelve su situación habitacional.

Otro caso similar es la vecindad localizada en la calle de Soledad 48, cuya fachada también oculta decenas de puestos metálicos. Allí, 13 familias han tenido que ser "creativas" frente al deterioro del inmueble, como es el caso de Andrea Núñez Ruiz, quien con 40 años de vivir en este lugar se las ha tenido que ingeniar para seguir habitando el inmueble.

Su sala, baño, pasillo y cocina tienen como techumbre largos hules gruesos sostenidos por cables en sus extremos, y a lo largo de la casa cubetas, botes y tinas reciben el agua que se filtra por el techo. Los muros, ya resquebrajados por tanta humedad, tienen la pintura deteriorada y las marcas de largas cuarteaduras, que en algunos casos se pierden en el piso, donde la duela está destrozada.

La edificación, de dos niveles, muestra las huellas del tiempo, marquesina a punto de desplomarse, barandales oxidados, fachadas deterioradas y, la constante de todas las viviendas: los cortocircuitos por la humedad.

Los de la calle de La Soledad número 48 ya no esperan que el gobierno de la ciudad, por conducto del Instituto de Vivienda (Invi), los tome en cuenta y atienda su situación.

-¿Y qué es lo que está pendiente? -se le preguntó a Mildred Sánchez, asesora de la Comisión de Vivienda de la ALDF.

-Que las autoridades de la delegación y del Invi vengan a corroborar si es cierto que las viviendas están en malas condiciones...

Más al poniente de la delegación, en la calle de Lucerna, en el número 45, la situación llegó a grado tal que las 49 familias tuvieron que ser desalojadas, pues la estructura del edificio está a punto de colapsarse. Al recorrer el lugar con los anteriores moradores se pudo escuchar el testimonio del hacinamiento en que vivían las familias en sus casas de dos por dos metros, sin servicios pero con baños y lavaderos comunes.

Sólo que a un año de haberlos sacado de ese lugar aún no tienen respuesta de las autoridades, por lo que piden al Invi que les autorice los trámites para que les liberen el crédito y puedan demoler lo que queda de la vecindad y reconstruir no sólo sus casas, sino también sus vidas.

 
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