"Quien haya trabajado en una oficina hallará ecos de sí mismo en la obra": Castro
El capote es una forma divertida de explorar el mundo de los complejos
Ampliar la imagen Antonio Castro, director de la obra basada en el cuento hom�o de Gogol FOTO Luis Humberto Gonz�z
¿Quiénes somos y quiénes quisiéramos ser? ¿Quiénes quieren los otros que seamos? Tal es el fondo de la obra de teatro El capote (abre los ojos al éxito), basada en el cuento homónimo de Nikolai Gogol, escrito en 1842 y adaptado por Antonio Castro, que se presenta en la sala Villaurrutia del Centro Cultural del Bosque, atrás del Auditorio Nacional.
Actúan Diego Jáuregui, Clarissa Malheiros, Rodrigo Vázquez y Arturo Adriano, con el diseño escénico de Mónica Raya. Castro expuso: "En México tenemos similitudes con ese mundo zarista, fracturado, jerarquizado. Por medio de la comedia, algunos autores denuncian la sociedad de su época, y a eso aspiramos nosotros con El capote.
"Al mismo tiempo es paradójico, porque se requiere una ilusión para dar sentido a la vida. Se confunde ilusión y mitomanía; ésta se origina en una serie de complejos y esto se liga con El capote, que pretende explorar el mundo de los complejos y plantea la pregunta ¿quién soy y quién quisiera ser?".
-Sólo somos una cosa y no somos todo lo demás.
-Deberíamos estar más en paz con eso, pero hay muchas presiones que vienen de todos lados.
-Quieren educarnos para querer siempre más.
-Sí, y aunque no sea lo mismo estudiar en la Ibero que en la UNAM, ésta es una escuela extraordinaria, pero sí hay quien lamenta no haber podido enviar a sus hijos a una universidad privada, lo cual da origen a un complejo.
"El capote tiene que ver con eso: con el doloroso recorrido para poder aceptar quienes somos. La obra es muy divertida y dinámica. Aborda la historia de un personaje llamado Akaki (Rodrigo Vega) que trabaja en una oficina de gobierno y que es el encargado de sacar las fotocopias. Tiene un abrigo, un capote, roído; hace frío y llueve y comienza a tener dolores en la espalda. Decide hacerse de un nuevo abrigo.
"Se transforma la vida del personaje. La obra tiene que ver con la relación que existe entre la realidad y las ilusiones, la necesidad del ser humano de tener ese Moby Dick todas las mañanas, para perseguirlo y que le da sentido a todo. Sus compañeros de oficina le dicen Kakito. Clarisa y Diego realizan 15 personajes".
Para definir a los personajes, Castro y sus compañeros visitaron oficinas, vieron el ambiente, la burocracia. "Cuando uno piensa en la burocracia cruzan muchos arquetipos, estereotipos. Confrontamos esos arquetipos con la realidad. Es interesante; por ejemplo, ¿cómo se peina la gente en las oficinas de gobierno? Al peinador le dijimos que queríamos un peinado así y sorprendido contestó que nadie se peina así. En las oficinas los hombre usan mucha joyería.
"El mundo de las oficinas es evidentemente hostil. Soy hombre de teatro y mi rutina es acabar una obra e ir por otra, pero en la oficinas hay rutinas severas. Creo que el teatro mexicano tiene que dialogar más con la realidad, lo cual no quiere decir que deba ser realista, si no como uno quiera, imaginativo, insólito, sorprendente. Eso nos falta: sentir que el público reconozca lo que está sobre las tablas. Siempre he visto al teatro como una forma de diálogo, que se da cuando hay interés mutuo".
Espíritu satírico
Para Castro, quien haya trabajado en una oficina hallará ecos de sí mismo en El capote. El espíritu de Gogol es satírico; exhibe los personajes que se entregan a conductas que pueden ser mezquinas. "Kafka también profundiza en la burocracia, pero pienso que Gogol es un precursor de Kafka. Gogol trabajó en una oficina de gobierno, en San Petersburgo, que en el siglo XIX tiene correspondencias con la ciudad de México. Nunca he laborado en una oficina. No he tenido eso que se llama jefe, pero sí hay burocracia en este medio.
"En las oficinas hay devoción casi religiosa a la figura del jefe. Uno pensaría que conforme se van colapsando algunas estructuras patriarcales eso cambia, pero sigue siendo fuerte. Cuando entrevistaba a algunas personas y sonaba el teléfono, como resorte se levantaban, brincaban. Hay ese respeto exagerado al jefe, pero también un desprecio por los que están en una posición inferior. En algunas oficinas se llega al caso del orden jerárquico por piso. Conforme se va subiendo ya hay alfombra y servicios.
"Si se baja en los pisos el mantenimiento es evidente. La jerarquización social se ve hasta en los adornos del edificio. También hay algunas personas amables. Pero hay algo en el hábitat de una oficina que predispone a la violencia y a la defensa personal. Todos tratan de protegerse de la burla y la vejación.
"Otra cosa que sorprende de las oficinas es que la gente asume conductas muy infantiles; hay dinámicas muy escolares. El capote no es una obra costumbrista ni realista; es muy onírica, con desplantes enloquecidos; es impertinente, pero todo lo queríamos sacar de contextos reales."
La obra dura 90 minutos y es coproducida por el INBA, el Fonca, CNCA y Bulldog Teatro, esta última una compañía del propio Castro, Mónica Raya y el reparto de la puesta. Desde 1993, Antonio Castro ha dirigido obras de éxito, como 1822, el año que fuimos imperio, que tuvo una corrida muy larga y que fue restrenada en el teatro Juan Ruiz de Alarcón de Ciudad Universitaria, el 29 de enero, en su última temporada, hasta el 13 de marzo, cuando se develará una placa por sus 400 representaciones.
Antes hizo Las obras completas de William Shakespeare (abreviadas), que se escenificó en el teatro Helénico, Polyforum y teatro Tepeyac. De Hugo Hiriart ha hecho varias obras, como Camille; en el Galeón presentó La tempestad, de Shakespeare. En total, 20 puestas, desde hace 12 años.
Funciones de El capote: jueves y viernes, 20 horas; sábados, 19; domingos, 18. La temporada concluirá el 27 de marzo.