LETRA S
Febrero 3 de 2005
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Crónica Sero

Por Joaquín Hurtado

El Coordinador nos cita en su oficina. Quiere hablar con todo el Departamento. El motivo de tanta premura: el C. Secretario va al sur del Estado. El Coordinador nos organiza en tres equipos: una avanzada, un grupo de logística y el tercero de enlace con los alcaldes.

Tenemos trabajo atrasado en el Departamento. Vivimos empantanados en chismes de pasillo, envidias, mezquindades, zancadillas y puñaladas traperas entre nosotros mismos. Caminamos sin rumbo bajo el mando de una dirección que da palos de ciego. Perdidos en la maraña burocrática, vegetamos con un sueldito apenas de subsistencia. Aquí planeamos, diseñamos y ejecutamos estrategias de desarrollo en las zonas rezagadas del Estado.

Tenemos que adelantarnos a la visita del señor Secretario para que cuando descienda del helicóptero encuentre todo en orden, todo limpio y acicalado. Para que no vea la miseria. Para que jamás se entere de que no se ha invertido un solo clavo desde que comenzó este sexenio. Hacemos como que hacemos. Nos presentamos temprano en la oficina al día siguiente, con nuestros lonches, botas y equipos para viajar tres horas por 350 kilómetros de autopistas ultra-rápidas; y luego seis horas en un camino de 50 kilómetros de terracería, deslaves, precipicios y narcos.

¡Qué necedad del señor Secretario de ir precisamente al Ejido Víboras a inaugurar la campaña estatal contra la marginación social! ¡Qué necesidad teníamos de salir de nuestros cómodos cuchitriles en la capital sólo para lavarle la cara a la horrenda pobreza! ¡Qué incomodidad tener que saltarme comidas, lidiar con mis odiados compañeros y asolearme y enfriarme y dormir en el terregal!

Al desembarcar en el feraz paisaje de Víboras nos recibe una joven mujer con pinta de anciana. Bruja de cuento. Descalza, doblada, carga en sus espaldas un hato de leña tres veces su peso. La estela de polvo de la climatizada camioneta la invisibiliza, la niega, la olvida, la borra para siempre de nuestra vista y del mundo. Alguien hace la negra broma: "¿cuántos días tendrá esa dama sin bañarse?" Nadie se ríe. Aquí no hay agua ni para beber. Siento que me ahogo pero no puedo contra estos patanes que muy apenas me soportan desde que supieron que soy seropositivo.

Cumplimos las precisas instrucciones del jefe: blanquear las tapias, despiojar a los niños, repartir agua de una oxidada pipa, dar juguetes y cobijas, aplacar a la antigua fiera del hambre con galletas del DIF y unas bolsitas de víveres que se han hecho rancios en las bodegas del gobierno. El Secretario va a constatar que las políticas y los presupuestos rinden los frutos prometidos por el Gobierno del Cambio.

Exhaustos llegamos al fin de la jornada. Simple y llanamente cumplimos con las órdenes de un gris funcionario de cuarta que lo que único que hace es cuidar su chambita y de paso la nuestra. Ahora la angustia para mi es encontrar agua limpia para tomar mis antivirales de 500 dólares el frasco.