Crónica Sero
Por Joaquín Hurtado
El
Coordinador nos cita en su oficina. Quiere hablar con todo el Departamento.
El motivo de tanta premura: el C. Secretario va al sur del Estado. El Coordinador
nos organiza en tres equipos: una avanzada, un grupo de logística y el tercero
de enlace con los alcaldes.
Tenemos trabajo atrasado
en el Departamento. Vivimos empantanados en chismes de pasillo, envidias,
mezquindades, zancadillas y puñaladas traperas entre nosotros mismos. Caminamos
sin rumbo bajo el mando de una dirección que da palos de ciego. Perdidos
en la maraña burocrática, vegetamos con un sueldito apenas de subsistencia.
Aquí planeamos, diseñamos y ejecutamos estrategias de desarrollo en las zonas
rezagadas del Estado.
Tenemos que adelantarnos
a la visita del señor Secretario para que cuando descienda del helicóptero
encuentre todo en orden, todo limpio y acicalado. Para que no vea la miseria.
Para que jamás se entere de que no se ha invertido un solo clavo desde que
comenzó este sexenio. Hacemos como que hacemos. Nos presentamos temprano
en la oficina al día siguiente, con nuestros lonches, botas y equipos para
viajar tres horas por 350 kilómetros de autopistas ultra-rápidas; y luego
seis horas en un camino de 50 kilómetros de terracería, deslaves, precipicios
y narcos.
¡Qué necedad del señor Secretario de
ir precisamente al Ejido Víboras a inaugurar la campaña estatal contra la
marginación social! ¡Qué necesidad teníamos de salir de nuestros cómodos
cuchitriles en la capital sólo para lavarle la cara a la horrenda pobreza!
¡Qué incomodidad tener que saltarme comidas, lidiar con mis odiados compañeros
y asolearme y enfriarme y dormir en el terregal!
Al
desembarcar en el feraz paisaje de Víboras nos recibe una joven mujer con
pinta de anciana. Bruja de cuento. Descalza, doblada, carga en sus espaldas
un hato de leña tres veces su peso. La estela de polvo de la climatizada
camioneta la invisibiliza, la niega, la olvida, la borra para siempre de
nuestra vista y del mundo. Alguien hace la negra broma: "¿cuántos días tendrá
esa dama sin bañarse?" Nadie se ríe. Aquí no hay agua ni para beber. Siento
que me ahogo pero no puedo contra estos patanes que muy apenas me soportan
desde que supieron que soy seropositivo.
Cumplimos
las precisas instrucciones del jefe: blanquear las tapias, despiojar a los
niños, repartir agua de una oxidada pipa, dar juguetes y cobijas, aplacar
a la antigua fiera del hambre con galletas del DIF y unas bolsitas de víveres
que se han hecho rancios en las bodegas del gobierno. El Secretario va a
constatar que las políticas y los presupuestos rinden los frutos prometidos
por el Gobierno del Cambio.
Exhaustos llegamos
al fin de la jornada. Simple y llanamente cumplimos con las órdenes de un
gris funcionario de cuarta que lo que único que hace es cuidar su chambita
y de paso la nuestra. Ahora la angustia para mi es encontrar agua limpia
para tomar mis antivirales de 500 dólares el frasco.