|
El tibio sabor del metal
De
las perforaciones corporales que se puede practicar una persona, la perforación
de la lengua es la más íntima, la más sensual y, paradójicamente, la menos
dolorosa. Sin visibilidad inmediata, la lengua perforada es a la vez un misterio
y la promesa de placeres eróticos inusitados. Contrariamente a otras perforaciones
y tatuajes corporales, el objeto metálico apresado en el interior de la boca
procura el placer del juego íntimo, siempre despierto y animado; es un ornamento
secreto, una joya ensalivada, que se sustrae a la mirada ajena y elige el
momento adecuado para hacer sentir (y gozar) su presencia.
Por Trixel
Se
sabe que la lengua es uno de los músculos más fuertes en relación con su
tamaño, pero contrariamente a los músculos esqueléticos, su innervación y
función se especializan en el sentido del gusto. De hecho se le considera
más una derivación de los tejidos embrionarios de la piel que de los tejidos
del músculo. ¿Por qué colocar entonces una pieza de metal a través de un
artefacto orgánico tan ingenioso? Esta práctica era en realidad inédita en
la sociedad euro-americana hasta nuestra reciente época posmoderna (contrario
a lo que sucede en África). El avance de la tecnología --con todas sus repercusiones
sociales-- contribuyó definitivamente al desarrollo de la perforación corporal,
con el metal como su simbolismo máximo. ¿La perforación del cuerpo sería
así una forma de rebelión contra la sociedad tecnológica o una señal de su
aceptación? ¿El dolor auto impuesto representaría inconscientemente el sufrimiento
de la Tierra y de su gente o simplemente una manera de expresar la individualidad?
Creo que la respuesta es todo lo anterior. De manera irónica, el significado
de la perforación corporal parece tener poco que ver con el cuerpo en sí
mismo. A continuación trataré de describir las razones que me llevaron a
perforar mi lengua.
Lo primero que tengo que
decir es que soy una perra ególatra superficial de veintidós años. Gracias
al frío mundo hiper-tecno en que vivimos, con todos sus lindos chicos Tommy
y sus chicas Calvin Klein, decidí que parte de mis valores sería procurar
constantemente la originalidad. Me perforé así la lengua --y ninguna otra
parte del cuerpo-- justamente para ser diferente. Perforarte trescientos
agujeros alrededor de la oreja, la nariz, el ombligo, la tetilla, el pezón,
todo eso se reduce a un mismo concepto: ocupar un lugar en la multitud. No
ignoro que los perforadores de lengua tienen también su club, pero dicho
grupo se encuentra a leguas de esas putas perforadoras de ombligo que invaden
la escena de las discos cada sábado por la noche, ostentando su mercancía
en reducidas playeritas ajustadas como si se tratara de un regalo celestial
para los hombres. En mi opinión, un anillo en la lengua tiene mayor alcance
e impacto sexual que todo lo que se sitúa en esta escala puteril. Los anillos
para la nariz son sólo una moda, una estafa pura tomada de la cultura hindú,
y sin embargo aún no he encontrado a alguien que pueda señalarme los orígenes
de esa perforación nasal y lo que representa en la religión hindú. Y podría
seguir así con cada parte perforable del cuerpo. Mi gusto va hacia la perforación
no convencional. Desafortunadamente, a excepción de la lengua (la práctica
menos dolorosa), la perforación no convencional sigue siendo la más ardua
(¡¿sin considerar la perforación del cerebro!?).
La fijación oral
Sí,
soy una de esas niñas que se chuparon el pulgar hasta los dieciséis años.
Una de esas que siempre tienen algo en la boca: cigarros, coca-cola, chicle,
caramelos, pluma, etcétera. Me gusta probar (y oler) todo. Lamo mis platos
hasta dejarlos limpios. Babeo al dormir. Con esto ya se hacen ustedes una
idea. Lo más natural para mí era entonces ensayar el anillo en la lengua.
Es el juguete oral perfecto: está ahí cuando lo necesitas, y cuando no, apenas
lo sientes. Es la terapia dulce contra el hastío sin las restricciones de
la ley contra el tabaco. La herramienta metálica para importunar a tu entorno.
Tu amigo de lactancia para toda la vida, como un fuerte beso tatuado dentro
de la boca.
La fuerza animal del metal
En su libro El erotismo,
Georges Bataille lo dijo de modo impecable: "Nadie pone en duda la fealdad
del acto sexual." La belleza importa más cuando esa fealdad no puede ser
ensuciada, y la esencia del erotismo es la suciedad. Entre mayor es la belleza,
más profunda es la suciedad. En ese sentido, el grasiento y andrajoso punk
que se perfora la lengua no añade mucho a su personalidad sexual, aunque
sí la eleva a un nivel mayor de repulsión. De modo similar, la gélida loca
que me lanza el dardo de su lengua de perforación metálica también pierde
un buen trozo de su atractivo sexual. Y como la belleza es todavía subjetiva,
una discreta dosis de marginalidad en nuestro cuerpo o nuestra cara sigue
siendo esencial para el erotismo: la joven con rostro fino y labios gruesos,
la mujer negra de ojos verdes, el hombre de aspecto rudo y azules ojos de
bebé, etcétera. La argolla en la lengua cae dentro de esta categoría cada
vez que contradice al sujeto. Como un círculo yin-yang completo, a la calidez
y tersura del cuerpo las realza una barrita metálica, fría y dura.
Hay
sin embargo un giro más: el anillo de la lengua puede ser discreto. Puede
esconder una tímida sonrisa, una conversación íntima, incluso un beso. Puedo
elegir mostrar a mis víctimas mi arma secreta, pero no todos conocerán el
alcance de mi poder. Una nariz perforada estará ahí, a la vista de todos;
un modo inofensivo de ornamentar un cuerpo. Mi lengua perforada seré yo quien
la manipule, sienta y utilice para un ataque sorpresa, pero sólo en el momento
adecuado.
Además, la elección de la lengua como
un sitio de perforación contribuye a su sensualidad. La boca es a menudo
el lugar donde se da el primer contacto sexual, y como tal suele ser un preludio
sugestivo de lo que está por venir. Por ejemplo, si la curiosidad se despierta,
todo el acto sexual quedará impregnado de un sentido de exploración más vigoroso;
si se agitan los impulsos sadomasoquistas, los demás trámites adquirirán
un gusto casi animal. Queda claro: a diferencia de una argolla en el ombligo
o la ceja, el anillo en la lengua tiene contacto directo con la otra persona,
presiona con fuerza propia, impone su presencia poco natural y libera todo
aquello que podría acechar en el mundo prohido de las fantasías.
Es
una mentira decir que por una razón puramente estética cambiaste el cuerpo
que tenías. ¿Por qué usas maquillaje? ¿Por qué te pones ciertas ropas? Para
tener cabida socialmente, para provocar, y gustar, etcétera. Lo mismo sucede
con la perforación del cuerpo. Nuestras elecciones están obviamente motivadas
por razones misteriosas. He dado aquí una muestra de mis razones y éstas
podrían, por supuesto, no ser las tuyas, pero si de gritar se trata, no seas
como esos idiotas que ni siquiera se han preguntado "¿por qué estoy haciendo
esto?" o "¿qué me va a provocar hacerlo?", sólo entonces te darás realmente
cuenta de lo que posees y empezarás a disfrutarlo.
Tomado de http://www.bmezine.com
Traducción: Carlos Bonfil.
|