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In memoriam, Antonio Chamorro
Por Alejandro Brito
Supe
de tu muerte el mismo día que te encontraron sin aliento y, como todos, quedé
pasmado. ¡Qué difícil es asociarte con lo inerte! Me resulta imposible imaginarte
completamente inmóvil, sin vida, a ti siempre tan activo. Tu inquietud y
entusiasmo juvenil te llevaron a elaborar un plan tras otro, a expresar una
idea tras otra, a lanzar una propuesta tras otra. No nos dabas tregua. Ahora
mismo frente a mí tengo tres versiones de un proyecto tuyo de crear un grupo
de Jóvenes Positivos que fuiste modificando a medida que ganabas experiencia
en el trabajo colectivo. Y a pesar de mis advertencias, cada una de las nuevas
versiones era más ambiciosa que la otra. A tu regreso de Tailandia, en julio
del año pasado, luego de participar en la Conferencia Internacional de VIH/Sida,
transformaste por completo tu proyecto. Ya no se trataba de organizar sólo
un grupo sino ahora tu propósito era crear una red nacional de jóvenes contra
el VIH/sida para integrarla, a su vez, a una red continental y luego, por
qué no, a una mundial.
Coincidimos en algunas
reuniones, simposios y demás eventos que se organizan regularmente para crear
consensos, llegar a acuerdos y asumir compromisos en la lucha contra el VIH/sida.
Te recuerdo siempre inquieto, siempre preguntando, siempre proponiendo. En
las reuniones, ibas y venías de un lado a otro, discutías con otros activistas
y tenías predilección por el trabajo en grupo. Tu participación en la Conferencia
de Bangkok te insufló nuevos bríos. Y te tomaste muy en serio el compromiso
ahí asumido de involucrar a un mayor número de jóvenes en el combate a la
pandemia y llevarlos a ese tipo de eventos magnos donde están subrepresentados.
En diciembre pasado, te reuniste con jóvenes activistas de varios estados
del país y les planteaste tu propuesta de formar una Coalición Mexicana de
Jóvenes contra el VIH/sida y acordaron contigo lo que sería el primer paso
de ese proyecto.
Era evidente Antonio que tú
transitabas otro tiempo a otro ritmo. Tenías prisa y un sentido de urgencia
que no entendimos bien o que quizá ya perdimos de vista quienes llevamos
muchos años en este avatar. Tú amabas tu trabajo, eso era evidente. Alguna
vez nos dijiste que tus amigos y compañeros eran tu fortaleza, tu mundo.
"Cuando estoy con mi gente, me siento protegido, querido, apoyado", declaraste
al suplemento Letra S en un testimonio incluido en el libro De frente a la vida,
donde asumes tu seropositividad al VIH con mucha serenidad y confianza en
el futuro: "Vivo con VIH, pero no pierdo mis expectativas a futuro ni mi
proyecto de vida. Algunos asumen su seropositividad en un rol de mártires
o de víctimas. Yo trato de ver al VIH sólo como una parte de mi vida". Tú
llegaste a ese estado de lucidez y claridad después de un proceso doloroso
y difícil que te llevó a buscar en otros lugares el espacio de respeto que
no encontraste en Puebla, tu ciudad. Por eso indigna que las autoridades
judiciales y algunos medios locales hagan conclusiones apresuradas y achaquen
al VIH el motivo que te llevó a desprenderte de la vida.
Antonio,
tu muerte se suma a la de muchos otros compañeros valerosos que también nos
han abandonado. Pero a pesar de esta presencia abrumadora de la muerte nunca
nos acostumbraremos a ella, nunca terminaremos familiarizándonos con ella,
porque hacerlo sería claudicar. Es por esa razón que no nos resignamos a
tu ausencia.
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