En plena plaza Trafalgar pidió a los países ricos cumplir sus promesas con los pobres
Libertad para los ''esclavos'' de la pobreza, exigió Mandela en Londres
En un mitin ante 20 mil personas hizo un llamado a aliviar la deuda del tercer mundo
Ampliar la imagen Un hombre sostiene una figura de Nelson Mandela, durante el mitin que se organiz� el centro de Londres, donde llam�"hacer de la pobreza un problema del pasado" FOTO Afp
Londres, 3 de febrero. El ex presidente sudafricano Nelson Mandela, de 86 años, exigió este jueves la libertad para los ''esclavos'' de la pobreza y lanzó un llamado para aliviar la deuda del tercer mundo, durante un mitin en la Plaza de Trafalgar, en el centro de esta capital, donde acudieron unas 20 mil personas que aclamaron al otrora líder del combate contra el apartheid en Sudáfrica.
Con aspecto frágil y apoyándose en un bastón, el dirigente llamó a los países ricos a que ''cumplan sus promesas'' de luchar contra la pobreza, garantizando ''un comercio justo'' y aliviando la carga de la deuda de los países pobres.
Mandela se reunirá el viernes con los ministros de Finanzas del Grupo de los Siete, a cuyo encuentro no asistirá el secretario del Tesoro, John Snow, porque, dijeron portavoces, ''tiene catarro''.
''Así como la esclavitud y el apartheid, la pobreza no es natural. La pobreza inmensa y la desigualdad obscena son un azote tan terrible en nuestra época que deben colocarse junto con la esclavitud y el apartheid como los demonios sociales'', afirmó el líder, que fue invitado por una coalición de organizaciones humanitarias reunidas bajo el lema Make Poverty History, consigna que puede traducirse por: Volvamos la pobreza un asunto del pasado.
Mandela señaló que ''el hombre es el causante de la pobreza'', por lo que ésta ''puede ser superada y erradicada por las acciones de los seres humanos''.
''En este nuevo siglo, millones de personas en los países más pobres del mundo continúan en prisión, esclavizados y con cadenas. Están atrapados en la prisión de la pobreza. Es hora de liberarlos'', dijo el diplomático retirado.
Erradicar la pobreza ''no es un gesto de caridad, es un acto de justicia'', sentenció el dirigente desde un podio instalado frente a la Galería Nacional de Arte, donde ondeaba una manta con la demanda de eliminar la pobreza en el mundo.
El ex presidente sudafricano sostuvo la necesidad de que los países desarrollados ''garanticen un comercio justo'', que es una de las maneras, dijo, para terminar con la pobreza mundial. La otra, apuntó, es poner fin a la crisis de la deuda en los países más pobres.
Mandela pronunció su discurso horas antes del comienzo de la cumbre de los ministros de Finanzas del G-7, que se realizará este fin de semana. La reunión buscará soluciones para aliviar la deuda de los países más pobres, principalmente en Africa. El presidente del encuentro, el ministro británico de Finanzas, Gordon Brown, espera obtener el apoyo de sus pares a su ambicioso Plan Marshall para Africa y los países en desarrollo.
''Trataremos de convencer a Estados Unidos que aliviar la deuda a los países pobres y dar más dinero para el desarrollo es de su interés, incluso en materia de seguridad'', indicó Brown la víspera.
En el menú de la reunión estarán, además, la reciente recuperación del dólar, las tasas de cambio, los déficit estadunidenses, los precios del petróleo y la política monetaria de China.
Varios responsables de los países miembros anunciaron ya que la mención ''tasa de cambios'' del comunicado que difundirá el G-7 al final de su sesión, y muy esperada por los mercados, tiene muchas posibilidades de seguir invariable, como ocurre desde hace un año.
Incluso con el dólar estabilizado en 1.30 dólares por euro desde hace tres semanas, el asunto de los déficit gemelos estadunidenses (presupuestario y de cuentas corrientes) sigue suscitando inquietud, especialmente entre los europeos.
Pero Estados Unidos opondrá a esos argumentos sus excelentes resultados económicos, mucho mejores que los de sus socios del G-7. Washington anunció hace algunos días que su producto interno bruto (PIB) había crecido 4.4 por ciento en 2004, suscitando la envidia de sus socios europeos y japonés.