La Berlinale comienza con el pie izquierdo
Berlin, 11 de febrero. En su cuarto año como director de la Berlinale, Dieter Kosslick ha demostrado mucha más aptitud política que su predecesor, Moritz de Hadeln, quien lograba caerle mal a todo el mundo. Dada su experiencia como productor, Kosslick ha favorecido el lado industrial del asunto, sobre todo en la creación de fondos de producción. Sin embargo, como showman deja mucho que desear. Nuevamente la ceremonia de inauguración tardó más de la cuenta -casi media hora- mientras la conductora y el propio Kosslick entablaban largas conversaciones con el burgomaestre de Berlín, Klaus Wowereit, y la ministra de cultura Christina Weiss.
Hasta en los festivales mexicanos los funcionarios han aprendido a ser breves: decir sólo un par de lugares comunes sobre la importancia del cine y dar paso a lo siguiente. En la ceremonia de anoche lo farragoso incluyó una breve historia del festival en imágenes y una presentación audiovisual de cada miembro del jurado como si se tratara de un programa de concursos ("la actriz china Bai Ling fue llamada por la revista People una de las 50 personas más bellas del mundo"). No obstante su antipatía, se extraña la parquedad de De Hadeln a la hora de las ceremonias.
En cambio, la tradición que parece inalterable es la mala calidad de las películas en competencia. La estadounidense Thumbsuckers (Chupadedos), opera prima de Mike Mills, cuenta el dilema de un joven de 17 años que literalmente aún se chupa el dedo. Lo que promete ser una sátira de la vida suburbana gringa, con su manía por resolver todo con terapia y/o drogas, acaba siendo una tesis edificante sobre cómo incluso la familia disfuncional puede encontrar la felicidad.
Aunque Mills cuenta con cierto prestigio como director de comerciales y videoclips, su debut cinematográfico no lo coloca en el mismo nivel que sus amigos Spike Jonze y Sophia Coppola. La película se sostiene, en esencia, por el buen desempeño de un reparto encabezado por Tilda Swinton, Vincent D'Onofrio, Vince Vaughn, Kelli Garner y el promisorio joven Lou Taylor Pucci.
El trago más amargo vino en la siguiente función. Si Thumbsuckers es de esas películas que se irán directamente a video, la coproducción irlandesa Asylum (Asilo), de David Mackenzie, es de las que se exhiben por cable -en Cinema Golden Choice, digamos- por ahí de la medianoche. A fines de los años 50, un doctor ocupa su nuevo cargo en un instituto mental. Antes de que se pueda decir El amante de Lady Chatterley, su esposa (Natasha Richardson) empieza a intercambiar miradas querendonas con un paciente musculoso y no tarda en disfrutar sesiones furtivas de sexo salvaje y satisfactorio (el marido es tan soso como insensible, claro). El amasiato se vuelve un asunto de amour fou, y la mujer sacrifica todo con tal de estar con su amante, quien escapa del instituto y lleva una vida bohemia de artista torturado.
Solemne al grado de parecer parodia -en sus momentos más intensos, varios espectadores cedieron a la risa-, Asylum es un testimonio anacrónico de que a los ingleses el sexo apasionado les sigue causando pánico. Sólo así se explica la permanente expresión de sufrimiento de Richardson, con quien el paso del tiempo no ha sido benigno.
Al principio de la proyección se leyó una disculpa por parte del director porque la copia presentaba fallas de revelado. En realidad, tendría que pedir perdón por asestarnos un melodrama tan previsiblemente rancio.
¿Quién escoge estas películas?