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NUMEROS
14 de febrero de 2005

A MEDIO GAS

Desde hace al menos 20 años, con el inicio de las crisis recurrentes que ha vivido el país, uno de los mecanismos de que se ha servido el gobierno para recaudar impuestos ha sido el control sobre distintos precios; el de la gasolina, por ejemplo. Los diversos gravámenes representan poco más de la mitad del precio del combustible. Tal política tiene una incidencia en los consumidores sea de modo directo al comprarla o indirecto al pagar el mayor costo del productor de bienes y por los servicios, como el del transporte público. Sólo entre diciembre de 2000 y el mismo mes de 2004 el precio se ha incrementado 18 por ciento para la tipo Magna y 24 por ciento para la llamada Premium.

El alza en el valor de los combustibles, en el último año, duplicó la inflación general, que fue de 5.2 por ciento. En algunos periodos del año, el precio de la gasolina en el centro del país llega a ser superior, comparativamente, al que prevalece en Estados Unidos. Esta es una de las razones por las que existe un precio diferenciado para los consumidores que residen en la frontera norte.

El negocio de la provisión de gasolina está concesionado por parte de Pemex mediante la venta de franquicias en un entorno no siempre transparente que incluye para algunos ciertos subsidios o créditos. Es un monopolio que se comparte con el sector privado.

Para efectos prácticos, el consumidor pierde en dos vías: por un lado, está sujeto a pagar un precio que no es determinado libremente en el mercado, sino en los escritorios de los recaudadores de impuestos. Por el otro, recibe en muchos casos menos combustible del que paga en las estaciones de servicio, siendo este un caso muy sonado de perjuicio al público que está enredado en el sistema legal que parece proteger al infractor §


GASOLINAS AUTOMOTRICES

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