Usted está aquí: lunes 14 de febrero de 2005 Deportes Triunfan José Luis Angelino e Ignacio Garibay con sendos toros de regalo

Corrida de la desesperación a cargo de tres toreros sobrados de cualidades

Triunfan José Luis Angelino e Ignacio Garibay con sendos toros de regalo

Prosigue el ninguneo con los diestros mexicanos

Los de Cieneguilla tuvieron edad y trapío

LEONARDO PAEZ

En la decimosexta corrida de la temporada 2004-2005, además de confirmar el potencial torero de José Luis Angelino, Ignacio Garibay y Fermín Spínola, se comprobaron otras cosas: A casi 12 años de jugar a promover el espectáculo taurino, la empresa de la Plaza México aún no sabe confeccionar carteles, y se sigue moviendo entre los redondos -tres figuras, una o dos veces al año- y los cuadrados -tres modestos o poco toreados. Pero lo que se llama equilibrar una terna con ganado de acuerdo con su nivel, es materia que no está dispuesta a aprobar.

Asimismo, la maternalista y colonizada promotora continúa destinando novillotes y toros de la ilusión para los coletas españoles, sean buenos, regulares o malos, y uno que otro mexicano, de preferencia El Zotoluco, mientras a los diestros poco fogueados les echa el toro con edad y trapío, en combinaciones por demás desmotivadoras, tanto para ellos como para el público.

Satisfechos con llenar la plazota una vez al año, estos falsos empresarios no trabajan con planeación y menos con rigor de resultados, y a merced de lo que le imponen o recomiendan las figuras españolas que contrata, carecen del criterio para impulsar a toreros nacionales con cualidades suficientes que logren interesar al gran público en corto plazo. De ahí que no sepa salir de los desalmados carteles redondos o cuadrados.

¿Y el potencial torero de Angelino, Garibay y Spínola? De entrada no merecen este tipo de carteles. Resulta perverso no ponerlos con toreros con imán de taquilla luego de los triunfos que han obtenido en la México y en los estados. Ayer enfrentaron un encierro muy bien presentado -no como los de los Capeítas y los Ponces- del hierro de Cieneguilla, de Germán Mercado Lamm, que fueron apenas al caballo y acusaron debilidad y toreabilidad, sobre todo si los alternantes hubieran traído más corridas toreadas.

A José Luis Angelino le sale la afición y el hambre de ser por los poros, al grado de que se vio un tanto desigual en el segundo tercio, sobrado de facultades pero no de criterio pues a punto estuvo de ser alcanzado en dos ocasiones. Con un valor sereno y sin aspavientos, se jugó alegremente la piel frente a Vencedor en un riñonudo trasteo derechista poco valorado por el escaso público, que apenas lo sacó al tercio tras un pinchazo y entera.

Con Guapito, que llegó gazapón a la muleta, logró meterlo en ésta con base en colocación, de mando y de aguante, con una valentía infructuosa malograda con el acero. Y con el de regalo, Fundador, también de Cieneguilla, más colaborador que sus hermanos, Angelino veroniqueó con las manos bajas, quitó por chicuelinas y tafalleras, banderilleó dejando un par de cortas cerradísimo en tablas y cuajó un sólido trasteo con la diestra, en tandas templadas y con largueza, dosantinas, de pecho, manoletinas y un estoconazo fulminante, para cortar una de las orejas más serias de cuantas se han repartido.

Ignacio Garibay estuvo tan empeñoso como inspirado con capa y muleta, aunque con reses deslucidas. Su segundo, manso y defendiéndose, no lo hirió porque se tocó con la muleta mientras Ignacio venía en el aire. Hasta un aviso escuchó. Y con el que obsequió, Arlequín, de Bernaldo de Quirós, consiguió bellas tandas con temple y sentimiento. Dejó una estocada apenas desprendida pero el juez Cardona ya no quiso abaratar más la Plaza México y la negó. Sin embargo, la vuelta que dio Garibay al ruedo valió por muchas orejas pueblerinas que en esta temporada la cuarteta de usías ha soltado.

Fermín Spínola, uno de los triunfadores de la temporada pasada, hizo cuanto estuvo de su parte, destacando un violín al quiebro a su primero, claro y repetidor, al que no logró tomarle la distancia. Con el áspero quinto, lució en banderillas y se arrimó en muletazos por ambos lados, sin que los asistentes valoraran su esforzada desesperación. Dejó una entera en lo alto y escuchó palmitas displicentes de los sabihondos.

Con una torera y bella cuadra se presentó el rejoneador español Sergio Vegas, quien estuvo francamente bien ante un codicioso toro de Xajay, clavando las más de las veces al estribo. Para su mala fortuna descordó al toro y la gente ya no quiso reconocerle sus anteriores méritos.

 
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