La otrora estación biológica de la UNAM devino resort de lujo
Devastación y despojo, signos del puente sobre el río Azul, en Montes Azules
Ampliar la imagen Puente que construye el gobierno en Nuevo Sabanilla, en Montes Azules, sobre el r�Azul, como parte de la carretera tur�ica entre Amatitl�y la laguna de Miramar FOTO Francisco Javier Charmer
Nuevo Sabanilla, Chis. 14 de febrero. Tres tablas mal puestas sobre troncos y un penetrante olor a excremento humano son el esperadero de los nuevos carros de pasaje: un área devastada como pocas dentro de Montes Azules debido a la construcción del puente, ya casi concluido, sobre el Azul, uno de los ríos madres de la cuenca del Usumacinta.
De Nueva Democracia (en la ribera opuesta de Amatitlán en el Lacantún) a Nuevo Sabanilla (selva adentro, junto al río Azul) la carretera ya está abierta y circulan las primeras pasajeras, tras la huella de los trascavos, volteos, aplanadoras, grúas y mezcladoras que mandó el gobierno. A mediados de 2005, con la conclusión del puente de Amatitlán, la región quedará unida a la carretera fronteriza, o internacional. Si esto es defender la selva y sus recursos, mejor que no la defiendan.
Para cuando se termine la carretera hasta la laguna de Miramar, el río Azul habrá quedado definitivamente expulsado de la reserva de la biosfera. Resulta que el inmenso puente de hierro y concreto que aquí lo cruza sólo servirá para unir dos comunidades a la ruta turística -Nuevo Sabanilla y Nueva Esperanza-, pues la madre de todas las carreteras en Montes Azules se dará el lujo de subir, bordeando por Lindavista, Chuncerro y Benito Juárez, para desembocar en Miramar y San Quintín, por encima del manantial virgen del río.
Si existen estudios de impacto ambiental para el proyecto, no se han hecho públicos. La intención expresa es el desarrollo turístico bajo las modalidades "social" y "ecológica", y el resultado, a simple vista, pone los pelos de punta. Además, pavimenta el despojo inminente de tierras a las comunidades de la zona, aunque de eso no hablan los funcionarios. Todos estos poblados sostienen conflictos con la comunidad lacandona, "propietaria" legal de Montes Azules: Nueva Democracia, Nueva Argentina, Plan de Río Azul, Nuevo Sabanilla, Nueva Esperanza, Villaflores, Lindavista, Chuncerro, Benito Juárez y otros ¿proyectos de ecoturismo social para sacar del campo a los indígenas y volverlos prestadores de servicios?
Tan sólo en este rubro, el gobierno de Chiapas alcanzó el año en curso la inversión récord de 200 millones de pesos para 52 proyectos de turismo "sustentable", muchos en esta región de Montes Azules vecina al Ixcán guatemalteco: Las Guacamayas, Las Nubes, Sueño Prometido, Ixcán; agréguense los hoteles programados para Loma Bonita, Nuevo San Juan Chamula, Plan de Río Azul y Benito Juárez. Un caso aparte es Chajul, donde la otrora estación biológica de la UNAM devino resort de lujo, ajeno a los pobladores; nada que ver con turismo "social" (aunque sí "sustentable" en la participación extranjera), y "puerta" privada a la reserva. Cosas veremos.
Durante la gira presidencial por Europa la semana pasada, el gobernador Pablo Salazar Mendiguchía se dedicó a promocionar estos destinos turísticos. Firmó convenios de inversión, "amarró" con Francia el respaldo a decenas proyectos, y en Madrid obtuvo la sede para Chiapas del Congreso Mundial de Turismo Sustentable en 2006.
Afirmó que su gobierno "apuesta al turismo social porque la riqueza debe disfrutarse donde se genera". Que lo diga. Brasil, el país más grande y devastado de Latinoamérica, desarrolla sólo 24 proyectos de este tipo. Chiapas tiene 52, y va por más. El mandatario estatal se dijo convencido de que es lo mejor que puede pasar a las comunidades donde "están las bellezas" es desarrollarse en dicha dirección: "Que las comunidades se apoderen de estos centros, que los administren, que los conserven, que los mantengan y que vivan de ello, creemos que es una espléndida alternativa", declaró.
Destinos cruzados
Cae la noche en el esperadero, a 200 metros del puente. Llega al fin la camioneta de pasajeros, procedente de Nueva Democracia, y desciende un hombre, completamente ebrio, quien paga con largueza al conductor para que le ayude a cargar su pesada maleta Samsonite hasta el otro lado de puente. Vuelve de Flórida, Estados Unidos, luego de tres años de ausencia. Cuando salió de Nuevo Sabanilla no había puente ni carretera ni transporte. Tampoco la necesidad de que alguien cargara una maleta que entonces no tenía.
De los comentarios de otros "esperantes" se desprende que el hombre que regresa es un precursor. Ahora, ir a Estados Unidos en busca de trabajo es la opción para los hombres jóvenes. ¿Cómo creen que el chofer de la camioneta logró adquirirla? Pues con los dólares que ganó en Kentucky el año pasado. Su hermano mayor, el lanchero que nos trajo por el Azul, ya está pensando también en el "otro lado".
Mientras la carretera llegó hasta Lindavista y sigue selva adentro, la población abandona el campo y juega su destino económico al ilegal y la atención (por venir) de ecoturistas del primer mundo.
Los caminos de los pueblos en la selva se cruzan, y en buena medida gracias a las políticas gubernamentales llevan direcciones encontradas. Unos, en resistencia y rebeldía, viven en el municipio Libertad de los Pueblos Mayas su autonomía. Otros, atrapados en el vaivén de los proyectos y las directrices oficiales, renuncian a sus derechos agrarios y se abocan al "servicio turístico", la "vigilancia" armada o la migración.
En Jersusalén, donde se localiza el centro ecoturístico Las Nubes, cuentan que el gobierno ha tenido la intención (suspendida por ahora) de dinamitar los rápidos del hermoso río Santo Domingo para permitir el traslado en lancha de los turistas que, procedentes del costoso embarcadero recién construido junto a la carretera internacional, habrán de hospedarse en las cabañas de Las Nubes. En tanto, esperan sus respectivos proyectos hoteleros otros pueblos en proceso de "integración" estilo siglo XXI.