Editorial
Líbano, de regreso al horror
El atentado en el que murió el ex primer ministro libanés Rafik Hariri, junto con nueve personas, además de ser un acto terrorista condenable, representa una señal ominosa para el país de los cedros y para el conjunto de los países árabes en la presente coyuntura regional e internacional, caracterizada por la presencia militar agresiva de Estados Unidos en una de esas naciones Irak y por el deterioro de los contrapesos al militarismo israelí en Medio Oriente.
El contexto inevitable del crimen referido es la actual ofensiva diplomática, por ahora de Washington y Tel Aviv para suprimir la presencia militar siria en Líbano, la cual originalmente obedeció a un mandato de la Liga Arabe, que data de 1976, y constituyó, desde entonces hasta 2000, un factor de equilibrio ante las incursiones, la invasión y la ocupación parcial de Líbano por el ejército israelí. Tras el retiro de los últimos contingentes de Tel Aviv, hace cinco años, Estados Unidos y sus aliados empezaron a presionar para obligar a Siria a sacar, a su vez, sus efectivos del país vecino. Cabe señalar que el tema de la presencia militar siria suscita una clara polarización en la sociedad libanesa sobre el tema.
Con esos antecedentes, y habida cuenta de que Hariri fue opositor a esa presencia, así como a la inocultable influencia de Damasco en la política de Líbano, algunos, dentro y fuera de ese país, apuntaron apresuradamente al gobierno de Bachar al Assad como instigador del atentado.
Es difícil, sin embargo, pasar por alto la contundente reivindicación del asesinato por un grupo hasta ayer desconocido, Al Nasir y Jihad (Victoria y Guerra Santa), el cual envió a la corresponsalía de Al Jazeera en Beirut un comunicado de inconfundible acento fundamentalista: el crimen, señaló Al Nasir y Jihad, es un "castigo al infiel" por los nexos del político asesinado con la monarquía saudiárabe, la cual ha unificado en su contra a las dos principales vertientes la sunita y la chiíta del terrorismo integrista islámico.
Si el homicidio de Rafik Hariri fue obra de algún sector del fundamentalismo, ello daría la razón, de nueva cuenta, a quienes han señalado que George W. Bush y su "guerra contra el terrorismo" no han hecho más que fortalecer, expandir y multiplicar ese fenómeno, tanto en Irak donde no existía antes de la invasión estadunidense como en otras naciones árabes, y que Líbano, para infortunio de esa pequeña nación que merece la paz, ha entrado de lleno en la confrontación entre el integrismo de la Casa Blanca y el de los musulmanes radicales.
Anteayer, en un gesto que sorprendió a la opinión pública, el jefe delegacional en Miguel Hidalgo, el panista Fernando Aboitiz, se sumó a la protesta contra la campaña urdida en Los Pinos, la Procuraduría General de la República, y las dirigencias nacionales de los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional para desaforar al jefe del gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador. Aboitiz declaró que se oponía específicamente al proceso en la medida en que fuera como lo es, según todos los elementos de juicio disponibles un "asunto político". Más moderado, el también panista Fadlala Akabani, jefe delegacional en Benito Juárez, pidió a los integrantes de la sección instructora de la Cámara de Diputados que resolverán en favor o en contra del desafuero que consideren las consecuencias que tendría para la ciudad de México una remoción de López Obrador por vía judicial, pero inequívocamente teñida de faccionalismo político.
Aunque Aboitiz afirmó que nadie en su partido le ha "jalado las orejas" por su decisión de colocarse en la solapa el listón tricolor que simboliza el repudio popular al desafuero, el hecho es que ayer varios de sus correligionarios lanzaron contra él una andanada de críticas. Como ejemplos, el diputado federal blanquiazul Jorge Triana Tena lo llamó "irresponsable" y lo amagó con sanciones que pueden ir hasta la expulsión del partido. Por su parte, el coordinador de la bancada panista en San Lázaro, Francisco Barrio Terrazas, afirmó que los señalamientos del jefe delegacional no tienen sustento.
Tales expresiones, y otras, demuestran, a pesar de lo dicho ayer por Aboitiz, que sí hay consigna de la dirigencia panista para buscar el desafuero y de disciplinar, al mejor estilo del viejo régimen, a sus militantes para que se plieguen al operativo político, mediático y jurídico contra López Obrador.
Ante el manifiesto desaseo y la falta de sentido cívico, democrático e institucional de quienes se empeñan en eliminar al político tabasqueño de la contienda electoral del año entrante por medio de un proceso turbio y a todas luces improcedente, destacan, por su decencia y su espíritu republicano, las posturas manifestadas en estos días por Aboitiz y Akabani.
Acción Nacional tiene tras de sí una vieja lucha por la instauración de la democracia plena y el estado de derecho en el país. Tal legado partidario está siendo negado y ensuciado por quienes buscan destruir a sus rivales mediante triquiñuelas legales amañadas en vez de enfrentarse a ellos en las urnas. Cabe esperar que, en los próximos días, más voces del panismo democrático y principista se sumen al repudio de ese intento de de-safuero que es, a fin de cuentas, una brutal negación de la democracia.