Galvanizando iniciativas sociales
1. Una determinada combinación de fragmentación y anomia social se despunta peligrosamente en el horizonte latinoamericano. Por ello, me permitía sugerir en mi entrega anterior: se requiere que la política regrese a la sociedad. Pero en sentido estricto la política no ha abandonado a las sociedades modernas, aun cuando los partidos políticos, los gobiernos, los parlamentos o simplemente los políticos gocen de una exigua popularidad.
2. El tráfico de mensajes de texto (SMS) por medio de los teléfonos móviles creció en España 20 por ciento el sábado anterior a las elecciones generales. Varios medios reportaban que el celular fue la herramienta fundamental para convocar las manifestaciones con el fin de protestar por la falta de transparencia informativa en torno a la autoría del 11-M.
3. Hace casi 20 años en las primeras horas y en los primeros días después del terremoto de septiembre de 1985 en el DF, la principal forma de comunicación entre la gente fue el corre-la-voz. El pasmo gubernamental que se prolongó en las primeras horas y en los primeros días después del terremoto fue relativamente colmado con la iniciativa social guiada por un fuerte espíritu de solidaridad.
4. En Brasil uno de los grandes momentos del despliegue de la sociedad civil ocurrió mediante amplias movilizaciones que llevaron al empeachment del entonces presidente Collor de Mello. Un vasto tejido social de comités de base, ONG y grupos religiosos estuvieron en el centro y generaron la sinergia necesaria para canalizar de manera constructiva el descontento social.
5. Varias movilizaciones alrededor de formas alternativas de globalización se han desarrollado a partir de las expresiones sociales en Seattle. El Foro Social Mundial es una amplia convergencia de esto. Y también cristaliza los dilemas de las redes alternativas entre congelarse en una existencia testimonial o incidir en las decisiones que los afectan como ciudadanos.
6. Si la política no ha abandonado la sociedad lo que sí ocurre es que se expresa de manera sincopada mediante grandes oscilaciones y rupturas. Falta continuidad en un proceso de aprendizaje ciudadano. Un tema parece útil retener para la reflexión. La fuerza de un discurso político requiere plasticidad orgánica, capacidad de adaptarse a condiciones cambiantes inclusive frente a shocks inesperados. En el contexto discursivo de la sustentabilidad y de los ecosistemas se reconoce esta capacidad con el término de resilience.
7. Las redes sociales juegan un papel relevante en la solidaridad ciudadana o en la acción política democrática cuando se han nutrido de un ambiente cívico que favorece valores como la tolerancia, la concertación y el debate civilizado. En ese caso son redes abiertas a la sociedad y no enclaustradas en sí mismas. Y pueden ser formas de agregación de intereses para pensar más allá del interés particular, gremial o local, requieren de un contenido discursivo.
8. Quizás aquí está el germen de nuevas formas de organicidad democrática. En redes sociales dotadas de cultura cívica, volcadas hacia la sociedad y con un discurso que transite del interés particular al general. Pero es necesario asumir esto sin fantasías o visiones idílicas, reconociendo las limitaciones en la sociedad civil más allá de sus expresiones extremas utilizadas como instrumento de debate ideológico para subrayar por contrapartida las distorsiones del Estado interventor.
9. Las sociedades están cruzadas por una gran variedad de redes y de pocas pero poderosas franjas de grupos de interés organizados en medio de la dispersión. O sea, más que pluralismo, fragmentación. Además, los diversos atavismos -como la cultura de la impunidad y de la ilegalidad- moldean los comportamientos de los diversos actores que componen la sociedad civil. La cultura cívica no puede florecer en medio de un contexto antidemocrático y antiliberal.
10. Se trata entonces de un enfoque sobre la política ciudadana expresado en redes sociales. Tiene un eje común. Promover e inducir la participación ciudadana como una forma de aprendizaje social por medio de la toma de decisiones que afectan y competen a las diversas colectividades, respetando tiempos y expresándose en elecciones, parlamentos, comunidades y movilizaciones. Serían partidos-acordeón por su ductilidad y porque no aspiran a acuerdos totales sino a convergencias discursivas. Pero también serían partidos ciudadanos porque asumen las reglas básicas de la convivencia democrática.