Usted está aquí: sábado 19 de febrero de 2005 Cultura Arco 2005: los mecanismos del poder

Itala Schmelz

Arco 2005: los mecanismos del poder

Como todos sabemos, la Feria Internacional de Arte Contemporáneo Arco es un encuentro que rebasa la capacidad de consumo individual. Ante la oferta del arte: exposiciones, conciertos, cine, arte público, foros y project rooms, paralelos al despliegue de cientos de stands de galerías y de revistas provenientes de diferentes partes del mundo, sin dejar fuera del calendario las fiestas, cocteles y marcha madrileña, resulta imposible suponer que uno puede abarcarlo todo. Por el contrario, el hecho genera grados peligrosos de ansiedad, sumados a la subsiguiente decepción y la conocida sensación de vacío.

Sin embargo, haciendo uso de la propia sensibilidad, tendencia o discernimiento, es factible tener una interesante experiencia; desde esa perspectiva, cada quien puede hablar de cómo le fue en la Feria.

Exposiciones: Clinton is innocent, is Orozco innocent?

En el contexto del Parque del Retiro, donde está ubicado El Palacio de Cristal, el edificio más vítreo que yo haya conocido, y mediante una autocuraduría que formalmente sugiere la selección de piezas por su carácter orgánico, lo cual atina semejarse a una muestra botánica; la anunciada exposición de Gabriel Orozco resultó, sin embargo, decepcionante. No es un problema únicamente de espacio sino también de tiempo, para ser exacta, de timing.

Sin ningún trabajo para el espacio específico, inconfesamente retrospectiva, la muestra de Orozco reúne piezas que en su momento pudieron ser, sin duda, sumamente valiosas, mas vistas ahora resultan vacías y ausentes. En cierta forma me hacen pensar en la sensación que se tiene ante los objetos de Duchamp, en cuya materialidad ya no queda nada de la apuesta conceptual que, en su momento, los hacía tan significativos.

A diferencia de Duchamp, quien supo recogerse en el momento justo, Orozco no se cuidó de las luces del espectáculo. Esta fue la muestra más atendida por los medios, no contó únicamente con un catálogo, sino con dos publicaciones, fue inaugurada por las titulares de Cultura de México y de España; inclusive el presidente Vicente Fox, de manera privada y guiado por el propio artista, hizo un recorrido oficial, protocolar, pero informal.

La asistencia a la inauguración fue quizá la mejor ocasión para pasar lista: críticos, artistas, galeristas, coleccionistas y burócratas del arte mexicano actual se codearon, en posición de mayoría, con la crema española y con lo más selecto del ámbito internacional.

El museo Reina Sofía, desde el principio, apostó por el nombre consagrado; durante meses esperó, con un presupuesto ya asignado, un proyecto que no llegaba y finalmente presentó el trabajo de Orozco al público español. Si bien la postura protagónica del artista, sin sustento en el trabajo me parece desafortunada, me resulta mucho más preocupante la manera en la que se evidencian la ideología y los intereses que socavan verticalmente la producción artística e intelectual.

A algunos molesta la figura en el pedestal, a mí lo que me asusta es observar los mecanismos del poder que institucionalizan la cultura; a final de cuentas, éstos son los que deciden cómo se utilizan los recursos económicos y cómo se reparten los espacios de expresión para el desarrollo de lo creativo.

Feria: Franqueza y franquicia

En los años recientes, Carlos Amorales había ganado fama internacional con su personaje de luchador del ring, luciendo una máscara sin rostro en múltiples performances. Cuando del personaje quedaba únicamente la máscara, fue cuando lo aclamaron en más arenas, a pesar de ello, antes de estigmatizarse, el artista decidió virar, renovarse. Un par de años más tarde, reaparece con una producción sumamente atractiva. En su exposición, inaugurada en Casa de América, es asombroso ver cómo sus dibujos evolucionan (auxiliados en ocasiones por la animación) de la mancha hacia la configuración y en ese camino se va construyendo una

suerte de lenguaje, que se articula como un juego de cartas o un tarot. Cada vez que se tiran las cartas se producen nuevas lecturas. Why fear the future?, titula el artista a su muestra, la única individual además de la de Orozco.

Respecto del papel del conjunto de las galerías mexicanas, en tanto invitadas especiales, me pareció valioso observar que, a diferencia de los otros pabellones, en éstas predominó lo propositivo sobre lo comercial, lo cual refuerza el papel que las galerías, en mayor o menor medida, siempre han tenido como cómplices de sus artistas. En particular, me sorprendió el afortunado riesgo que tomó la galería Kurimanzutto, quien dio un giro completo a su imagen. Para ubicarlos en la feria yo buscaba los ya familiares trabajos de un grupo reconocido de artistas: Gabriel Orozco, Damián Ortega, Jonathan Hernández, Sofía Taboas, etcétera. Por ello no podía dar mucho crédito cuando me señalaron un estand que parecía un cómic en tercera dimensión.

Siguiendo la propuesta de Amorales, quien es su nuevo artista, los Kurimanzutto convirtieron su estand en una especie de tienda de modas que funciona como franquicia. Se imprimieron pins, camisetas, fanzines y cd con la música de la disquera Los nuevos ricos, para la venta al público.

Amorales, asociado con músicos y diseñadores, creó una filial, si no puedes comprar la franquicia, puedes llevarte algunos de sus productos. No es que esta estrategia sea estrictamente original, pero por lo menos tiene la capacidad de representar, con sentido del humor no falto de dimensión crítica, la condición del arte como producto de mercado. La idea de la pieza consiste en vender siete franquicias de estos subproductos del arte, multirreproducibles y comercializables, las cuales podrán abrirse en cualquier lugar del mundo, hoy en Roma, mañana en Tokio y seguramente después en Guadalajara.

Foro: México para los mexicanos

Asistir a las cuatro mesas redondas en torno del arte mexicano, organizadas por Pablo Helguera para el foro de expertos, me generó cierta incomodidad: críticos e historiadores mexicanos hablando de artistas mexicanos y de museos mexicanos, voy de acuerdo, de eso se trataba, pero ¡un público también de mexicanos! Eso ya sugiere el fracaso de la iniciativa ¿Fuimos demasiado autorreferentes, localistas, endogámicos, autofágicos hasta el extremo? A vosotros los mexicanos -me comentó una amiga española- ¡cómo os gusta hablar de vosotros mismos! La última mesa, integrada por Rubén Gallo, Cuauhtémoc Medina y José Luis Barrios, derivó en necia lidia, donde los expertos se batieron buscando sus mutuos y respectivos descréditos.

El público nunca estuvo ahí, hasta que una cubana los detuvo en seco: ¿De qué están hablando, chicos? Todos aplaudimos. Lo preocupante es que pareciera que entre nuestros críticos más destacados se disputan la narración de la historia del arte reciente mexicano, denegando la posibilidad de una pluralidad de voces. Afortunadamente, es el hecho mismo de ser sujetos históricos lo que imposibilita los afanes historiográficos de establecer valores objetivos que definan el arte.

Con mucho menos público, pero con más tino, se desenvolvió la mesa en torno del arte de los años 60 y 70, integrada por Maris Bustamante, Mónica Mayer y Francisco Reyes Palma. Sus intervenciones refrescaron la memoria en torno de las incursiones no objetuales del arte de aquel entonces. Las estrategias de trabajo de los artistas de ese tiempo, se me revelaron muy cercanas a las del arte conceptual de nuestros días. Sería por lo menos irresponsable seguir hablando en México de la producción de los años 90 como la inusitada aparición o brote de las desviaciones del arte que hoy llamamos contemporáneo.

No existe versión de las cosas que persista intacta ante las fuerzas relativizadoras del tiempo; la distancia histórica nos hace ver las cosas muy diferentes: eso está comprobado. Por otro lado, los poetas malditos no acaban, precisamente, consagrándose en vivo. Y finalmente, ¿quién tiene la última palabra?

 
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