Impulsado por empresas privadas ha servido para esparcimiento de políticos
Hotel Lacandonia, alojamiento de lujo en tierra de pobres y perseguidos
Cada noche en la posada más cara de Chiapas cuesta 165 dólares por persona
En las paredes del inmueble se encuentran fotos de Ernesto Zedillo y Julia Carabias
Ejido Boca de Chajul, Chis., 19 de febrero. Cuando toqué las puertas del Hotel Lacandonia nadie abrió. A lo largo de la calle, paralela al río Lacantún, corre la barda blanca que separa de manera enérgica el pueblo de Chajul y estas instalaciones. Pero la puerta de madera cedió a la menor presión. Se supone que es un hotel. Entré. Llamé sin obtener respuesta. Sintiéndome intruso, alcancé el lobby. Una barra de recepción, con una pila de libros de lujo de edición gubernamental y papeles. Sobre una mesa del restaurante, en una terraza de espléndida vista sobre el río, había platos y objetos de alguien que se acababa de retirar y debía andar por ahí. Volví a llamar en voz alta.
Aunque no había nadie, me sentí como en esa película muda de René Clair en la que los personajes caminan impunemente entre gente dormida. Me invadió la sensación inevitable, molesta, de que se trataba de un sitio pensado por y para burgueses. Me explico. En ningún lugar de la selva Lacandona, ni siquiera en los hoteles de Corozal, Lacanjá Chansayab o Las Guacamayas, he encontrado instalaciones tan confortablemente lujosas. Sí, rústicas, como lo puede ser un resort en Valle de Bravo o Acapulco, pero decididamente para uso "exclusivo". La sensación no era la de "turismo en tierras indígenas", sino más bien de lujo en la cara de los pobres.
Con la guerra contra los indígenas rebeldes a su espalda, aquí venía a descansar Ernesto Zedillo cuando era presidente de México. Existen fotos suyas y de sus hijos en "outfit" de explorador selvático, en este mismo restaurante panorámico. De aquí lo conducían las lanchas de la Armada al río Tzendales, cuya desembocadura en el Lacantún le producía especial deleite. En dicho punto de la selva reservada se construye una nueva "estación" biológica y ecoturística, a cargo de Espacios Naturales y Desarrollo Sustentable, AC (Endesu) y con respaldos de Ford Motor Company, Conservation International y otras fuentes de financiamiento externo.
Lo de la guerra a sus espaldas era literal. Entonces, como ahora, Chajul y sus alrededores conformaban la retaguardia fronteriza de las fuerzas federales que ocupan el territorio chiapaneco: el último círculo del cerco contra las comunidades rebeldes y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). No lejos, en Maravillas Tenejapa, se localiza una de las sedes centrales del poder militar en la zona de conflicto, y los accesos más próximos a Boca Chajul están erizados de posiciones militares y puestos de revisión, desde San Javier hasta Las Flores (Amparo Aguatinta).
Muchas más son las fotos aquí de la ex secretaria de Medio Ambiente, Julia Carabias, quien antes y después de ocupar el cargo público; ha estado muy vinculada al sitio y sus avatares, primero como funcionaria de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), luego del gobierno federal, y ahora como parte del área núcleo de Endesu, organismo privado que administra Chajul y sus diversos proyectos.
En años recientes, sirvió de base a los inspectores de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) y los marinos que, acompañados a veces por comuneros lacandones, se adentraban en Montes Azules para presionar y amenazar a los pobladores indígenas en el sur de la reserva de la biosfera. A pocos kilómetros de aquí se encontraba Nuevo San Rafael, desalojado hace un año "por las buenas", según el gobierno, pero quemado y arrasado; al menos un indígena fue detenido como "delincuente ambiental". Apenas este 9 de febrero, Miércoles de Ceniza, 17 personas fueron desalojadas por la fuerza de Sol Paraíso, otro poblado en la zona.
Constituido por ejidatarios mestizos e indígenas procedentes de Oaxaca y Guerrero que llegaron aquí en 1976, el pueblo de Chajul se localiza en Marqués de Comillas, el vasto rincón selvático que el gobierno de Luis Echeverría repartió con prodigalidad para arrasar en tiempo récord una extensión considerable de la selva Lacandona, desahogar las demanda agraria de otros estados de la República y "sellar" la frontera.
Convertida en potrero sin fin, la zona recibió miles de refugiados indígenas durante la guerra guatemalteca. Adicionalmente, no es ningún secreto que Marqués de Comillas forma parte de la ruta de la droga internacional, y no pocos terrenos se destinan al cultivo de enervantes. Por medio de prestanombres, algunos acaparadores (incluídos funcionarios estatales) se han ido apropiando de miles de hectáreas en el hoy municipio oficial con cabecera en Zamora Pico de Oro.
Así, ubicado entre la selva donde hay una rebelión indígena desde hace una década, y las llanuras fronterizas (fuera de la zona de conflicto) donde entre otras cosas operan las pistas aéreas clandestinas del narcotráfico, el Hotel Lacandonia recuerda a la isla de la fantasía. Una noche cuesta 165 dólares por persona, incluye alimentos pero no bebidas, propinas ni paseos en la "reserva privada". Eso lo hace el hotel más caro de Chiapas. Una "expedición" por Tzendales con box lunch, botanas, refrescos y cerveza cuesta 90 dólares. La visita a la laguna Jacana (donde los chajuleños dicen que el ex presidente y buzo Ernesto Zedillo practicaba su deporte favorito) cuesta 60 dólares, y la "cocodrileada nocturna", con "amanecer en la selva", 30 dólares.
Sirva de referente: en el Camino Real, el hotel más lujoso de Tuxtla Gutiérrez, una noche (por cuarto, no por persona) cuesta mil 600 pesos. Si el Hotel Lacandonia no tiene cinco estrellas, las merece.
"Es un exclusivo desarrollo turístico que constituye una oportunidad única para disfrutar de la selva Lacandona, que es parte del bosque tropical lluvioso más importante de Mesoamérica: la Selva Maya. Lacandonia es un original concepto dentro de un ambiente rústico, lejos del mundo moderno". Con estas palabras se promueve por Internet el hotel de la estación biológica de Chajul, que cuenta con cabañas bien equipadas, una palapa con restaurante, bar y área de descanso. Dicen que la cocina es de primera. Y una tienda (playeras, souvenirs, mariposas disecadas). Todo un hotel de cinco estrellas en el rincón más olvidado de la patria.