Irak: costos médicos
Los ceros que se apilan sin cesar, día a día, desde el inicio de la invasión a Irak son apabullantes, y para muchos, inentendibles. Explican los conocedores que lo que se gasta en un día de guerra podría ser suficiente para costear la educación de x número de niños; que dos días bastarían para alimentar a xx número de niñas y que con lo gastado en tres días se podrían construir xxx número de hospitales y así sucesivamente (las x representan todo lo que desdeña el poder omnímodo, llámese George W. Bush o Tony Blair). Esos ceros y esas x no explican, sin embargo, ni las tasas de mortalidad ni los costos siquiátricos de la guerra.
La prensa ha dado cuenta de la participación médica de los doctores estadunidenses en los procesos de tortura en la prisión de Abu Ghraib, pero poco ha comentado acerca de la mortalidad antes y después de la guerra. La mayoría de los datos aquí presentados provienen de la lectura de un artículo médico publicado en la revista inglesa The Lancet, una de las más prestigiosas en el mundo por la calidad de las investigaciones allí reproducidas y por brindar información médica vinculada con temas sociales, históricos y filosóficos. ("Mortality before and after the 2003 invasion of Iraq: cluster sample survey", noviembre 20 de 2004.)
De acuerdo con los autores -Lee Roberts, Riyadh Lafta, Richard Garfield, Jamal Khudhairi y Gilbert Burnham- el número de muertos secundario a la invasión y ocupación del país árabe es cercano a 100 mil personas, pero, posiblemente sea mayor. La inexactitud de los datos refleja, como es obvio, la dificultad para recopilar la información e incluso la posible falta de fidedignidad.
El estudio refleja un punto de vista científico, apolítico y libre de presiones. La investigación "nació" como un esfuerzo de médicos interesados en mostrar, desde el punto de vista de la salud pública, los daños secundarios que produce la guerra. Estos datos deben contrastarse con las cifras que difunden fuentes "oficiales", menos fiables, que calculan que el número de muertos se aproxima a 24 mil. Los números "oficiales" no son confiables, pues sólo incluyen a los muertos cuando dentro de éstos hay soldados de las fuerzas de coalición, es decir, no simples iraquíes ni simples humanos. Esas cifras representan no solamente un sesgo imperdonable, sino, una visión poco ética del valor de la vida humana.
Aunque las estadísticas no son precisas, debido a que la recolección de información fue muy compleja, quedó claro que la violencia fue la principal causa de muerte y que, en la actualidad, a pesar de las tan alabadas elecciones, sigue siendo el problema más importante de salud pública en Irak. El hecho de que las muertes por violencia se hayan convertido en el embrollo principal de salud pública en un país es execrable y debería ser suficiente motivo para que Bush y Blair hubiesen seguido el mismo camino del ex gobernante español José María Aznar. No sobra recordar que uno de los principios fundamentales de salud pública es disminuir daños en la población.
El artículo demuestra también que el número de muertos en Irak desde que empezó la guerra fue mucho mayor que antes del conflicto. Esa información se desprende de la comparación efectuada entre la tasa de mortalidad antes de la contienda y durante los primeros 18 meses de la invasión. La mayoría de las muertes fueron debidas a bombardeos aéreos, lo cual demuestra que es falsa la idea de que los bombardeos son altamente selectivos y que son infrecuentes las muertes en la población civil.
Suele citarse la tristemente célebre frase del general estadunidense Tommy Franks: "nosotros no contamos cuerpos". Idea que demuestra que la "lógica humana" y la ética de los ejércitos de la coalición y de la política humanitaria del ex triángulo Bush-Blair-Aznar no sólo no existe, sino que su actitud y desprecio "hacia todo" es una inmensa burla. De acuerdo con los datos de este estudio, que merece el mayor elogio, ya que los responsables arriesgaban sus vidas y trabajaban bajo condiciones muy adversas, más de la mitad de los muertos eran menores de edad y mujeres. Es incomprensible e inadmisible que las fuerzas militares no hayan contado cuerpos ni se hayan preocupado por saber quiénes eran las víctimas.
La guerra en Irak, supuestamente, se llevó a cabo en nombre de y en favor de la población iraquí. Al menos eso dijo (su) Dios a Bush: "debes salvar a los iraquíes de Saddam Hussein y al mundo de las armas químicas". Se desconoce a cuántos asesinó el sátrapa Hussein. Sí se sabe, en cambio, que el imperialismo democrático produjo muchas muertes y que el credo de Bush se equivoca con frecuencia. Las 100 mil o más muertes de civiles en Irak son testigos de la falacia de los argumentos que "justificaron" la guerra.