Condicionado, el respaldo de Estados Unidos a la oposición antisiria
El asesinato de Rafiq Hariri, detonante de la libanesa "revolución de los cedros"
Beirut, 1º de marzo. Durmieron en carpas. Durmieron sobre el pavimento esta noche. Líbano es frío en invierno. No tan frío como Ucrania, pero la escarcha que ha cubierto el país durante los últimos 29 años no tiene temperatura. La bandera roja, blanca y verde de Líbano jamás había sido usada como patético símbolo de unidad.
A sólo unos metros de ese campamento fue asesinado Rafiq Hariri. Por tanto, se supone que los libaneses deben creer que el asesinato de su ex primer ministro ha desatado la "revolución de los cedros". El cedro aparece en el centro de la bandera libanesa.
Tras la renuncia del gobierno libanés pro sirio, el también pro sirio presidente Emile Lahoud buscaba hoy un gobierno "provisional", sin mucho éxito. Bahiya, la hermana de Hariri, diputada por Sidón, no está interesada en ser la primera premier mujer de Líbano, y el anciano Rashid Solh tampoco quería el empleo, pese a su origen aristorcrático. Se habló de un juez libanés de nombre Rifai, pero la escasez de candidatos demuestra el trágico estado del cuerpo político en Líbano.
Hoy la "oposición" (cristianos maronitas, sunitas musulmanes, drusos y, francamente, no muchos musulmanes chiítas) se reunió en el palacio del siglo XVIII propiedad de la familia Jumblatt, en las montañas Chouf, en Mujtara, donde Walid Jumblatt, el próximo tigre de la libertad libanesa, se ha atrincherado para protegerse.
Recientemente, ningún miembro de la familia Jumblatt ha muerto en su cama, y de hecho fue la acusación de Walid de que los baazistas sirios asesinaron a su padre Kamal, en 1977, lo que originó esta revolución sin precedentes en el mundo árabe.
Según Walid Jumblatt, el pueblo libanés ha derrocado al gobierno libanés auspiciado por Siria. El pueblo libanés quiere la verdad: ¿quién mató a Rafiq Hariri? "Una voz (...) una bandera" dijo este lunes Jumblatt. Exigió el "retiro de elementos extranjeros (sic) de Líbano" y el término de la "interferencia extranjera" en asuntos de Líbano.
Pero ni Walid Jumblatt ni los libaneses son ingenuos. Saben que el apoyo estadunidense a la "democracia" está siendo impulsado por su enojo contra Siria por el supuesto apoyo de esta última nación a los ataques de la insurgencia contra sus tropas en Irak.
El mismo Jumblatt mostró sus sentimientos hacia el involucramiento de Estados Unidos en Irak cuando el año pasado afirmó que deseaba que un mortero fuera disparado contra el hotel en que se hospedaba en Bagdad el secretario de Defensa adjunto, Paul Wolfowitz, e hiciera blanco en él. El comentario le costó a Jumblatt su visa estadunidense. Por eso es que el respaldo de Bush a los "héroes" de la libertad libanesa está condicionado.
Bush quiere que la guerrilla Hezbollah se desarme. Lo mismo desean los israelíes. De hecho, Israel quiere que tanto el ejército como los servicios de inteligencia de Siria salgan de Líbano. De tal suerte que la oposición libanesa tiene los mismos objetivos que los israelíes. Pero Jumblatt desea proteger a Hezbollah, el movimiento que logró sacar al ejército israelí de territorio libanés, en 2000. "Debemos comprometernos con Hezbollah, Ellos son libaneses", afirmó el martes.
También lanzó un mensaje a Damasco: "Debemos hablar francamente con los sirios. Deseamos que salgan de Líbano pero queremos conservar una buena relación".
Pero he aquí el problema. Siria siempre será un vecino árabe más grande que Líbano. De hecho, hasta 1920, cuando los franceses arrancaron al "Gran Líbano" de la provincia otomana de Siria, Líbano actual era parte de Siria. Sus musulmanes y cristianos viven juntos hoy en día como en las tonalidades de un negativo fotográfico.
Los cristianos no exigirán control sobre el país si los musulmanes no proclaman una "nación árabe". Pero si un Líbano "liberado", al estilo de Washington, se declara "de Occidente", entonces el país podría desmoronarse, como lo hizo durante la guerra civil de 1975 a 1990.
Es atractivo para los libaneses que acampan en la Plaza de los Mártires, rebautizada Plaza de la Liberación -pese a que su nombre conmemora a cristianos y musulmanes que fueron ahorcados por exigir la independencia del imperio otomano, entre 1915 y 1916-, creer que son parte de un gran movimiento democrático para Medio Oriente.
Las elecciones en Irak, la diminuta parte de Palestina que los palestinos pueden obtener y el inconmensurable regalo otorgado por Hosni Mubarak a los egipcios de permitirles participar en elecciones presidenciales, bien pueden encajar en la ideología de la administración Bush. Pero Líbano siempre ha sido traicionado por sus porristas extranjeros, razón por la cual nadie ganó la guerra civil con excepción, quizá, de los sirios.
Esta noche incluso Selim Hoss, muchas veces primer ministro y uno de los pocos políticos realmente honrados de Líbano, dejó claro que él tampoco quiere un gobierno provisional. Nuevamente, esto fue expresión de lo profundo que se ha hundido el perfil político libanés. Si Hoss no encabeza el gobierno, ¿quién lo hará?
Una pregunta que nadie hace abiertamente en Líbano: ¿Cuál es el futuro de Rustum Ghazali? Amu Rustum encabeza la inteligencia militar siria en Líbano; vive en el poblado mayoritariamente armenio de Aanjar, en el valle del Bekaa, y ha guardado silencio las últimas tres semanas, a pesar de que el presidente sirio Bashar Assad ha condenado el asesinato de Rafiq Hariri.
Sería bueno que Amu Rustum diga algo. Meses antes de su muerte, Hariri recibió una llamada insultante del general Ghazali. ¿Qué fue lo que le dijo?
© The Independent
Traducción : Gabriela Fonseca