Días de vino y roces
Ciertamente, el hecho de que Entre copas hubiera saltado la barrera del cine independiente para competir por el Oscar al lado de producciones hollywoodenses, daba a suponer un cambio en la mirada incisiva del director Alexander Payne. En efecto, el autor de películas tan críticas como Citizen Ruth (1996, nunca estrenada aquí), Election (1999, afligida con el título genérico de La trampa) y Las confesiones del Sr. Schmidt (2002, dejémoslo como About Schmidt, por favor), ha hecho con su cuarto largometraje su comedia más convencional.
Sobre una estrategia similar a la de About Schmidt, el cineasta utiliza un viaje como una exploración de la frustración existencial de su protagonista. En este caso, se trata de Miles (Paul Giamatti), escritor de libros no publicados y experto catador de vinos, que lleva a su amigo Jack (Thomas Haden Church) por carretera a diversos sitios de la región vinícola de California en una especie de despedida de soltero, pues Jack está a una semana de casarse. Recién divorciado, Miles está renuente a iniciar cualquier relación amorosa mientras su amigo está obsesionado con disfrutar un último acostón. En el pueblo de Buellton, la aparición de una conocida del primero, la también divorciada y atractiva Maya (Virginia Madsen) y su amiga Stephanie (Sandra Oh, esposa del director), trastornará los propósitos iniciales del viaje, llevando a correspondientes enamoramientos.
Lo que Payne y su habitual coguionista Jim Taylor han hecho es combinar dos fórmulas de la comedia: el tradicional boy-meets-girl y la buddy movie con la consabida pareja dispareja. (Curiosamente, la película adopta un estilo visual propio de los años 70: una luz siempre suavizada por filtros y hasta el empleo, en una secuencia, de la pantalla dividida). Sin duda, hay ingenio en el contraste entre las personalidades de los amigos. Miles es un esnob, un hombre reprimido que se siente fracasado en todos los aspectos de su vida. En cambio, Jack es un hedonista asumido, un actor televisivo -como lo es el propio Haden Church, por cierto- con una actitud desparpajada frente a todo. Eso es particularmente notorio a la hora de enfrentar vinos y mujeres. Mientras Miles medita sobre las cualidades que le llevarán a formular un cuidadoso juicio, Jack acepta con gusto lo que esté a la mano.
La percepción de la psique masculina, en sus dos variantes extremas, es sumamente acertada. Quizá la secuencia más perspicaz es aquella en que Maya seduce a Miles con un sensual discurso de por qué comenzó a interesarse en el vino; y él no aprovecha ese momento de intimidad hasta cuando es demasiado tarde, consecuencia de su timidez e inseguridad. La actuación de Giamatti -el mejor intérprete de gringos fofos después de Philip Seymour Hoffman- es un libro de texto sobre las neurosis que aquejan al cuarentón común y corriente, cuya vida se siente desperdiciada.
Otro momento logrado ocurre cuando Miles ha logrado conseguir algo de sexo. Jack felicita a su amigo besándolo y acostándose sobre él, mientras le dice frases sugerentes ("¿Quién es tu papi?"), una socarrona alusión al homoerotismo subyacente en cualquier buddy movie.
Sin embargo, a pesar de sus dosis iguales de humor hilarante y melancolía, Entre copas opta por una resolución complaciente (tan eficaz que ha complacido a la mayoría de los críticos). ¿Realmente podría sostenerse a lo largo de los años una amistad entre dos personas tan diametralmente opuestas? ¿Y no resulta Maya demasiado buena para ser cierta, la fantasía total de un divorciado que se siente condenado al celibato? Así, se echa de menos el filo mostrado por Payne en sus anteriores películas, expresado mediante una mirada mordaz a una sociedad que ha construido un engañoso espejismo sobre los conceptos de éxito y felicidad. La resolución optimista de Entre copas parece desmentirla.
ENTRE COPAS
(Sideways)
D: Alexander Payne/ G: Alexander Payne y Jim Taylor, basado en la novela homónima de Rex Pickett/ F. en C: Phedon Papamichael/ M: Rolfe Kent/ Ed: Kevin Tent/ I: Paul Giamatti, Thomas Haden Church, Virginia Madsen, Sandra Oh, Marylouise Burke.