Editorial
López Obrador en la visión de los banqueros
Es obligado reconocer en las declaraciones formuladas ayer por los presidentes saliente y entrante de la Asociación de Bancos de México (ABM), Manuel Medina Mora y Marcos Martínez Gavica, respectivamente, un perceptible tono de modernidad y sentido democrático indicativo, a su vez, del aggiornamento político experimentado por los dueños y depositarios del capital financiero trasnacional que controla mayoritariamente a los bancos establecidos en el país. El primero dijo que los propietarios de la banca están dispuestos a "trabajar con el presidente que los mexicanos elijan", elogió la eficacia gubernamental de Andrés Manuel López Obrador, quien podría ser el candidato de su partido, el de la Revolución Democrática, al Ejecutivo federal, y le reconoció "planteamientos muy novedosos y frescos". El segundo fue más allá y dijo que la llegada a Los Pinos de un político de izquierda no representaría un obstáculo para el sector financiero, y hasta podría dotar de mayor competitividad a la economía nacional. "Estamos de acuerdo en que no importa de qué tendencia sea el gobierno, puede hacer los cambios que el país necesita para avanzar y modernizarse. En todo caso, el sector bancario deberá apoyar al gobierno, sin importar la tendencia ideológica, no tiene nada que ver ser de izquierda o de derecha", enfatizó Martínez Gavica.
Para poner en perspectiva el cambio experimentado en la mentalidad de los banqueros, baste con recordar la satanización de la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas a la jefatura del gobierno capitalino que intentó en 1997 Antonio del Valle, por entonces presidente de Bital, quien auguró que un triunfo del perredista generaría una gran catástrofe económica, sin considerar que ésta se había producido ya tres años antes por la perversidad y la torpeza con que se operó la transición entre las presidencias priístas de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo.
La moderación, la sensatez y el sentido institucional mostrado por los actuales dirigentes bancarios tienen tres aspectos que resulta pertinente mencionar. En primera instancia, sus declaraciones dan cuenta del realismo con que perciben la circunstancia nacional contemporánea, en la cual una perspectiva posible es, en efecto, la llegada de una persona de izquierda a Los Pinos. Ante esa posibilidad, sería un desatino descalificarla de antemano y sembrar, así, las semillas de una mala relación futura entre la Presidencia y la ABM. Otra implicación de ese realismo es que los banqueros parecen empezar a darse cuenta de que sus posiciones no les garantizan la omnipotencia como lo creían sus antecesores recientes ni la propiedad del país, y ni siquiera la del dinero que está depositado en sus instituciones; son, precisamente, depositarios y administradores de ese recurso, y nada más.
Desde una perspectiva contrapuesta, los señalamientos de Medina Mora y Martínez Gavica con respecto a López Obrador dejan traslucir una confianza en el estrechamiento de los márgenes de acción de los gobernantes en el contexto de la economía globalizada, como lo ilustra el caso del mandatario brasileño, Luis Inazio Lula da Silva, quien en diversos aspectos, y pese a sus concepciones económicas personales, ha debido apegarse a los lineamientos marcados por el llamado Consenso de Washington y custodiados por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. A su manera, las declaraciones del presidente saliente de la ABM y de su sucesor apuntan al dramático fenómeno del desvanecimiento de las diferencias políticas, al corrimiento al centro de izquierdas y derechas, y a la difícil viabilidad contemporánea de las propuestas de cambios sociales radicales.
Una tercera lectura de las declaraciones formuladas ayer en Acapulco por Medina Mora y Martínez Gavica deja ver un mensaje elíptico, pero inequívoco, al gobierno foxista, extraviado en actitudes cada vez más virulentas y cada vez más inconfesables en contra de López Obrador. Como puede darse cuenta cualquier persona que no pertenezca al círculo presidencial, la obsesión del foxismo por cerrar el paso a como dé lugar, y a costa de lo que sea, a la participación del gobernante capitalino en las elecciones del año entrante, introduce en el panorama nacional factores inocultables de inestabilidad y riesgos de ingobernabilidad que causan justificada preocupación en todos los sectores económicos, incluido el bancario. Cabría esperar que en Los Pinos los oídos sordos, incapaces de captar las advertencias de diversos actores políticos y sociales, se abrieran al menos para escuchar a los banqueros.