Usted está aquí: domingo 6 de marzo de 2005 Política El ex exilio

Néstor de Buen

El ex exilio

En España, obviamente a partir de la presencia de un gobierno socialista, se ha puesto un poco de moda el exilio provocado por el fin de la Guerra Civil, en 1939. Antes, gracias a la generosidad del general Lázaro Cárdenas del Río, iniciaron su exilio particular, sin clara conciencia de que era definitivo, los niños que fueron enviados a Morelia en 1937. Un grupo semejante se trasladó a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) el mismo año.

Se acaba de aprobar en España una ley que concede a los que fueron niños exiliados, hoy venerables mujeres y hombres bastante más allá de los 70 años, un subsidio económico que trata de compensar los años de pobreza. En la URSS, además, una etapa de guerra terrible en la que muchos de aquellos muchachos, ya jóvenes, participaron. En Morelia, al término de la presidencia de Cárdenas y sin el cuidado personal de doña Amalia Solórzano de Cárdenas (que a lo largo de muchos años sigue vinculada a los que fueron chiquillos), el general Avila Camacho se desentendió del problema. Prácticamente se cerró la Escuela España México y cada uno inició una aventura personal de enormes dificultades.

Algunos volvieron a España en busca de sus padres. Entre ellos no faltaron los que regresaron a México. Los de la URSS vivieron mayores dificultades. Hace unos días veía en El País la fotografía de un grupo que pudo llegar a España muchos años después. Todos viejos, como es natural.

La decisión del gobierno español es digna de elogio. Pero yo supongo que la mayor parte de los que fueron niños exiliados no necesitan ese apoyo, al menos los que conozco en México, que son casi todos. Han sido ejemplos excepcionales de trabajo, tesón, ejercicio de profesiones con éxito notable. Pero el que el gobierno de España se acuerde ahora de ellos, es algo que merecen.

El otro exilio, el masivo a partir de la derrota de la República en 1939, se dividió en muchas partes. De los injustos campos de concentración del sur de Francia salieron antiguos soldados de la República que se incorporaron a las fuerzas francesas para seguir combatiendo contra nazis y fascistas, lo que representaba el principal apoyo que tuvo Franco. Algunos formaron la guerrilla francesa: el Maquis. En Africa, bajo el mando del general Leclerc, participaron en las batallas en que fue derrotado el general Rommel, y los nombres de las ciudades notables de la guerra de España y la bandera republicana aparecieron en los tanques que entraron, en primer término, a París.

No faltaron los que fueron destinados a los campos de concentración y exterminio de los nazis, con las consecuencias que se pueden imaginar. Hay un libro de Jorge Semprún, estremecedor.

El exilio en México, el de mayor número en América Latina, poco más de 30 mil personas, lo que me incluye, libró otras batallas en las que el espíritu de trabajo o su formidable formación profesional y académica determinó su destino. España se convertía en la esperanza del regreso. Pero la decisión de no volver a ese país mientras gobernara Franco fue quedando atrás.

Para los jóvenes de mi generación, ir a España fue una experiencia notable. La habíamos inventado aquí, en nuestras reuniones políticas, en las obras de literatura que el exilio hizo abundantes, haciendo teatro y acudiendo a mítines. Pero era otra.

Las dificultades económicas de los exiliados fueron superadas, pero al término de la segunda Guerra Mundial, en 1945, el reconocimiento a Franco por las Naciones Unidas: era un baluarte en la guerra fría que comenzaba, hizo del regreso formal un mito.

La Revolución cubana inspiró entre los aún jóvenes exiliados la formación del Movimiento del 59. Fue el último esfuerzo que hicimos. A partir de entonces el exilio se convirtió en ex exilio.

España vive una democracia desde que Franco estiró la pata, que ya era hora, en 1975, precisamente un 20 de noviembre. Con altibajos de gobiernos conservadores, muy conservadores y socialistas, ha sabido mantener una estructura decidida por la voluntad del pueblo español. Una política centrista, de unos y otros, ha desarrollado la economía, y la pertenencia a Europa es garantía de muchas cosas. Juan Carlos I, rey de España, alcanza un mérito muy especial por ello.

Ciertamente, el exilio ya no existe. De hecho, acabó de morir cuando los socialistas ganaron el poder. No les hacía gracia contar con los exiliados. Pero lo que fue el exilio mantiene vivas en el recuerdo dos cosas: la intensa vida política que desarrollamos en México, y nuestro eterno agradecimiento a Lázaro Cárdenas. Además, la conciencia de que el exilio español fue la mejor inversión que pudo hacer México. Algo teníamos que pagar.

 
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