Usted está aquí: domingo 6 de marzo de 2005 Opinión Hablar bien

Bárbara Jacobs

Hablar bien

No veo mucho sentido en que a mi cocinera le enseñen poesía en los extraños cursos a los que asiste por las tardes hace más de treinta años. De por sí, no le es fácil leer, y no se trata de que necesite anteojos porque no los necesita. Los recados que ella toma los escribe con letra de colegiala principiante, y los que nosotros le dejamos debemos escribirlos con letra grande y de molde para que los pueda entender. Aun así, le cuesta descifrarlos, y esto lleva a situaciones más chuscas que trascendentes. Si le hacemos ver que no entendió, se lleva las manos a la cara y se la cubre de vergüenza, aun cuando le aseguremos que el error no merecía mayor atención. Avisarle que no vamos a comer en casa para que ella comprenda lo contrario y cocine, no es fundamental de ninguna manera. Y lo es más que, cuando recoge el periódico debajo de la puerta y nos lo trae a la mesa, ya haya leído los encabezados y hecho algún comentario como, "Pobrecitos", si se trata de las víctimas de un maremoto; o, "Ay, estos señores", al ver la fotografía de los presidentes del mundo en una de sus juntas "cumbre".

El otro día nos pidió un "libro de poesías", y al regresar de su misteriosa escuela nos preguntó cómo encontrar las "arrimas" en los poemas. Le mostramos las rimas y pareció entender; mojó la punta de su lápiz y en un cuaderno copió el soneto y subrayó lo que debía, con rojo unas y con azul las otras "arrimas". El término, por otra parte, no se aleja mucho de lo que quiere significar.

En todo caso, se acerca más que el "apodar" del jardinero que debe podar los árboles cuando les toca. Y es más curioso que él mismo, que nos habla de "usted", nos diga, "¡Andale!" cada vez que le hacemos saber que colegimos lo que nos dice o que estamos de acuerdo con su opinión. ¿Valdría la pena corregir el "arrimas" y el "apodar"? Yo creo que no, como tampoco creo que habría que enseñar al jardinero a concordar para que en vez de "¡Andale!" nos dijera "¡Andenle!" ¿Qué diferencia podría esto hacer?

Más valioso y hasta esencial debería ser corregir a los "comunicadores" de los medios siempre que declinan el verbo haber cuando significa hay y no es auxiliar ("Han habido muchas víctimas del maremoto"), o al no saber lo que es la concordancia y, en consecuencia, usarla mal ("El es de los que ayuda a las víctimas").

Es difícil hablar bien por más que uno haya recibido una buena educación. Cada vez se oye más que "el uso impera", y sí, es cierto; pero no si se trata de una sintaxis incorrecta. Impera en la incorporación de palabras o expresiones en otras lenguas (OK, por ejemplo), pero no en errores de lengua. Por suerte no estallo cuando corrijo, porque lo hago para mis adentros; aunque no puedo dejar de sonreír al escuchar que un vendedor me extiende sus bienes para que yo elija según mi "complacencia".

Hay términos que a mí misma me gustaría incorporar como válidos en el español de todas las naciones hispanohablantes. Me refiero a nuestro mexicano "orita", que los cubanos utilizan como "oritica", que tampoco está mal, y que en México ha llegado al extremo del "orititita" para mayor precisión.

Todo esto está muy bien, pero no explica por qué en una boda en la que pidieron a los invitados que anotáramos en una tarjeta un pensamiento para los novios, a mí no se me ocurrieran más que frases hechas como "Si estás libre de culpa tira la primera piedra" o "Antes de casarte mantén los ojos bien abiertos; después, ciérralos cada vez que puedas". ¿Por qué no logré armar ninguna otra reflexión, una que más bien fuera alentadora? Una invitada mayor, con experiencia, decía: "Voy a escribir 'Paciencia'", o incluso "Paciencia diaria", pero no llegó a escribir nada. ¿Porque se impacientó? ¿Qué tal haber escrito, como diría mi recamarera, "Espacio que tengo prisa"?

La lengua es un arma, y asusta, por más que de igual modo proteja y dé seguridad. ¿Está en el habla el verdadero signo de distinción de una persona? ¿Está en el habla el verdadero nivel de educación de una persona? Tal vez no; pero yo pediría que nos fijáramos más en la riqueza del español correcto. Cotidianeidad; femineidad; tergiversar. Hay unos cuadernos estadunidenses que en la tapa de atrás incluyen una lista por orden alfabético de las palabras frecuentemente mal escritas que a mí me da por consultar. La curiosidad de saber, y saber bien, es un placer que me gustaría contagiar.

 
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