Cuatro horas de aburrición
Los toritos tlaxaltecas de Los González resultaron escurridizos, saltarines y peligrosos. El primero se quedó atrapado en un burladero, lo que retrasó la corrida una hora. A estos toros le salieron toreros desesperados, que trasteaban el ganado, en busca de padrino y contratos. Sólo el rejoneador Simón Vega calentó a los aficionados. Han partido plaza, en las recientes corridas de la temporada para minorías, toreros en busca de salir del anonimato y toros difíciles. En este ambiente, la cerveza hace subir la marea, la sangre da bárbaros fermentos y el sueño no se hace esperar. Otra corrida sosa y mediocre, y estábamos los "cabales" rumiando nuestro aburrimiento. Ser "cabal" es odiar lo rutinario, el método que castra y embeberse en la vida-muerte del pase natural o la verónica marcando los tiempos y convertir en arte la lidia de reses bravas.
No han salido los novillitos "poncianos" de entra y sal en las recintes corridas. Toros duros en general, mal lidiados y picados, que aprendían a discernir y luego se cansaban de punear el engaño, terminando paradotes, reservones y tirando cornadas a diestra y siniestra. ¿Qué se les puede pedir a estos toreros con dos o tres actuaciones en el año? Por valor y ganas de ser no ha quedado; con precipitación, cambio de terrenos en cada lance, lo que promueve que el toro aprenda, se ponga a la defensiva y mande por los aires al menor descuido al torero.
¿Cómo, sin sitio y estos toros, pueden estos toreros saborease, darse, sentirse?
Entre otros, reapareció ayer al que muchos consideramos podría ser el heredero del toreo a la mexicana, por su capacidad para convertir en arte torero caprichoso el juego de la vida-muerte. En el coso dejó las ilusiones, y la pena. Toreros que se repiten con ojeras características de la depresión, enmarcando la agonía torera. Vivencia de la fantasía de una gloria inmortal y un real martirio cotidiano. Sólo los elegidos llegan; en el camino se quedan miles.