Editorial
Evocación del autoritarismo
Ayer, en la conmemoración del 190 aniversario de la Instalación del Supremo Tribunal de Justicia para la América Mexicana, el presidente Vicente Fox manifestó que "buscar justicia en las calles, fuera de tribunales, invita al desorden", que "se equivocan quienes controvierten fuera de las instancias legales" y aseguró que lo que llamó el "presidencialismo impositivo" ha sido superado y el país vive un régimen de plena separación de poderes. Las palabras del titular del Ejecutivo federal fueron desafortunadas por diversas razones.
En primer lugar, porque exhiben, de nueva cuenta, la obsesiva animadversión presidencial contra el jefe del Gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador. En efecto, no pasa día sin que el Presidente y sus más cercanos colaboradores se abstengan de denostar al político tabasqueño, y eso no es bueno para la vida política del país, para la imagen de la Presidencia de la República ni para el propio Fox, quien se presenta a la opinión pública como un mandatario dominado por rencores y dispuesto a usar la tribuna que le confiere su cargo para mantener un golpeteo contra sus adversarios políticos.
Adicionalmente, la insistencia del mandatario en lugares comunes sobre el imperio de la legalidad y la obligación de los funcionarios de acatar las leyes, termina por traducirse en boomerangs contra el propio foxismo, en la medida en que, como se documentó en este diario en la edición del pasado 28 de febrero, existen al menos tres casos de inejecución de sentencias de amparo la misma falta que la Procuraduría General de la República (PGR) atribuye a López Obrador por parte de Fox y de su procurador, Rafael Macedo de la Concha, lo que denota la doble moral con que opera el actual gobierno y la utilización facciosa y parcial de leyes e instituciones. Porque cabe dudar de que la PGR decidiera ejercer acción penal como hizo contra el jefe del Gobierno del Distrito Federal, en una decisión que se tomó en el ámbito presidencial, aunque ahora el vocero de Los Pinos se empeñe en deslindar a la institución en casos en los que los imputados serían el propio titular de la PGR y su jefe inmediato, el Presidente de la República.
Por añadidura, en las expresiones formuladas ayer por el titular del Ejecutivo federal se percibe un acento autoritario por demás improcedente e inquietante. En efecto, cuando el Presidente se refirió a la "búsqueda de justicia en las calles", en obvia alusión a las movilizaciones de protesta contra el proceso de desafuero que se sigue al mandatario capitalino, y dijo que tales actos "invitan al de-sorden", puso en cuestión, acaso sin darse cuenta de las implicaciones de sus palabras, la garantía de manifestación consagrada en la Carta Magna. Cuando criticó a quienes "controvierten fuera de las instancias legales", Fox dio la impresión de estar en contra de la libre expresión de las ideas. No está de más recordar que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define el verbo controvertir como "discutir extensa y detenidamente sobre una materia defendiendo opiniones contrapuestas", una actividad que no sólo es plenamente legal y permitida por las leyes vigentes, sino resulta, además, necesaria y hasta consustancial al desarrollo democrático. Un Ejecutivo federal contrario así sea en el terreno verbal a las garantías referidas resulta muy cercano a esa "presidencia impositiva" a la que Fox se refirió ayer como cosa superada.
Posiblemente el mandatario no haya tenido en mente, cuando dijo lo que dijo, emprender acciones que coarten, limiten o impidan las manifestaciones ciudadanas y los debates políticos. En todo caso, la Pre- sidencia de la República debería aclarar a plenitud el sentido de las frases pronunciadas ayer por Fox, porque el país requiere de un jefe de Estado ajeno a cualquier tentación de autoritarismo y que se abstenga inclusive de parecer autoritario.