Estrategia hacia la derrota
El "tiempo" es un factor determinante en política. Quien controla el tiempo, generalmente impone las decisiones, pues en consecuencia decide no sólo el tiempo de la batalla, sino el lugar de la misma, y esto es el abc del militar, mientras que para el político la condición para salir adelante frente a los adversarios debe ser: quien controla la agenda, controla la política.
¿Cuál es el tiempo de Andrés Manuel López Obrador? ¿Por qué su gran ofensiva si sus adversarios, supuestos o verdaderos, no le han dado ni tiempo ni lugar para la batalla?
La sección instructora de la Cámara de Diputados parece no compartir los tiempos de López Obrador, pues ha declarado que su dictamen a presentarse en el pleno aún no tiene fecha, lo cual decidirán el PRI y el PAN (mayoría en esa comisión) cuando consideren que tendrá lugar la decisión. Bajo esta consideración, lo único importante para López Obrador no es modificar ni adelantar o atrasar la agenda de los diputados contra el desafuero, sino imponer la agenda interna del PRD.
López Obrador moviliza a sus simpatizantes no en lucha contra Fox ni contra el PAN ni el PRI, sino para imponerse dentro del PRD y controlarlo. Gracias a la estrategia "contra el desafuero" impone a los presidentes nacional y del Distrito Federal del partido, a su sucesor en la jefatura del Gobierno y la plataforma programática de 2006, que se identifica en mucho con la liberación estatutaria del PRI para la privatización de los energéticos y otros compromisos neoliberales en su programa de los "20 puntos".
Victimizarse le permite todo tipo de excesos, por ello la lógica y el tiempo que marca su estrategia no es la "lucha contra el complot", sino apoderarse por completo del PRD y ofrecerlo como presa en la negociación, así como en los pactos venideros con la cúpula oligárquica del país.
Luego de que sean impuestos Leonel Cota como presidente nacional y Martí Batres como presidente en el Distrito Federal, continuará la imposición igualmente arbitraria de los 300 candidatos a la diputación federal, los 40 candidatos para la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y los candidatos en las 16 delegaciones, más el candidato a la jefatura de Gobierno.
El registro del PRD estará al servicio no del amplio movimiento y los que lo sustentan, sino solamente de López Obrador y sus compromisos.
En un balance sobre la realidad de la lucha contra el desafuero, más allá de los gastos gubernamentales para sostener artificialmente esa estrategia, está el hecho de que es absolutamnete mínima la respuesta popular para manifestarse con el listón, calcomanías o posters en las casas. Igual que aquel llamado absurdo de 1988 en que se pidió a la sociedad que apagara las luces de su casa tal día a tal hora y lo único que se demostró es debilidad y minoría. ¿Era ésa la sociedad que se levantaría en armas contra el fraude?
Por eso es que la agenda de López Obrador no es la agenda ni del gobierno de Fox ni de 2006 ni de los diputados, sino la agenda del PRD convirtiendo la estrategia contra el desafuero en la vía para el control absoluto del partido, sus dirigentes y futuros candidatos.
La poca respuesta ciudadana a manifestarse contra el desafuero no sólo en la ciudad de México, sino en todo el país, demuestra que utilizar el desafuero como estrategia de movilización es artificial en la realidad política, pues está supeditada a las encuestas. El desafuero vendrá cuando las encuestas digan que el jefe de Gobierno va por debajo de sus contrincantes y no habrá posibilidad de defensa, pues López Obrador aceptó esa regla, la legitimó e hizo creer en ella. Hay un tufo de contrainsurgencia en todo esto.
En la ciudad de México los movimientos han sido desamentelados desde el mismo gobierno lopezobradorista; es falso que exista gran expectativa en las ciudades de provincia y, en cambio, hay mucho engaño, pues los grupos que hacen activismo colocan unas cuantas mantas como actos voluntariosos. Aquí en el Distrito Federal los actos de "resistencia civil" no pasan de ser acciones vanguardistas y grupusculares de funcionarios del partido o de ex funcionarios de Gobierno habilitados como "sociedad civil", pero no logran generar verdaderas movilizaciones ni acciones de masas.
Es totalmente falso que exista una movilización como en 1988. El PRD, intervenido oligárquicamente, subordinado y sin independencia, carece de una propuesta creíble y no representa una identidad ética ni política para conducir la transformación del país.
No obstante, el partido del sol azteca no es útil como instrumento liberador. Una pésima estrategia, un tiempo ocupado "contra el desafuero" y un silencio programático real son condiciones no para la victoria, sino para una profunda derrota.
Ya desde el "pacto de transición" con Ernesto Zedillo las corrientes dominantes del perredismo optaron por la traición, contra una política independiente y de confrontación real con los intereses del viejo régimen, por una estrategia de la derrota y un partido y un movimiento inexistentes.