Usted está aquí: martes 8 de marzo de 2005 Opinión Niebla espesa

José Blanco

Niebla espesa

El futuro de la nación mexicana es niebla espesa. Todos los ámbitos de la vida social se hallan en la incertidumbre. Un sector significativo de la sociedad rechaza de manera terminante continuar por el rumbo de la globalización neoliberal, que ha causado estragos durante décadas en el amplio segmento de la población más pobre, y no ha construido un camino, una ruta que seguir para la modernización del país.

El signo inequívoco de la modernización es la inclusión social, el abatimiento drástico, por tanto, de la desigualdad socioeconómica y de los niveles de pobreza y miseria que asuelan a la mayoría de los mexicanos. Si la pobreza es una ancha franja de la nación, existen espacios, como el que algunos medios acaban de descubrir, como el de una comunidad en el municipio de Atzacan, de alrededor de 17 mil personas, en la región de las Grandes Montañas de Veracruz, que nunca jamás han visto el agua entubada y, literalmente, no conocen la luz eléctrica. Es simplemente inadmisible que la escala social llegue a tales extremos.

La globalización neoliberal que han seguido los gobiernos de siempre y el del cambio no abrieron ruta alguna hacia el futuro. Continuamos entrampados, en una lucha democrática que genera mayor desencanto por cuanto no cuenta con ningún objetivo de ascenso social, modernización económica y vías efectivas para cerrar las brechas abismales que se abren a paso continuo en la sociedad mexicana.

Existe, de otra parte, un segmento social en la nostalgia de la sinrazón: el de la defensa cerrada "de lo que queda" de "las conquistas" de la Revolución Mexicana. El Partido de la Revolución Democrática es sin duda una expresión de estos mexicanos persuadidos de que, con la cara vuelta al pasado, progresaríamos. No sería así, porque la Revolución Mexicana histórica, la de los hechos, fue el Estado corporativo, la sustitución de importaciones en medio de la corrupción y el enriquecimiento ilimitado e indefinido de una burguesía incapaz de ganarse un lugar en el concierto internacional, por su ineficacia y su ignorancia acerca de la creciente relación entre conocimiento y producción agrícola e industrial.

No es claro, sin embargo, que la ideología del PRD de la defensa de lo que queda de las conquistas de la Revolución Mexicana sea homogénea entre sus miembros. Para muchos de ellos sólo se trata de una vía de acceso a posiciones de poder bajo la mira del interés personal.

Diversas voces en el PRI continúan bajo la creencia de que el "abandono" de la ideología de la Revolución Mexicana explica la pérdida de la Presidencia de la República. Como si en los hechos efectivos, las políticas públicas de los gobiernos priístas hubieran sido precisamente aquellos que alguna vez fueran definidos como los objetivos constitucionales del desarrollo y no la corrupción, el autoritarismo y el corporativismo aún con vida después de 30 años de neoliberalismo priísta y panista.

Entre una imposible continuación de la Revolución Mexicana -tanto la de la doctrina del nacionalismo revolucionario, como la del populismo corporativo-, y también la imposible continuidad de un neoliberalismo más papista que el Papa, profundamente ignorante de lo que ocurre en el mundo, ya en la versión priísta, ya en la de los "empresarios de Estado" que llegaron al poder, México se encuentra entre la niebla más densa por lo que hace a su futuro.

Ningún régimen sociopolítico es ahistórico, ninguno pudo ser construido -ni lo será- per secula seculorum. La Revolución Mexicana nació de cara a un régimen oligárquico, a una exclusión social de la profundidad de Atzacan en todo el territorio nacional, como producto del latifundismo y de una dependencia respecto al exterior, presente como enclaves de inversión externa con trabajo semiesclavo y propietaria de los recursos básicos del país, sin relación prácticamente ninguna con el resto de la sociedad y la economía.

Nuestra situación de hoy es otra muy distinta. La Revolución Mexicana de los hechos hoy no nos sirve para nada, como para nada nos sirve la globalización neoliberal.

Existen en los hechos del último medio siglo un buen número de experiencias exitosas de desarrollo: no sólo lo que ocurrió en Asia con los llamados cuatro tigres -Hong Kong, Taiwan, Corea del Sur y Singapur-, se han agregado a un proceso impetuoso de crecimiento Malasia, Tailandia, Indonesia, de forma más espectacular China y Vietnam. Lo hicieron también España, Portugal, Finlandia, Escocia, e India que ha desarrollado ya un espacio significativo de su territorio.

Ninguna experiencia de desarrollo exitoso es igual a otra. Nadie les hizo su trabajo y los sacrificios que hicieron tuvieron frutos. Todas son casos originales vinculados a su historia, su idiosincrasia, sus valores, sus aspiraciones. Pero es necesario aprender de estos casos: qué decisiones tomaron frente a qué problemas. Pero para aprender es indispensable estudiar y aquí nadie estudia. Vivimos en la niebla espesa chocando unos con otros estúpidamente.

 
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