Usted está aquí: viernes 11 de marzo de 2005 Política Desafuero e izquierda

Gilberto López y Rivas

Desafuero e izquierda

Tiene razón el subcomandante Marcos cuando señala en relación con el desafuero de Andrés Manuel López Obrador que para los zapatistas éste no es un problema "de simpatías políticas o de cálculos cínicos de lo 'menos malo'. No, como siempre en nuestro caso, es un problema ético". Esta afirmación ratifica la diferencia en el razonamiento de una izquierda que fundamenta sus acciones y posicionamientos en razones de principios, más que en lo que resulte "favorable" para intereses personales, partidarios o de grupos.

Ciertamente que el desafuero exhibe de nueva cuenta el carácter instrumental que para la derecha tiene la vía electoral, la cual resulta "positiva" siempre y cuando el triunfo de esta fuerza esté garantizado por cualquier medio, incluyendo la violación al sacrosanto estado de derecho, el fraude electoral, el asesinato y el golpe de Estado. El caso de Venezuela enseña el verdadero rostro de la derecha "democrática", que, habiendo perdido una y otra vez en las urnas, conspira nuevamente con el apoyo de Estados Unidos en contra de Hugo Chávez, convocando abiertamente al magnicidio.

No sorprende la indignación generalizada que ha provocado el intento de inhabilitación del jefe de Gobierno de la ciudad de México, dado lo burdo de la maniobra legalista y la utilización facciosa por parte del Ejecutivo federal de la Procuraduría General de la República, el Poder Judicial y en particular la Suprema Corte de Justicia de la Nación. La alianza espuria del PRI y el PAN en la Cámara de Diputados para esta acción ilegítima e ilegal demuestra la complicidad estratégica de esos dos partidos para mantener al país encadenado al modelo económico neoliberal y con la misma maquinaria burocrática corporativa, penetrada gravemente por el crimen organizado y la corrupción, con la que ha gobernado Vicente Fox.

Con todo, también el desafuero ha mostrado el oportunismo político de un partido que a lo largo de todos estos años no se ha preocupado en lo más mínimo por construir poder popular o ciudadano en los gobiernos bajo su administración, que ha traicionado los principios que le dieron origen y que ante la eventualidad de no contar con un candidato que puntea en las encuestas, confronta la realidad que ha venido construyendo a lo largo de una década en la que vació de contenido su relación con las organizaciones de masas en los ámbitos ciudadano, popular, campesino, sindical e indígena.

No es posible que la izquierda social considere el desafuero como una carta en blanco para López Obrador o para el partido que eventualmente lo postule. Por ello, es necesario el deslinde entre la oposición clara a la pretensión de dejar sin derechos al jefe de Gobierno y la suma adocenada en favor de su candidatura.

Para empezar habría que preguntarse: ¿será realmente el 2006 la llave para la transformación y el cambio de rumbo de nuestro país? Ya son muchas las fechas mágicas que a lo largo de estas décadas han pasado ante las esperanzas frustradas de los mexicanos. La reciente experiencia del gobierno de Lula en Brasil nos indica que la llegada al gobierno de un dirigente incluso de extracción obrera y postulado por un partido de izquierda, no significa necesariamente la solución a los problemas y una mejora de las condiciones de vida de los sectores populares.

Por otra parte, nuevamente la experiencia venezolana muestra que la llegada al gobierno de un dirigente realmente dispuesto a llevar a cabo transformaciones a partir de programas que crean las condiciones para la formación del poder popular y la concientización generalizada de los sectores populares, es una posibilidad real. Paradójicamente, en este caso el presidente Chávez fue acremente criticado por sectores de la izquierda venezolana que habían perdido el rumbo en sus brújulas políticas y que hicieron mancuerna con los sectores oligárquicos más recalcitrantes.

La izquierda antisistémica no puede basar su programa de acción en la mera alternancia en el gobierno, el combate a la corrupción, una administración de los asuntos públicos más eficiente y programas asistenciales a los sectores vulnerables. Se requieren cambios estructurales que definitivamente saquen al país de la lógica de la depredación capitalista; es necesario el fin de un régimen, el paso a una verdadera transición democrática y el inicio de un nuevo tipo de relación entre gobierno y gobernados.

¡Qué lejos está la clase política de las aspiraciones y demandas del "abajo" al que Marcos remite! Viviendo en la superficialidad a que él se refiere, esa clase oculta en sus pugnas y diferendos el drama del México que día a día es menos nuestro. En ese juego de espejos, se reflejan las imágenes deformadas de una realidad que pasa ante nuestros ojos con el tamiz de la casa de la risa en la que vivimos cotidianamente.

Por ello, es sano debatir proyectos nacionales de largo aliento, no basados en personas o coyunturas electorales; estructurados a partir de las necesidades urgentes de cada sector, con su participación directa y protagónica. Ningún espacio debe ser considerado vacío o neutral, ni en el ámbito de lo político ni el terreno social. La crítica debe enderezarse al encuentro de caminos para romper con lo existente; con la rutina del pensamiento homogéneo que juzga cualquier situación con criterios de blanco o negro o con la racionalidad pragmática que decide en función de lo que no afecta a una imagen pública. Con base en estos criterios manifiesto mi profunda indignación ante la pretensión de secuestrar los derechos políticos del jefe de Gobierno.

 
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