Editorial
¿Terroristas islámicos en México?
En la edición de la revista Time correspondiente al 21 de marzo y cuyo material está disponible desde ayer en la página web de la publicación estadunidense se afirma, citando "un boletín restringido que circuló la semana pasada entre agencias de seguridad" del país vecino, que la organización de Abu Musab Al Zarqawi, que ha reclamado asesinatos y atentados terroristas en el Irak ocupado, planea atacar "objetivos fáciles" como salas de cine, restaurantes y escuelas en Estados Unidos y que algunos atacantes podrían llegar a territorio estadunidense obteniendo primero una visa para viajar a Honduras y atravesar México con el propósito de cruzar la frontera norte de nuestro país.
Por delirante que resulte, la versión ofrece una buena radiografía de la catástrofe en que se ha convertido la aventura militarista estadunidense en Irak y las maneras en que las instancias de poder de Washington tratan de digerirla y desviarla hacia nuevos frentes. Por principio de cuentas, si lo dicho por Time fuera cierto, resultaría obligado concluir que la agresión perpetrada por el gobierno de George W. Bush contra el infortunado país árabe, emprendida en nombre de la "guerra contra el terrorismo internacional", ha tenido la nefasta virtud de multiplicar las fuerzas y las capacidades de su enemigo, toda vez que el derrocamiento del régimen de Saddam Hussein habría dado como consecuencia el surgimiento, en el Irak ocupado, de agrupaciones terroristas que hasta marzo de 2001 no podían actuar en ese país, y que ahora se plantean, desde él, organizar ataques contra objetivos situados en territorio estadunidense; adicionalmente, las acciones de Bush adoptadas con el supuesto objetivo de preservar la seguridad de sus conciudadanos habrían derivado en el efecto contrario de multiplicar las amenazas en casas, cines y centros comerciales.
Por otra parte, es preciso tener en cuenta que las "fuentes" de la revista mencionada hablan de supuestos datos obtenidos en los interrogatorios de un asistente capturado de Al Zarqawi, y ya se sabe qué clase de métodos emplean las fuerzas policiales, militares y mercenarias en esos interrogatorios. El año pasado, cuando se desató el escándalo a raíz de las torturas perpetradas por efectivos estadunidenses en la prisión iraquí de Abu Ghraib, los expertos israelíes en torturar presos palestinos desaconsejaron a sus aliados de Washington los indignantes procedimientos que todo el mundo pudo ver documentados en fotos y videos porque, dijeron, en circunstancias de dolor, pánico o humillación extremos los prisioneros decían, para escapar del tormento, lo que sus verdugos quisieran escuchar, fuera cierto o no. Y en el caso mencionado es claro "lo que quiere escuchar" el personal de la CIA y el Pentágono: datos que alimenten la histeria popular y el pánico colectivo ante posibles ataques terroristas, toda vez que histeria y pánico son componentes fundamentales del apoyo social de la administración estadunidense actual.
Adicionalmente, debe apuntarse que la alharaca sobre los supuestos peligros a la seguridad nacional estadunidense son un elemento central para la formulación de presiones injerencistas contra nuestro país, de nuevas exigencias para que se permita el libre accionar de espías y elementos policiales y militares de la nación vecina en territorio mexicano, así como de empeños renovados por uncir a México a un conflicto que no le corresponde y que, para colmo, es en gran medida consecuencia de las decisiones de Washington en su política exterior unilateral, colonialista y violatoria de la legalidad internacional. El sentido común indica que si Al Zarqawi realmente existe, y si es en verdad el responsable de las acciones terroristas que se le imputan, probablemente esté muy ocupado en atacar a las fuerzas ocupantes en Irak y en escapar de ellas, y que no tenga tiempo ni energía para dedicar pensamientos al remoto México.