El paso de la retórica a la acción
Representantes de casi todos los países del mundo se reunieron en las Naciones Unidas, en Nueva York, para examinar la aplicación de la Plataforma de Beijing adoptada en 1995 y los resultados logrados en ese periodo para el avance de la mujer y la igualdad entre los géneros.
La reunión se hizo en el contexto de la Comisión Jurídica y Social de la Mujer, que sesionó desde el 28 de febrero hasta el 11 de marzo, y en ella se identificaron los retos que deben superarse para alcanzar los compromisos asumidos por los gobiernos.
Dos áreas resultan especialmente críticas para el logro de la igualdad de género: la superación de la pobreza y el empoderamiento de la ciudadanía en un contexto democrático.
En los años 90, el riesgo de morir por causas vinculadas con el parto y el embarazo afectó a una de cada 130 mujeres en América Latina, razón que supera en casi 14 veces el promedio correspondiente a los países desarrollados. Este solo indicador es una prueba de las inequidades sociales y de la postergación de las mujeres. Si a eso se suma la constatación de que en 2002 casi la mitad de las mujeres mayores de 15 años no tenía ingresos propios, mientras que sólo cerca de 20 por ciento de los hombres se encontraba en tal situación, y que la representación política dista de ser equitativa, comprenderemos con preocupación que los importantes avances son insuficientes y heterogéneos.
Además, en muchos casos las políticas públicas no llegan a quienes más lo necesitan. Así lo demuestra la sobrerrepresentación de las mujeres indígenas y afrodescendientes en el sector laboral más precario y peor remunerado, que es el del servicio doméstico. O el que las mujeres son mayoría entre los ancianos sin protección social.
América Latina y el Caribe aportan a esta reunión el Consenso de México, adoptado por unanimidad durante la novena Conferencia Regional sobre la Mujer que se verificó en junio de 2004.
Según el Consenso de México, el desempleo afecta desproporcionadamente a las mujeres y requiere políticas proactivas que promuevan la creación de empleos, incluyendo acciones afirmativas que aseguren igualdad de condiciones en el mercado laboral entre mujeres y hombres.
Asimismo, los gobiernos se impusieron integrar consideraciones sobre el impacto de género, tomando en cuenta la diversidad étnico-racial y generacional, revisar la legislación para garantizar el ejercicio responsable de los derechos sexuales y reproductivos, y el acceso sin discriminación a los servicios de salud, incluida la salud sexual y reproductiva.
Es de esperar, por lo tanto, que la reunión que se de-sarrolló en Nueva York ratifique los compromisos regionales y ponga el acento en las estrategias y políticas más eficaces para fortalecer la ejecución de políticas que permitan el paso de la retórica a la acción.
Del lado positivo, están el logro educativo de la mujer en los últimos 10 años, las bajas notables en la fecundidad femenina, las consecuentes modificaciones en las relaciones familiares y el importante, aunque insuficiente, acceso a la toma de decisiones.
A pesar de estos avances, la mayoría de los hombres no participan en el trabajo del hogar ni en las actividades de cuidado no remuneradas que demanda la vida comunitaria y social con la consecuente concentración de trabajo doméstico en manos de las mujeres. La armonización del ámbito público y privado, además de plantear desafíos en el campo de los valores y los comportamientos, requiere de políticas públicas que favorezcan la redistribución de responsabilidades familiares entre hombres y mujeres.
Finalmente, en el ámbito institucional se han generado nuevas instituciones y orientaciones que se abren paso en medio de complejos procesos de reforma del Estado. Las reformas legislativas han abierto oportunidades y desafíos en cuanto al ejercicio real de los derechos humanos de las mujeres.
Nuevos conocimientos y experiencias en políticas públicas ilustran el impacto de los beneficios de la igualdad de género. Como señalara Kofi Annan, secretario general de las Naciones Unidas al inaugurar los trabajos de Beijing+10: "Han transcurrido 60 años desde que los fundadores de las Naciones Unidas consagraron en la primera página de la Carta la igualdad de derechos de las mujeres y los hombres. Desde entonces todos los estudios nos han enseñado que no existe un instrumento de desarrollo más eficaz que la potenciación de la mujer".
* Socióloga, jefa de la Unidad Mujer y Desarrollo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).