Usted está aquí: lunes 14 de marzo de 2005 Cultura Páramo desconocido

Juan Rulfo

Páramo desconocido

El padre Villalpando recogió sus cosas y regresó a continuar la misa. Su cabeza se movía de un lado a otro, desoyendo el movimiento de su cuerpo, y, de pronto, se dio cuenta de que estaba pensando en su cuerpo, o quizá no en el de él, sino el de Susana San Juan, que había mostrado los senos desnudos flotando en un aire caliente y el comienzo en la cintura, allí donde se llevan todos los pecados de los hombres.

Pero él no era hombre, lo había sido. Ahora pertenecía a otra humanidad. Sacudió la cabeza para borrar la imagen de aquella mujer, perdida mujer, hermosa, con la hermosura limpia y los senos otra vez prendidos en el aire, sostenidos por el aliento; los senos, nidos de amor, pero él no tenía derecho de eso ni de ninguna otra cosa. Sacudió otra vez el pensamiento y entró al Evangelio bendiciendo con su manos temblorosas a los fieles. Luego se hundió en el recuerdo vivo, reciente, y sus manos, utilizando las yemas de los dedos, repasaron las letras de la mesa, sin atreverse a recorrer la hoja, las letras que tenían figuras de mujer. Luego, vencido por las venas hinchadas, pronunció el nombre de Susana San Juan y cerró los ojos, estremecidos sólo por ese nombre.

Volvió a pronunciarlo para castigarse, sintiendo que era un fuete de fuego que le partía la cara y, al hacerlo, encontró otra vez los senos en las letras redondas. Se arrodilló para la consagración, contó los gestos de la Oración del Huerto, pero cerró el cáliz sin haber probado la carne ni la sangre.

Todos los movimientos deteniéndose, conteniendo la respiración, esperando que alguna señal le reprobara, mientras oía el sonar de la campana, y adivinó que los fieles estarían pegados hacia la tierra; cerrando los ojos se perdonó a sí mismo, por qué si estar arrepentido es su intención.

Por la puerta abierta de la iglesia entraban las golondrinas repasando la nave. Oyó el piar de las golondrinas en el silencio que antecede a la culminación de la vida. La oración dicha en latín, en un idioma que puede deletrearse o que puede convertirse en un rumor ininteligible.

Cerró el breviario y entró en el Evangelio de San Juan. En el principio existía el verbo, pero ya para entonces todos los fieles habían abandonado la iglesia apenas alumbrada en esa hora.

Pensó en Susana y se soltó las manos para dar la bendición, pero enseguida un cuerpo totalmente desnudo se puso junto a él, enfrente, y él lo miró, se recostó sobre el pilar del curato y sus manos abrazaron la imagen y sus labios calientes besaron la fresca casa donde estaba vivo el cuerpo de Susana. "No sé por qué", dijo, "no sé por qué", y sus labios destilaron agua y mordieron en ese otonco de un pilaje cultural; después, al separarse, dijo: "Tengo un día por delante, pero no sé lo que sucederá cuando llegue la noche".

Fragmento que Juan Rulfo eliminó de Pedro Páramo y fue leído por su viuda, Clara Aparicio, en el Palacio de Bellas Artes. El título es de la Redacción de La Jornada

 
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