Usted está aquí: lunes 14 de marzo de 2005 Deportes Triunfa la ganadería de Atlanga y destacan Gitanillo de Tlalpan y Pepe Murillo

Bravura, torerismo y ambiente en la tercera novillada de Promotora Sarajuana

Triunfa la ganadería de Atlanga y destacan Gitanillo de Tlalpan y Pepe Murillo

Silis y Rodríguez, empeñosos

Repiten color Delfino Campos y Gerardo Angelino

LEONARDO PAEZ

"Sarajuana no es una empresa de mi tía Sara y mi prima Juana, explicaba Francisco Carmona -uno de los entusiastas socios junto con Carlos de la Peña, Armando Cornejo y Alejandro Salcedo-, sino el nombre que recibía una antigua arma de fuego, parecida al arcabuz". En ningún diccionario encontré el término, le comenté. "Es que era tan antigua que aún no se inventaban los diccionarios", terció con guasa el matador José Luis Herros.

En tan sólo tres festejos que lleva realizados en la plaza La Florecita, de Ciudad Satélite, Promotora Sarajuana ha demostrado que antes que los millones y las petulancias hacer fiesta de toros exige sensibilidad, amor por una tradición y respeto por la bravura, por quienes se visten de luces y, sobre todo, por el público, que acude y paga con el deseo de experimentar emociones, no de soportar aburrimiento.

Como intuyendo lo que vendría, antes del paseíllo la empresa entregó un reconocimiento al ganadero de Atlanga, don Emilio Rodríguez Arroyo, cuya divisa azul rey y rojo ha escrito, a lo largo de 114 años, páginas gloriosas, manteniendo en alto el prestigio del campo bravo tlaxcalteca.

Previamente, el grupo Los Zagales había deleitado a la concurrencia con la magia y el misterio del flamenco -Andrea, cantaora y bailaora; Marco, bailaor, cantaor y cajón; Ana María Liceaga y Cecilia Romero, bailaoras, y el guitarrista jerezano José Jiménez. A 15 años de fundado por Marco y Andrea, el grupo ha recorrido España, Canadá, Estados Unidos, Arabia y la República mexicana, en una globalización bien entendida del arte.

Abrió plaza Lagunero, playero de cuerna, que tras recargar en un puyazo llegó a la muleta con claridad. Juan Luis Silis, que sustituía a Elizabeth Moreno, impedida de actuar por una lesión y anunciada para el próximo domingo, inició su faena con suaves doblones, derechazos regulares y naturales mejores, no sólo por su limpieza sino por la noble codicia del astado. De pinchazo y media, no sin escuchar un aviso, terminó Silis su desigual faena, saliendo al tercio luego de que el novillo fuera aplaudido en el arrastre. No vimos torear a Elizabeth pero nos consolamos con la belleza de Lourdes, Alessandra y Fabiola.

Aarón Rodríguez veroniqueó con sabor a Currito, negro bien puesto, que hizo salida de bravo al rematar en los burladeros y empujar en el puyazo, lo que animó al picador a castigar en exceso. No obstante el de Atlanga conservó recorrido y calidad en los inicios del trasteo, pero Aarón anduvo entre altibajos y más cuando el burel empezó a regatear las embestidas. Con entera desprendida y descabello concluyó su labor, escuchando también un aviso.

Flor de jara, berrendo en colorado, aparejado y brocho, fue el tercero, al que apenas se le señaló el puyazo y con el que Rodrigo Muñoz Gitanillo instrumentó templadas verónicas de manos bajas, rematando con una larga bella y parsimoniosa, luego quitó por ajustadas gaoneras y banderilleó con más voluntad que acierto. Inició con un péndulo en los medios y siguió con un melodioso cambio de mano a un novillo boyante, sin transmisión pero repetidor, al que Gitanillo toreó estupendamente por naturales, tirando muy bien de la res, girando sólo con la pierna contraria, gustándose y gustando. Tres ceñidas joselillinas -manoletina por el lado izquierdo-, un volapié trasero y tendido y media en buen sitio impidieron que el inspirado joven cortara la oreja, pero no que diera merecida vuelta.

Cerró plaza Bandolero, negro bragado, bien puesto y el más hecho de los cuatro, al que puso muy bien al caballo Carmelo Sánchez y agarró mejor con la vara Delfino Campos, templando el puyazo, es decir, sintiendo la embestida del novillo y aflojando la puya en proporción. Entonces el espigado tapatío Pepe Murillo se echó el capote a la espalda, ligando tres dramáticas gaoneras, y enseguida el joven banderillero Gerardo Angelino tuvo la temeraria gentileza de brindarme un certero par de los que acostumbra. ¡Emocionante encuentro de tauridad y torerías gracias a la bravura y a la entrega!

Murillo estructuró entonces una intensa faena por ambos lados con expresión propia, celo y sello, en tandas rematadas con personalísimos pases de pecho verdaderos, lentos y estéticos. Quizá un tanto precipitado, Pepe dejó una estocada muy baja, empañando su interesante y promisoria actuación. Pero la vuelta que le obligaron a dar valió por varias orejas en muchas otras plazas.

 
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