Editorial
Tatiana Clouthier y el PAN de Espino
La renuncia de la diputada federal Tatiana Clouthier Carrillo al Partido Acción Nacional (PAN) después de 15 años de militancia representa mucho más que los malestares de la hija del extinto Maquío ante la presencia de Manuel Espino en la presidencia nacional del blanquiazul, y no debe ser vista únicamente como consecuencia de los agravios personales infligidos por el nuevo dirigente panista a la ahora diputada independiente. La dimisión de Clouthier Carrillo es, sobre todo, un posicionamiento político e ideológico, ciertamente compartido por sectores todavía no cuantificables de Acción Nacional, ante la orientación autoritaria, ultraderechista y pragmática impuesta desde Los Pinos, según los indicios disponibles al partido, y contraria a sus principios fundacionales.
La dimisión referida no es, por lo demás, la primera expresión de descontento ante la inesperada victoria de Espino ante aspirantes mucho más sólidos que pretendían dirigir el instituto político. En días pasados, Germán Martínez, ex coordinador de la bancada panista en la Cámara de Diputados, se refirió a la nueva presidencia del Comité Ejecutivo Nacional como excluyente, intolerante, represiva y revanchista, y llamó al rescate de la organización ante un líder que, dijo, llevará al PAN a la derrota en los comicios del año entrante.
Tatiana Clouthier, por su parte, señaló, en una reunión con sus compañeros de bancada encuentro que fue parcialmente boicoteado por operadores anónimos que la búsqueda "del poder por el poder" ha llevado al blanquiazul a convertirse en "una mala copia del Partido Revolucionario Institucional (PRI)"; dijo que "las cabezas del PAN están en dirección contraria a las razones que dieron origen" al partido y señaló que la cúpula de éste ha dado la espalda a "la congruencia, la honestidad y la entrega al servicio".
No se requiere de muchos análisis para percibir la intervención decisiva del presidente Vicente Fox y de su esposa Marta Sahagún en la llegada de Espino al cargo que ahora ocupa, ni para concluir que su tarea consiste en convertir a Acción Nacional en el partido del Presidente; es decir, en una "mala copia" del Revolucionario Institucional, para retomar las palabras de Clouthier Carrillo. Por si no bastara con la información publicada en la primera plana de La Jornada del pasado 12 de marzo sobre las componendas entre la pareja presidencial y Espino, las palabras y las acciones de este último bastarían para confirmarlo.
El propio dirigente partidista se ha encargado de divulgar que sus misiones principales son tomar el relevo en el golpeteo presidencial contra el jefe de Gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador; respaldar a Fox en forma incondicional "en las buenas, en las malas y en las peores", dijo Espino, y realizar un trabajo de detección y señalamiento de quienes, dentro del gobierno federal, no se comporten de manera "leal". En los hechos, Espino hizo incluir a Marta Sahagún sin cuidar la formalidad de un mecanismo democrático en la Comisión Política de Acción Nacional, la propuso como candidata a la jefatura de Gobierno del Distrito Federal y ofreció sus servicios para preservarla del desgaste político sufrido por el grupo en el poder por la ofensiva que mantiene contra López Obrador.
Más que un dirigente partidario independiente, Espino se presenta, pues, como un obediente soldado del foxismo más aun: del martismo, recuperador de la disciplina y la sumisión ante la figura presidencial que caracterizaron al PRI, aunque de ideología ultraderechista y yunquera.
Posiblemente, los panistas doctrinarios, democráticos y apegados a los principios que dieron origen a su partido estén todavía a tiempo de percibir el peligro que se cierne sobre su organización, y de hacer algo para rescatarla.