Todo tiene un propósito
Ashley Smith, residente de Atlanta, Georgia, de 26 años de edad y madre de una niña de cinco, perdió a su marido hace cuatro por culpa de la delincuencia. El hombre fue acuchillado y murió en sus brazos, y desde entonces Ashley se cuida de la muerte más que otras personas, porque no quiere dejar a su pequeña en la orfandad total, y cuando ocurrió esta historia leía un libro titulado La vida guiada por un propósito. A las dos de la mañana del sábado, la mujer salió de su departamento, en el multifamiliar de Bridgewater, y tomó su automóvil para comprar algunas cosas en una tienda cercana. Cuando volvió al estacionamiento colectivo fue encañonada por un hombre negro, corpulento y atlético, de 33 años, quien la obligó a meterlo en su casa, la condujo al baño y la amarró con cables eléctricos y cinta adhesiva. A continuación, el asaltante le cubrió la cabeza con una toalla para que la cautiva no se viera obligada a verlo mientras tomaba una ducha.
La mañana del día anterior, el atacante, Brian Nichols, estaba encerrado en las celdas del edificio de la Corte de Atlanta y esperaba ser llevado a juicio. Fue conducido allí después de secuestrar a su ex novia, a la que violó repetidamente a lo largo de dos días. Cuando le llegó la hora de presentarse ante el juez, la custodio Cynthia Ann Hall, abuela de 51 años, lo sacó de su separo y lo condujo por los pasillos laberínticos del edificio. A medio camino la señora Hall se despojó de su pistola de cargo y la depositó en un cajón con llave. Luego la custodio llevó al prisionero a un pequeño vestidor ubicado en las proximidades de la sala donde habría de ser juzgado para que se quitara el uniforme de recluso y se pusiera ropa de civil. Cuando le quitó las esposas, Nichols dominó sin dificultad a Ann Hall, la golpeó en la cabeza, le quitó el llavero y la encerró en el vestidor. A continuación fue hasta el mueble donde la mujer había guardado su pistola, sacó el arma y se presentó con ella en la sala de la corte. Allí mató a balazos al juez, Rowland Barnes (64), hombre famoso por su sentido del humor -atributo poco frecuente en su oficio-, y a la cronista del tribunal, Julie Brandau (46), recordada por las galletas que ella hacía y repartía entre sus compañeros de trabajo. También disparó contra Hoyt Teasley, custodio que trató de detenerlo y murió poco más tarde en un hospital cercano.
Luego el homicida abandonó el edificio, se apoderó del vehículo de una reportera y huyó. En algún momento de su fuga, Nichols asesinó a David Wilhelm, agente de Inmigración y Aduanas, y luego vagó por las calles. Ya en horas del sábado interceptó a Ashley Smith, la secuestró en su departamento, y mantuvo con ella varias horas de conversación pacífica sobre el sentido de la vida. En algún momento de la madrugada Ashley le leyó el capítulo 33 de su libro, que hablaba sobre la necesidad de encontrar un sentido a la vida. Nichols la interrumpió y le dijo: "Creo que el sentido de mi vida es hablarle a la gente y contarle sobre ti". Ashley le preparó unos hot cakes para que desayunara y luego le dijo que tenía que salir. El no se lo impidió, y la mujer, en cuanto se vio fuera de su departamento, llamó desde su celular al número local de emergencias para comunicar a la policía dónde podía encontrar a Brian Nichols. Cuando las patrullas rodearon el condominio, el fugitivo agitó una bandera blanca por una ventana, salió de la casa de Ashley y se entregó a los uniformados.
Ese mismo sábado, en Milwaukee, Wisconsin, Terry Ratzmann, solterón de 44 años que vivía con su madre y su hermana, técnico en computadoras, religioso devoto y aficionado a cultivar legumbres y a regalarlas a sus vecinos, vació dos cargadores de una escuadra calibre nueve milímetros contra los asistentes al servicio religioso de una secta -la Iglesia Viviente de Dios, a la que pertenecía- que, a falta de templo propio, se realizaba en el hotel Sheraton de la localidad. Luego de matar a siete personas -entre ellas, el ministro predicador y su hijo- y herir a otras cuatro, Ratzmann se recostó en un muro y se dio un tiro en la cabeza.
"Es algo sin sentido", dijo Jeff Miller, cuyo hijo, Gerald, de 14, murió en el tiroteo. El lunes por la noche se celebró enfrente del hotel una vigilia en honor de los muertos. El supervisor del Condado de Waukesha, Andrew Kallin, quien encabezó la ceremonia, opinó que "el Señor trabaja en formas misteriosas".
Este fin de semana los muertos por la violencia interna en Estados Unidos superaron con mucho el promedio diario de bajas que ese país sufre en Irak, y que en el periodo comprendido entre el 29 de junio del año pasado y el 30 de enero del presente fue de 2.93.