Buen candidato, pésimo presidente
De Vicente Fox se ha dicho que fue un magnífico candidato (en lo personal no estoy de acuerdo), pero un mal Presidente; de hecho, un pésimo Presidente. La mayoría no lo pensaba así en el 2000; sin embargo, hoy es la opinión mayoritaria, luego de más de cuatro años de desgobierno, parálisis económica y deterioro social.
Para salir de esta crisis es necesario ver a futuro y reflexionar sobre el error que la sociedad mexicana cometió ese año para no repetirlo. En este sentido la candidatura de Andrés Manuel López Obrador me resulta preocupante, porque el país necesita con urgencia y merece un buen presidente, luego de la cauda de gobernantes mediocres, ineptos o corruptos que ha padecido. López Obrador está siendo un buen candidato, de ello no tengo duda, pero tampoco la tengo de que sería un pésimo presidente, para desgracia de todos y de él mismo. Para afirmar algo así se deben exponer razones; estas son las mías.
1. Capacidad de convocatoria general. Los grandes líderes de la historia se han distinguido por convocar a sus naciones para enfrentar a sus enemigos y resolver problemas difíciles, recibiendo el apoyo general de sus pueblos para salir adelante. Una de las características de López Obrador ha sido siempre la de polarizar a la sociedad, de crear fanáticos en su favor y en su contra sin términos medios. Difícilmente se puede pensar en que siendo presidente sus convocatorias puedan ser escuchadas y puestas en operación, con el apoyo de todos los sectores. El rechazo para muchas de ellas irá en aumento, ante su incapacidad de conciliar y su inclinación facciosa ante los problemas.
2. Visión internacional. Simplemente no la tiene, ni le interesa; esto no sólo se observa en su renuencia a salir del país, para conocer lo que en otras partes sucede, o cómo se resuelven en ellas los problemas, sino en sus planteamientos respecto de la participación de México en asuntos internacionales, de no intervenir ni comprometerse, lo cual resulta cuestionable ante la historia de participación en conflictos que nos valieran una posición de respeto y confianza entre la comunidad internacional, así como las tendencias de globalización actuales.
3. Desarrollo económico. Su rechazo mental respecto a los sectores productivos, los cuales tienen significado sólo cuando se requieren sus productos y/o servicios, pero que no puede considerar como agentes socioeconómicos, no obstante su participación en la generación de empleos y de riqueza; ello le dificultará enormemente el desarrollo de cualquier proyecto económico, manteniendo la situación actual de desempleo y poco crecimiento.
4. Pensamiento autoritario. Durante su gestión como jefe de Gobierno ha dado visos de autoritarismo. Uno fue su decisión del segundo piso del Periférico, versus la creación de nuevas líneas del Metro para mejorar el transporte de la ciudad. La decisión fue exclusivamente suya, no obstante la oposición de varios colaboradores cercanos, incluyendo a su secretario de Obras y al director del Metro. Su respuesta fue igualmente autoritaria: el despido del segundo y la marginación del primero. Un presidente autoritario puede ser bueno, pero sólo hasta la primera vez que se equivoca.
5. Respeto a la ley. En días pasados asistí a una reunión de amigos; uno de ellos, funcionario del Gobierno del Distrito Fedral, sacó un bloque de boletos para una rifa de 50 mil pesos con objeto de financiar la campaña del jefe de Gobierno contra su desafuero. Al observar los boletos, resultaba obvio que no decía quién organizaba la rifa (de modo que del premio resultaba dudoso hasta su pago), su método, ni el registro de la Secretaría de Gobernación. Me imagino que seguramente la Secretaría de Gobernación no daría el permiso, pero, entonces, ¿para qué hacer algo ilegal, en lugar de sólo pedir donativos? Me imagino que la idea no fue de Andrés Manuel, pero sería ingenuo pensar que la autorización del proyecto no la dio él. Debe añadirse la coerción para que los funcionarios capitalinos realicen este tipo de actividades y entregar parte de su sueldo para "comprar" los bloques mencionados.
6. Lealtad. Cuauhtémoc Cárdenas es un hombre que sabe de política y ha decidido contender nuevamente por la candidatura presidencial; su reconocimiento de López Obrador como contrincante ha sido clara y reiterada. La respuesta de López Obrador manifiesta su egocentrismo. "O él o nadie". Cuauhtémoc Cárdenas no le merece el menor reconocimiento como adversario, no obstante su estatura política y ética, reconocida por amigos y adversarios, y el hecho de que es por Cárdenas que él ha llegado a su posición actual.
7. Corrupción. Estoy seguro de que López Obrador no es un gobernante corrupto, ni interesado, como es común, en amasar una fortuna personal; estoy cierto en cambio de su inclinación de rodearse de hombres corruptos a sabiendas de que lo son, si ello le permite lograr un objetivo político. René Bejarano es sólo un ejemplo. Gobernar con un equipo así seguro acarrearía problemas.
Por todo esto, estoy convencido de que a López Obrador le falta hoy mucho camino por recorrer, muchas cosas que limpiar y mejorar, antes de aspirar a ser presidente. Un buen presidente, digo yo.