La conferencia magistral del escritor chileno rubricó el foro Espacio 05 en SLP

Skármeta critica a los apologistas ''de la incultura y la banalidad''

El papel de la escuela y el Estado, ''tema casi monstruoso'' que lo aflige

''Crear imágenes disidentes y alternativas, función del arte''

Llamó a mejorar el promedio de lectura en México

ARTURO GARCIA HERNANDEZ ENVIADO

San Luis Potosi, SLP, 18 de marzo. Para el escritor chileno Antonio Skármeta, los responsables de la glorificación casi mundial de la incultura y la banalidad son, sí, los medios masivos obsesionados por el rating, pero también los intelectuales y su actitud hermética, solemne y pretenciosa hacia la televisión, así como el abandono en la escuela de las ciencias humanísticas y del arte.

El autor de la novela El cartero de Neruda, en la que se basó le película Il postino, se mostró particularmente preocupado por este punto: el papel de la escuela y del Estado -dijo- ''es un tema gigantesco, casi monstruoso, que está en el corazón de mis mayores aflicciones".

Y se preguntó: ''¿Por qué la escuela, por qué el Estado, por qué la sociedad sacaron la poesía, la creación, la cultura, de las aulas? ¿De dónde surgió el criterio de que tiene que haber tantas horas de química, tantas de física y tantas de matemáticas, pero que dejó de ver como algo medular a las disciplinas humanistas?"

Agregó que si tuviera el poder para hacerlo, promovería ''de una vez por todas, frente al nuevo milenio, una crítica radical a la enseñanza en las escuelas".

Salida a la actividad espiritual

Sakármeta, conductor de El show de los libros, programa cultural de televisión que llegó a colocarse entre los de mayor audiencia en Chile, estuvo en esta ciudad para ofrecer, ante más de 3 mil estudiantes, la última conferencia magistral de Espacio 05, que concluyó este viernes.

A pregunta expresa de un estudiante, el escritor sostuvo que ''en una sociedad que tiende a comunicar solamente una parte de ella, dejando de lado toda la demás riqueza expresiva, la función del arte es producir imágenes disidentes, alternativas, originales, que le den salida a la actividad espiritual"; y que, al mismo tiempo, propongan mediante estas imágenes ''modos posibles de entender la vida de una manera creadora".

Durante su conferencia, Skármeta lamentó que ''los libros y el mundo que ofrecen, estuvieran ausentes del gran espacio de los medios". Pero dijo que no culpaba en primer lugar a los productores ni a los dueños de las estaciones, ''sino al modo engolado, pretencioso, retórico, hermético, desactualizado con que se presentan programas culturales en televisión", que parecen ''secreciones de artistas taimados, enojones, que no encuentran aún una manera de pasarse en limpio".

Dijo que por lo que a él toca, no se siente cómodo ''en el papel del intelectual sabelotodo y pedante que desprecia y denuncia la vulgaridad de los medios, para transformarse en una especie de conciencia crítica, que recibe el agradable pero ineficaz aplauso de los círculos cultos".

Abogó ''ante este público juvenil, inquieto, contestatario y respondedor para que mediten en la enorme brecha que existe entre los aciertos culturales que contienen los libros y la prácticamente nula presencia de sus fantasías en las pantallas".

Contra la esperanza neurótica

Por cierto -aclaró Skármeta- ''no hablo desde un estado de ánimo quejumbroso, sino desde la alegría de un intelectual que se siente cómodo entre la gente sencilla, los espectadores de televisión que bien se merecen entretención y descanso después de sus ásperas labores".

Para ilustrar su idea de la relación idónea entre literatura y televisión, recordó El show de los libros, un programa que propone un acercamiento del público a la literatura ''sin renunciar a ser un espectáculo de entretención audiovisual, que intenta infiltrar con alegría y humor la palabra poética".

Al finalizar, refirió un dato e hizo una invitación: ''He leído en un diario que en México el promedio de lectura por año es de medio libro por habitante. Muchachos: vamos a mejorar esa cuota".

La conferencia de Antonio Skármeta fue precedida por la de Antonio Karam, presidente de la Casa del Tíbet en México, quien hizo una exposición sobre los principios y la concepción del mundo que rigen a la filosofía tibetana, centrada en la anulación de los placeres sensoriales y en la contemplación como medio de autoconocimiento.

Karam criticó lo que llamó ''la esperanza neurótica", consistente en la obsesiva persecución de logros estériles y superfluos de los que hacemos depender nuestra felicidad:

"El bienestar personal no viene de los otros; la mente es la fuente de toda felicidad y dolor."