Tertulia en Waco, Texas
En La Democracia en América, Alexis de Tocqueville sostiene que el éxito de la democracia liberal en Estados Unidos se explica, entre otras razones, por la ausencia de vecinos. Según De Tocqueville, mientras la estrechez territorial en la que se aglomeraban los europeos provocaba guerras, generaba la necesidad de ejércitos poderosos, así como la exigencia de cobrar impuestos para pagar esos ejércitos, los espacios abiertos y la debilidad de México y de Canadá creaban condiciones ideales para el desarrollo del Estado democrático. Normalmente las observaciones tocquevilianas son precisas y agudas, pero ésta fue tremendamente desafortunada. No sólo ignoraba las consecuencias de la guerra de independencia estadunidense que había ocurrido unos cuantos años antes, sino también era inconsistente con la multicitada predicción de De Tocqueville respecto al destino de gran potencia de Estados Unidos.
Esta profecía se cumplió, pero requirió de la formación del ejército más poderoso de la historia con el apoyo de una estructura fiscal de dimensiones nada despreciables. Ciertamente, nada de esto lo provocaron sus vecinos inmediatos. En cambio, lo que los mexicanos aprendimos de la guerra de 1847 fue la dimensión de la amenaza que representaba Estados Unidos, factor que con el tiempo creció y desarrolló muchas variaciones.
Ni México ni Canadá son un peligro para la seguridad de Estados Unidos. Sin embargo, lo son en la medida en que la fortaleza de la democracia canadiense y
la demografía mexicana ponen en juego la capacidad estadunidense para asegurar
la defensa de su territorio. La primera, porque sus instituciones son un dique a la imposición de decisiones de Washington que ni siquiera la administración Bush se atreve a desafiar; en cambio, la presión de la inmigración mexicana pone a diario al descubierto la vulnerabilidad de las fronteras de Estados Unidos. El terrorismo es hoy en día el peligro capital para la integridad de la superpotencia, y para combatirlo necesita la cooperación de vecinos a los que históricamente ha tratado de ignorar, como si se hubiera creído la historia de De Tocqueville de que era una isla.
La reunión trilateral de Waco, Texas, entre el presidente Bush, el primer ministro canadiense, Paul Martin, y el presidente Vicente Fox es una primera respuesta a la evaluación que se ha hecho en Washington de la renovada importancia de Canadá y de México en términos geoestratégicos. Oficialmente se ha dicho que se trata de una reunión amistosa, de un encuentro informal en el que se platicarán asuntillos de interés común. Se anuncia de antemano que no habrá acuerdos de ninguna naturaleza, como si la tertulia de Waco fuera sólo una operación de relaciones públicas, en la que el mundo entero verá lo bien que se llevan estos vecinos que comparten el pan y la sal, haciendo a un lado lo que son discrepancias menores. Sin embargo, hay razones para creer que los comunicados de prensa de los gobiernos y las declaraciones de los funcionarios sólo tratan de distraer nuestra atención del verdadero tema de la reunión. Todo sugiere que Bush hablará con sus vecinos de asuntos de seguridad y nada más, porque hoy en día ésa es la única razón por la cual el gobierno de Washington está dispuesto a hablar con el de México.
Lo demás francamente no le interesa. Si hablan de migración será en relación con la necesidad de controlar el paso de mexicanos a Estados Unidos, o las ramificaciones criminales del narcotráfico; si hablan de integración económica será para discutir de qué manera se puede asegurar el acceso a los recursos petroleros mexicanos. El corazón de la amigable tertulia será algo tan serio como la seguridad de las fronteras estadunidenses.
Un testimonio de la urgencia de este problema es el artículo de James C. McKinley Jr. en el New York Times, a propósito de un túnel subterráneo de unos 200 metros que se descubrió en la frontera en Mexicali, y que desemboca en California, el cual es utilizado para cruces ilegales de personas, pero también para tráfico de drogas. Ahora existe el temor entre funcionarios de Washington de que sirva para la introducción de grupos terroristas en territorio estadunidense.
No es extraño que se haya tratado de restar importancia a la reunión de Waco. El tema de seguridad involucra aspectos claves de la capacidad soberana de los gobiernos para tomar decisiones, a los que la opinión pública también es sensible. Por esta razón, la confidencialidad es también un aspecto crucial en este terreno (claro que con el presidente Fox nunca se sabe). Sin embargo, no se necesita acceder a ninguna información secreta para adivinar cuáles son los temas, y tampoco para imaginar que el contertulio más platicador fue Bush, porque los otros dos ya sabían si lo que les tocaba era escuchar para luego negociar, o solamente escuchar para luego obedecer.