Usted está aquí: viernes 25 de marzo de 2005 Opinión Lecciones de Wal-Mart

Ana María Aragonés

Lecciones de Wal-Mart

Terminó la investigación, que duró cuatro años, sobre la utilización de migrantes indocumentados para la limpieza de las tiendas Wal-Mart, llegando a un acuerdo absolutamente indoloro -pagar 11 millones de dólares- para una empresa que tiene ventas anuales por 256 mil millones de dólares. Es más grande que Exxon Mobil, General Motors o General Electric, y vende en tres meses lo que otra importante compañía, Home Depot, vende en un año, de acuerdo con un estudio que presentó la FastCompany.

Wal-Mart utiliza prácticas monopólicas, que incluyen amenazas veladas y no tan veladas a todos los posibles competidores, con el objetivo de acaparar el mercado de los consumidores bajo su lema, que es ofrecer los precios más baratos del mercado. Esto no sólo supone estar acabando con los pequeños y medianos supermercados en todos los lugares del mundo donde se instala, sino que este impresionante crecimiento económico lo ha logrado mediante la explotación de sus trabajadores, violando en la mayoría de los casos sus más elementales derechos humanos.

El New York Times reportó que los gerentes de Wal-Mart para protegerse de posibles robos por parte de sus empleados, hasta hace poco los mantenían encerrados por la noche sin posibilidad de tener atención médica rápida en caso de lesiones o enfermedad, además de ser forzados a trabajar horas extras sin pago. Todas estas violaciones se repiten a lo largo y ancho del mundo para todos aquellos que trabajan para dicha compañía.

Utiliza el trabajo barato de quienes suministran la mayoría de los productos que se venden en sus tiendas, lo que ha llevado a profundizar la miseria, tal como sucede por ejemplo con las maquiladoras de Bangladesh, que se dedican a la confección de camisas y pantalones para Wal-Mart. Los obreros trabajan 87 horas por semana y sólo se les pagan 80, pues la hora de la comida se les descuenta del total. Estos trabajadores ganan 20 centavos de dólar por hora, y se les pagan 16 dólares por una semana completa de 80 horas. Además trabajan en condiciones laborales totalmente inaceptables, prácticamente de peonaje.

Y para colmo del cinismo, la empresa Wal-Mart señaló que "el gobierno podrá utilizar esa suma -los 11 millones de dólares- para detectar y perseguir a los individuos y empresas que exploten a trabajadores ilegales" (La Jornada, 19 de marzo de 2005).

La competencia por trabajadores baratos en Estados Unidos, en este caso los migrantes legales o indocumentados, está llevando a algunas industrias a enfrentar verdaderos problema de escasez de fuerza de trabajo. Tal es el caso de las industrias de mariscos y las despulpadoras de cangrejo que se encuentran en Eastern Shore.

Lo anterior ocurre en parte porque Wal-Mart y empresas como las de comida rápida están absorbiendo a la mayoría de esos trabajadores y porque las visas de empleo otorgadas fueron insuficientes para llenar las necesidades de dichas plantas. De acuerdo con los empresarios de la industria de mariscos, si no pueden contratar a trabajadores para el primero de abril, tendrán que cerrar.

Queda claro que el embate de esta economía global es contra todos los asalariados, ya sean nativos, migrantes, legales o indocumentados, y que las leyes antinmigrantes en Estados Unidos lo único que hacen es favorecer este embate y debilitar aún más la fuerza de trabajo, que se encuentra totalmente en manos de estas grandes corporaciones.

Esta es la lección que nos ofrece esta nueva forma de empresa globalizada, y una de las razones a las que se enfrenta la posibilidad de lograr un justo acuerdo migratorio y la amnistía de los millones de indocumentados. Pero si bien es una fuerza poderosa, no por ello es imbatible. Es tiempo de cambiar este modelo, pues el futuro ya nos alcanzó.

 
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