Usted está aquí: sábado 26 de marzo de 2005 Cultura Cuento sin final feliz en un presunto País de las Maravillas

La CND comenzó temporada de La bella durmiente en el Castillo de Chapultepec

Cuento sin final feliz en un presunto País de las Maravillas

Elenco y magnificencia del escenario, insuficientes para emular el éxito de El lago de los cisnes

ARTURO GARCIA HERNANDEZ

Ampliar la imagen Una escena de la versi�oreogr�ca de la Compa�Nacional de Danza, inspirada en el cuento de Charles Perrault FOTO Guillermo Sologuren

Erase que se era un País de las Maravillas (era república, pero algunos decían que parecía un reino) donde gobernaba Vicente con su esposa Martita.

Cada noche, antes de acostarse, ambos hablaban de los problemas del país y al día siguiente él se levantaba y decía que los resolvería en 15 o 20 minutos. Mientras, ella se dedicaba a juntar dinero para hacer obras de caridad. Vivían muy felices, como en cuento de hadas.

La capital del país se encontraba en el valle de Anáhuac, otrora llamada la ''región más transparente". Al poniente del valle había un castillo magnífico, rodeado de un lago y un bosque en el que habitaban toda suerte de bestias salvajes (leones, tigres, elefantes, serpientes, gorilas, jirafas, rinocerontes, osos, chimpancés, aguilas).

El castillo estaba en la cima de un cerro desde el cual se miraba la ciudad, tan extensa que la vista no alcanzaba para abarcarla toda.

Vicisitudes de un castillo

Cuenta la historia que en tiempos remotos, antes de que construyeran el castillo (terminado en el siglo XVIII), el lugar fue sagrado para los antiguos habitantes del valle. Le llamaban Chapultepec, que en su lengua quería decir cerro del Chapulín.

Posteriormente el castillo fue escenario y testigo de un sinfín de hechos históricos: trágicos, gloriosos o vulgares. Por ejemplo, sede de un colegio militar.

La magnífica construcción también sirvió de residencia a los sucesivos gobernantes del país, entre otros un tal emperador Maximiliano y su esposa Carlota. El terminó sus días fusilado y ella perdió la razón. Porfirio Díaz, quien durante 30 años condujo al País de las Maravillas con mano de hierro, le dio al castillo un lujo que nunca antes tuvo y que nunca ha vuelto a tener.

Muchos años después Martita, la esposa de Vicente, organizó ahí una cena, amenizada por Elton John, cantante y pianista de renombre. En aquella velada ella hizo público el inicio de sus labores filantrópicas.

Pero una noche de primavera (24 de marzo), en el quinto año de gobierno de Vicente, el castillo (no el país) fue lo que nunca había sido: escenario de un auténtico cuento de hadas.

Para el efecto, los funcionarios culturales de Vicente determinaron que la Compañía Nacional de Danza (CND) montara en el alcázar y patio del castillo La bella durmiente, con la música que Piotr I. Chaikovsky escribió ex profeso en 1889 para el ballet de Marius Petipa, inspirado en el cuento de Charles Perrault.

La versión coreográfica de la CND, de una hora 15 minutos de duración, fue una adaptación de Rosemary Valaire sobre la original de Petipa.

Era noche de luna llena y aún algo de frío. Un océano de luces se desplegaba a las faldas del cerro del Chapulín y en torno al patio del castillo varios cientos de hombres y mujeres, de chiquillas y chiquillos, coparon gradas y asientos dispuestos para la ocasión. Expectantes atestiguaron el hecho:

El rey Florestán y la reina celebraban el bautizo de su hija, la princesa Aurora. Habían invitado a todas las hadas del reino, pero olvidaron a una, Carabosse. La desairada apareció de súbito y maldijo a la princesa: moriría al pincharse el dedo con un huso de oro.

En un intento de revertir el hechizo de Carabosse, el Hada de las Lilas dijo que Aurora no moriría, sólo caería en un profundo sueño del que despertaría al recibir un beso de amor.

Se trataba de una historia muy conocida. Sin embargo, algo faltó a la versión de la CND, dirigida por Dariusz Blajer, que no logró emocionar del todo a la audiencia.

Las luces, la gracia de los bailarines (cerca de 70 entre solistas y cuerpo de baile), la magnificencia del escenario no bastaron para arrobar a la audiencia del modo en que sucedió cada año durante 29, en la representación de El lago de los cisnes en el lago cercano al castillo (también con música de Chaikovsky).

¿Faltó pasión interpretativa?

En enero de 1890 fue el estreno mundial de La bella durmiente, en el teatro Marinsky de San Petersburgo, y tampoco tuvo gran recibimiento. Se dijo entonces que la música era ''demasidado sinfónica" para un ballet.

Y allá en Chapultepec, ¿qué fue? ¿El poco tiempo que la CND dedicó a ensayar la obra? ¿La descoordinación que por momentos se percibía en el cuerpo de baile? ¿Lo poco familiarizado que el público estaba con la partitura? ¿O algo tan subjetivo como la falta de pasión en la interpretación? ¿En tiempos de telenovelas y reality shows era una historia ya demasiado rosa?

Al final, felices y triunfantes, la bella ex durmiente y su amado príncipe valiente montados en un corcel blanco se perdieron en la oscuridad que rodeaba al castillo.

Después regresaron, junto con todos los integrantes de la CND, a agradecer la larga ovación que el público regaló a su esfuerzo.

Pero no, no fue un cuento con final feliz.

 
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