Usted está aquí: domingo 27 de marzo de 2005 Opinión ¡Ahora sí!

Angeles González Gamio

¡Ahora sí!

La primavera se inició oficialmente -aunque, como comentamos con anterioridad, en la ciudad de México ya lleva varias semanas instalada- invitando a la vegetación a iniciar su floración y a las personas a sacar la ropa fresca: los hombres, las guayaberas; las mujeres, las sandalias, las blusas y vestidos de algodón y lino; y las jovencitas, sus tops con breves tirantes. Como al anochecer siempre refresca hay que tener a mano algo con que cubrirse, y sin duda lo ideal es un rebozo, esa prenda maravillosa tan representativa de la mexicanidad.

Vale la pena recordar algo de su historia, para que cuando lo usemos nos sintamos, además de elegantes, muy orgullosas.

Con un indudable antecedente prehispánico, aunque con algunas diferencias, aparecen en códices y reseñas de cronistas atavíos semejantes en uso y forma. Es interesante conocer que el rebozo se continúa tejiendo en telar de cintura, al igual que trabajaban sus textiles nuestros antepasados indígenas. Lo cierto es que a mediados del siglo XVI ya era de uso común, entre las indias principalmente.

En el siglo XVII se volvió una prenda frecuente entre mestizas, negras, mulatas, criollas y peninsulares. Poco a poco se fue volviendo una prenda de lujo entre las clases adineradas, alcanzando su auge en el siglo XVIII, en el que las señoras competían entre sí mandando hacer rebozos finísimos de seda, con entramados de oro y delicados bordados.

En el excelente libro Santa María del Río. Un pueblo de Artesanos, Paloma Quijano nos habla y muestra en espléndidas fotos el rebozo de la última marquesa del Jaral de Berrio, en cuadros azul y blanco con toques naranja y exquisitos bordados con figuras de animales; el pequeño rapacejo (flecos) es triangular, como era común en los rebozos del siglo XVIII. Otra maravilla es el conocido como de La Virreina, tejido con hilos de seda, algodón y plata, decorado con paisajes bordados con sedas flojas, en los que aparecen fuentes bordeadas de águilas y personajes.

No se queda atrás el llamado de San Agustín de las Cuevas, en donde se representan escenas festivas en un jardín; se piensa que fue bordado por un indígena, ya que la figura del virrey aparece sentada como los personajes representados en los códices.

Esta prenda tan útil, bella y nuestra, no ha perdido actualidad. Entre las mujeres de los pueblos continúa siendo parte indispensable de su vestuario; de allí se brinca a mujeres de cierta cultura y sensibilidad que con admiración lo incorporan a su atuendo. El hecho afortunado es que se siguen produciendo con las mismas técnicas de antaño, aunque ya es difícil conseguir de seda, pero hay bellísimos de algodón y artisela, y se han mantenido diseños ancestrales como el de bolita, caramelo, pinto abierto y palomo.

Estos tesoros textiles se pueden adquirir en varias rebocerías ubicadas, desde luego, en el Centro Histórico de la ciudad de México: en la calle de Uruguay en el 93 y en el 97 se encuentran La China Poblana y México Bello, ambas con orígenes en el siglo pasado, cuando ese tramo de la vía estaba lleno de esos establecimientos

No hay que olvidar El dulce nombre de María, ubicada precisamente en la Plaza de San Pablo 14, sitio preferido de las gallas (prostitutas) que dan fama al rumbo, algunas de las cuales toman sombra a la puerta de la antigua rebocería, que atienden dos adorables viejitas que hacen honor al nombre de la tienda. También en La Merced, en la calle de República del Salvador, están La Lupita y Rebozos Tonchi, en el 145 A y B.

Como ya comentamos, para los hombres la vestimenta indispensable en la canícula es la guayabera, prenda característica de México y países caribeños. En ésta, al igual que con los rebozos, se encuentran diversos modelos y calidades. Como tiene que ser, en el Centro Histórico hay una tienda especializada: Casa de Guayaberas Carr, ubicada en la calle de López 13-1; desde hace medio siglo ofrece la misma variedad que encontraría en Mérida: de materiales: lino, algodón, poliéster, mezclas; de modelos: plumilla, rayos, presidente, cubana, diplomática. Si le gusta el aspecto ligeramente oriental puede adquirir una elegante filipina, o para un look medio americano, una chazarilla.

Para estrenar la guayabera se impone una comida yucateca; en la calle de Isabel la Católica 83, 2 piso, está situada la fonda Coox Hanal, que a lo largo de 50 años ha deleitado a los capitalinos con manjares de la que es una de las mejores comidas de México: sopa de lima, cochinita pibil, panuchos, salbutes, papadzules. Los fines de semana preparan relleno negro, poc-chuc y queso relleno; el acompañamiento: una cerveza Montejo bien fría. Para los infantes hay un área de juegos y ricos postres: el maja blanco, champolas, sorbetes y flan.

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