La poca estima que merece la salud del planeta
El pasado Día Internacional del Agua fue el más abundante en análisis sobre los factores que impiden un uso racional de tan vital recurso. El gobierno, los organismos internacionales y los grupos de la sociedad civil directamente vinculados con los temas ambientales ofrecieron información precisa que muestra lo que ocurre con el agua en México y en el mundo. No faltaron los "líderes" agrarios que tarde descubren la crisis hídrica en el campo (propiciada en los 70 años de mando priísta) y llaman a impedir la privatización de un bien público como es el agua. Desde hace décadas, dependencias oficiales, organizaciones ciudadanas y especialistas plantean cómo solucionar el problema, sin que ello se refleje en una nueva política oficial ni en normas legislativas acordes con la realidad. El presidente Fox reiteró el sábado pasado que el del agua es asunto de seguridad nacional, pero omite decirnos qué hace su administración para lograr su buen uso.
Mientras, virtualmente pasó desapercibida una fecha también importante: hace 55 años se creó la Organización Meteorológica Mundial. Fue el 23 de marzo de 1950 cuando se estableció este organismo que contribuye a nivel global al conocimiento de los fenómenos naturales que inciden directamente en el bienestar humano, la economía y el desarrollo social.
En esta ocasión la celebración se consagra a analizar las vinculaciones que existen entre el tiempo, el clima, el agua y el desarrollo sostenible. Son temas inseparables cuando se habla de los desajustes ambientales que se registran como fruto del efecto invernadero, del calentamiento del planeta.
Como hemos visto en México y en el resto del mundo, la calidad de vida de la población, la economía, la naturaleza, se encuentran cada vez más vulnerables a los cambios radicales que se registran debido a los factores climáticos y meteorológicos. Un ejemplo terrible sobre los aspectos anteriores los tenemos ahora en el continente africano, el más perjudicado por las variaciones climáticas, al grado que los esfuerzos que se hacen para sacarlo de la pobreza serán vanos de continuar el aumento de las temperaturas.
Según los informes más recientes, no solamente en Africa, sino también en los demás continentes, la situación climática y meteorológica ha cambiado las últimas décadas como fruto de la generación de gases que producen el efecto invernadero, el mal uso de los recursos naturales, destacadamente el agua, y por la deforestación acelerada de bosques y selvas. Como resultado de todo ello, hoy se conoce, por ejemplo, que en los últimos 15 años, aproximadamente 90 por ciento de los desastres naturales fueron de origen hidrometeorológico. Según datos de Naciones Unidas, durante ese mismo periodo los desastres causaron casi 700 mil víctimas mortales, afectaron a más de 2 mil millones de personas, acabaron con cosechas de alimentos donde más falta hacían y afectaron la economía en cerca de 500 mil millones de dólares.
Por otro lado, lo cambios meteorológicos se reflejaron en los ciclos de las lluvias y las temporadas de secas, causando enfermedades numerosas, especialmente en los países más pobres. En estos últimos fue donde en mayor medida se dejaron sentir los efectos devastadores de huracanes, terremotos y ciclones, de la sequía.
Hizo bien la Organización Meteorológica Mun-dial en escoger como temas celebratorios los descritos, máxime si hoy, además, contamos con mejor información para prevenir, minimizar o reducir las repercusiones del cambio climático, para proteger a la población y al medio ambiente. Pero falta lo principal: decisión política para cambiar de modelo, para no complacer más los intereses de los grupos económicos (como los que controlan los hidrocarburos) que fijan el rumbo en la economía mundial, y a los que en poca estima tienen la salud del planeta y la calidad de vida de la población. Para ellos, la ganancia es primero.