Las notas de Cumbia sampuesana abrieron el concierto en la Plaza de Armas
Hasta los más reacios bailaron vallenato con Celso en Zacatecas
Las cinco mil sillas fueron insuficientes para los fanáticos del Rebelde del Acordeón
Convocó más gente que el argentino Diego Torres, en cuya presentación se fue la luz
Ampliar la imagen Celso Pi�en imagen de archivo) afirma que el ritmo colombiano ya es "algo propio de Monterrey" FOTO Francisco Olvera
Zacatecas, Zac., 27 de marzo. Del Cerro de la Silla al Cerro de la Bufa, el ritmo del vallenato hizo bailar a miles. Cholos de esta ciudad, de Chihuahua, de Coahuila, de Monterrey, parejas de jóvenes y viejos, niños, pero, sobre todo, de muchachos que tomaron la calle Hidalgo, rebasaron la expectativa y llenaron la Plaza de Armas para cantar y bailar los alegres o sentimentales temas del Rebelde del Acordeón, el regio Celso Piña, quien concitó más gente que el argentino Diego Torres, el artista mejor pagado del 19 Festival Cultural Zacatecas 2005.
Torres llegó en plan de divo, cambió tres veces la hora de su conferencia de prensa, la cual canceló finalmente porque, argumentó, le había afectado la altura de la ciudad del poeta Ramón López Velarde. Justicia divina, a mitad del concierto se fue la luz y muchos se fueron.
Celso Piña llegó sin tantos aspavientos. Su grupo, El Ronda Bogotá fue acomodado en tres cuartos, mientras el personal de Torres eran 30. De regular a mal el concierto de Torres, pero el de Celso se anunciaba fuerte. A las 20:30 horas del pasado sábado, en la penúltima jornada del festival, ya era difícil transitar por la avenida Hidalgo. A las 21 horas subió Celso al escenario entre aplausos de la concurrencia. Las notas de Cumbia sampuesana, la fuerte pieza vallenata colombiana, hizo que los jóvenes que no alcanzaron lugar en las 5 mil sillas hicieran círculos y ejecutaran el tradicional paso del águila, famoso en Monterrey desde hace 25 años, cuando los muchachos de las colonias de los cerros, en el cinturón de miseria regio, asumieron como propio el popular ritmo suramericano.
Abrazado a su acordeona, comenzó con Cumbia sobre el río
Celso se abrazaba a su acordeona, así, en femenino, cual caparazón de una tortuga, cercano al corazón. Cumbia sobre el río inundó la plaza y ya cientos bailaban donde podían, en palmos de terreno. Rapados, unos muchachos mostraban que conocían los pasos del vallenato. Un par de viejos no quiso quedarse atrás y se unió a los jóvenes, para bailar cumbia como se hacía hace décadas, en tiempos de Carmen Rivero.
"Mira cómo se menea...", cantaba Celso, excelso, quien con las manos hacía la señal universal del rock.
Un cholito pelón abrió cancha para mostrar cómo se baila el chúntaro style, la mezcla de ska con vallenato que ha hecho en Monterrey una subcultura que ha permeado el rock, la vanguardia, bajo el influjo de la música de Celso.
El pasito del chemo en el que con la columna encorvada se baila como un ave a ritmo de cumbia sorprendía a quienes son legos en la materia. Algo pesaba en el ambiente: la autenticidad de un músico que sin poses dice una y otra vez que él sólo hace música y que las notas son unas y las mismas en todos los lugares, siempre.
El espacio se hacía insuficiente cuando Cumbia poder marcaba el ritmo y su melodía machacona hacía brincar a miles. Los gritos de decenas pidiendo El tren fueron infructuosos. Celso apresuraba. Tampoco complace con Hasta siempre, comandante, el tema dedicado al Che Guevara que ha sido censurado en su línea que pronuncia el nombre de Fidel Castro. La canción Rosita se escuchaba potente y romántica. Algunas parejas bailaban abrazadas. Un colombiano lucía el típico sombrero de su tierra, con las alas hacia arriba. Bailaba con su señora con un orgullo que sólo ese folclor da.
Celso ha hecho famoso el vallenato en Monterrey y dice que es difícil que ese fenómeno se dé en otro estado. "A unos kilómetros de Monterrey ya no pasa nada. No hay condiciones y el vallenato no se da. Es algo propio de Monterrey", comentó.
Camaradería
El Ronda Bogotá, la racita, como se refiere a ellos Celso, son muchachos que siguen a Piña con cierta renuncia, amistad, camaradería. Ven en Celso al acordeonista de Hamelin, al profeta de la tierra prometida. Llegaron a Zacatecas luego de ocho horas de viaje por carretera en su camión. Acabaron su concierto y se fueron a su terruño. Celso no se quiso quedar a pernoctar en Zacatecas porque tiene asuntos terrenales que atender en Monterrey, cosas que arreglar, una planta de luz a la que le falta gasolina.
Celso logró en Zacatecas lo que nunca se había dado: hacer bailar a gente reacia. Y la hizo brincar desde la primera canción. A diferencia de otros artistas, a los que la gente abandonó antes de acabar su show, Celso tuvo gradas llenas. "¿Qué quieren que haga? Si a Diego Torres no le fue bien antes que a mí es porque la gente sabe", comentó en rueda de prensa.
Celso hizo de la Plaza de Armas de Zacatecas un Valledupar, por dos horas. Este año, en abril, Celso por fin conocerá Colombia, cuyo folclor ha enraizado él en Monterrey. Hasta entonces, Valledupar seguirá siendo para él un sitio mítico, un punto de lo real maravilloso a lo Gabriel García Márquez.