Argentina, otra vez contra los extranjeros
Pocos líderes elegidos democráticamente han asumido el mando con tan poco apoyo como el presidente argentino Néstor Kirchner. Cuarto lugar en la lista de candidatos de su propio partido peronista, consiguió 22% de los votos en las elecciones de 2003 y sólo ganó cuando el ex presidente Carlos Menem se retiró de la contienda. Pero después del indiscutible éxito en la restructuración de la deuda de su país -acreedores en posesión de 76% de los bonos vencidos aceptaron una pérdida sin precedente de cerca de 65%-, la popularidad y legitimidad de Kirchner alcanzaron nuevas alturas.
El éxito llegó en buen momento. En las elecciones legislativas programadas para octubre, Kirchner podría enfrentar una dura batalla por el control de su propio partido peronista mientras busca extender su influencia en el gobierno. En contra de las esperanzas de que pudiera invertir su nuevo capital político en la reforma política, sus acciones más recientes sugieren que más bien podría seguir acumulándolo atacando los intereses extranjeros.
Los precios al consumidor se elevaron 2.5% en los primeros dos meses del año, despertando el fantasma de una hiperinflación parecida a la de la década de 1980. Cuando la semana pasada la Shell elevó el precio del combustible en 4.2%, Kirchner convocó a un boicot a dicha compañía petrolera angloalemana, con lo cual sus ventas cayeron 70%.
Menos de una de cada cinco gasolineras afectadas es realmente propiedad de la Shell. Pero Kirchner ha mostrado muy poca consideración hacia los dueños de gasolineras locales, al sugerirles que trabajen con Enarsa o con PDVSA, ambas propiedad del Estado, tanto en Argentina como en Venezuela, respectivamente. Esto último ha estimulado especulaciones de que el boicot a la Shell se articuló para facilitar la venta de las concesiones a esas dos compañías, como ha propuesto Hugo Chávez, presidente de Venezuela.
En general, el clima de negocios en Argentina no se ve muy afectado. El gobierno ha decidido no tomar represalias contra la Shell y la compañía ha dicho que planea seguir en el país. Pero observadores señalan con preocupación que, debido a que Kirchner empieza su nueva campaña esta semana, podría sentirse tentado a adoptar tácticas igualmente severas contra otras empresas trasnacionales.
Ahora que Argentina ha salido de la moratoria, las negociaciones con compañías extranjeras han alcanzado el primer lugar en la agenda económica del presidente. Durante la crisis financiera de 2001-2002, el gobierno convirtió sus tasas de interés denominadas en dólares a pesos devaluados y desde entonces las ha mantenido congeladas, a pesar de la inflación de cerca de 60%. El gobierno actual ha rehusado elevar las tasas de interés para los usuarios residenciales, pero ofrece un incremento general en las tarifas, en su mayoría por debajo de 20%. La mayor parte de las compañías han rechazado estos incrementos.
Con las negociaciones estancadas, las empresas de servicio público han presentado demandas por unos 20 mil mdd ante el Centro Internacional para la Resolución de Disputas Relativas a la Inversión, dependencia del Banco Mundial. Los primeros fallos se esperan para finales de este mes. Pero Kirchner ha dicho que no atenderá ningún fallo contra el gobierno, aun cuando la negativa pueda acarrear sanciones comerciales. Como presidente, ha lanzado en repetidas ocasiones diatribas contra los supuestos adversarios de los intereses argentinos. El Banco Mundial y las compañías extranjeras de servicios podrían convertirse en nuevos y tentadores blancos.
"Su política es de enfrentamiento y de polarización, de plebiscito diario", afirma Jorge Castro, ex secretario de Planeación Estratégica. "Necesita adversarios contra los cuales definirse. No es su temperamento; es una estrategia planeada."
FUENTE: EIU/INFO-E