El colapso energético que se avecina
Los datos publicados por las principales compañías petroleras acerca de su comportamiento del año previo, rara vez generan mucho interés fuera del mundo empresarial. Pero con la elevación perenne en los precios y cuando Big Oil publica ganancias récord, este año es excepcional. Muchos medios de comunicación cubrieron el anuncio de las enormes ganancias de ExxonMobil, la corporación pública más rica de la nación, y de otras grandes firmas. Las entradas de Exxon, relativas a los últimos cuatro meses del año pasado, suman 8 mil 420 millones de dólares, lo que representa el ingreso cuatrimestral más grande jamás visto en empresa estadunidense alguna.
''Esta es la compañía más rentable del mundo'', declaró Nick Raich, director de investigaciones de Zacks Investment Research en Chicago. Pero por más animados que sean los recientes anuncios para mucha gente de Wall Street, contienen también una señal menos auspiciosa. Pese a haber gastado miles de millones de dólares en exploración, las principales empresas energéticas informan de pocos nuevos hallazgos y, como nunca, han estado excavando en lo profundo de las reservas existentes. Si esta tendencia continúa -y hay muchas razones para asumir que seguirá- el mundo se encamina a un aplastamiento energético, severo y prolongado, en un futuro no muy distante.
Para poner esto en perspectiva, tomemos en cuenta que, hasta ahora, la industria petrolera global ha sido capaz de incrementar su producción combinada año tras año, manteniéndose al ritmo de la creciente demanda mundial. Es cierto, ha habido ocasiones en que la demanda ha sobrepasado el abasto, lo que produjo escasez temporal y un aumento en los precios de la gasolina que se vende en las esquinas. Pero la industria siempre ha podido emparejarse de nuevo y satisfacer la insaciable sed mundial de crudo. Esto ha sido posible debido a que las compañías energéticas mantuvieron una constante y exitosa búsqueda de nuevas fuentes de petróleo que complementaran las existencias extraídas de las reservas. Las reservas mundiales conocidas contienen todavía mucho crudo -aproximadamente 1.1 billones de barriles, según las estimaciones de los expertos- pero no pueden satisfacer indefinidamente la creciente demanda global. Así, en ausencia de nuevos descubrimientos importantes, enfrentamos una contracción gradual del abasto petrolero mundial.
Signos de un aplastamiento energético
En este contexto, las siguientes informaciones, hechas públicas en meses recientes, adquieren gran significación.
* ConocoPhillips, la amalgama de Continental Oil y Phillips Petroleum, con sede en Houston, anunció en enero que las nuevas adiciones a sus reservas petroleras de 2004 sumaban únicamente un 60-65 por ciento de todo el crudo producido ese año, lo que entraña un vaciamiento significativo de tales reservas existentes.
* ChevronTexaco, la segunda empresa energética estadunidense después de ExxonMobil, informó también de un desequilibro significativo entre su producción y la restitución de sus reservas petroleras. Aunque no estuvo dispuesto a develar la naturaleza precisa del déficit de la compañía, el ejecutivo en jefe, Dave O'Reilly, dijo a los analistas que espera que su ''tasa entre las reservas de 2004 y la restitución de las mismas, sea baja''.
* Royal Dutch/Shell declaró que el año pasado había sobrestimado sus reservas de crudo y gas natural en 20 por ciento y que recientemente bajaron sus existencias estimadas otro 10 por ciento, lo que hace que su pérdida neta equivalga a 5 mil 300 millones de barriles de crudo. Es aún más preocupante que Shell anunciara en febrero que había podido restituir únicamente 45-55 por ciento del crudo y el gas producidos en 2004, lo que representa una cifra inesperadamente desalentadora.
Estas informaciones y otras semejantes sugieren que las principales compañías petroleras privadas no están pudiendo descubrir nuevas fuentes promisorias de petróleo, justo cuando estalla la demanda por sus productos. Según un estudio reciente publicado por PFC Energy, de Washington, DC, en los últimos 20 años las principales firmas petroleras han estado produciendo y consumiendo el doble del crudo que encuentran. ''En efecto -dice Mike Rodgers, autor del informe- las existencias mundiales de crudo son todavía muy dependientes de las posesiones de antaño, descubiertas durante los tiempos de auge en la exploración''. Es cierto, las vastas reservas de petróleo no explotado fueron descubiertas en aquellos ''tiempos de auge'', casi todas en las décadas de los cincuenta y sesenta. Pero estas reservas, siendo finitas, terminarán por agotarse y, si no se les restituye pronto, dejarán al mundo ante un devastador aplastamiento energético.
La noción de que las existencias del crudo mundial tienen mucha probabilidad de contraerse en los años venideros es impugnada ardientemente por muchos de los analistas del gobierno y la industria, que sostienen que hay muchos enormes yacimientos por descubrir. ''¿Es lo suficientemente grande la base de los recursos [para satisfacer la creciente demanda mundial]?, pensamos que sí'', afirmó en diciembre el presidente de la ExxonMobil, Rex W. Tillerson. Pero otros expertos tienen dudas acerca de esas afirmaciones y señalan las desalentadoras tasas entre las reservas y sus restituciones. ''Ya se nos acabaron los buenos proyectos'', dijo Matt Simmons, director del banco de inversiones petroleras Simmons & Co. International. "No es un problema de dinero... Si estas compañías tuvieran proyectos fantásticos, estarían allá fuera [desarrollando nuevos campos petroleros]''.
Que las principales compañías petroleras no avizoren nuevos yacimientos en los cuales invertir por ahora es algo que queda sugerido en los informes donde se afirma que estas empresas invierten sus colosales ganancias en megafusiones o en programas de recompra de acciones, y no en la exploración o en el desarrollo de yacimientos. Por ejemplo, ExxonMobil gastó 9 mil 950 millones de dólares en comprar sus propias acciones en 2004, mientras ChevronTexaco invirtió 2 mil 500 millones en hacer lo mismo. Entretanto, se dice que varias grandes compañías, incluida ChevronTexaco, le pusieron el ojo como posible adquisición a Unocal Corp., una firma con sede en California. ConocoPhillips anunció recientemente una inversión de 2 mil millones de dólares en Lukoil, el gigante energético ruso. Estos movimientos consumen los fondos que podrían haberse ido a la exploración de nuevos yacimientos -lo cual es otro indicador de las menores expectativas que se tienen en torno a nuevos hallazgos. ''Si tuvieran cosas atractivas en qué invertir, invertirían hasta sus cabezas en ello'', explica el director administrativo de PFC Energy, Gerald Kepes. Pero las grandes oportunidades exploratorias del pasado ''se secaron en gran medida''.
Es cierto, por supuesto, que las grandes firmas privadas en materia de energéticos se ven impedidas de invertir en México, Venezuela y los países del Golfo Pérsico, donde el desarrollo de campos petroleros es prerrogativa exclusiva de las compañías propiedad del Estado. Por tanto, uno de los objetivos principales de la política energética del gobierno de Bush es persuadir o forzar a estos países a que abran sus territorios a la exploración por parte de las firmas estadunidenses -las cuales, se alega, poseen el conocimiento tecnológico avanzado que haría posible el descubrimiento de yacimientos desconocidos. Pero los profesionales de los energéticos que manejan las compañías propiedad de los Estados insisten en que no requieren ayuda externa para buscar crudo y que ya tienen mapeadas las principales posibilidades de sus países. En ellos también hay una disminución pronunciada de los descubrimientos en los últimos diez años.
El declive mundial de los nuevos hallazgos tiene profundas implicaciones para el abasto global de energía y, por extensión, para la economía mundial. Debido al repunte reciente en la demanda de energía en China y otros países que se desarrollan con rapidez, el Departamento de Energía estadunidense (DE) prevé que, para que puedan satisfacerse todas las futuras necesidades energéticas, la producción mundial de crudo debe crecer 50 por ciento entre hoy y el año 2025: de unos 80 millones de barriles debe aumentar a 120 millones de barriles diarios. Siendo éste un salto en la producción global, esos 40 millones de barriles extra, diarios, equivaldrían al consumo diario total del mundo en 1969. Sin embargo, faltando esos nuevos hallazgos, es muy probable que la industrial petrolera mundial no pueda proveer esta energía adicional. Sin nuevos descubrimientos masivos de crudo, los precios subirán, las existencias mermarán y la economía mundial se hundirá en una recesión -o en algo peor.
¿Cuándo ocurrirá el clímax de extracción petrolera?
Qué tan pronto ocurrirá el aplastamiento energético y qué tan severo puede ser son materia de un debate considerable. En gran medida, este debate gira en torno al concepto de ''clímax petrolero'', o producción máxima sostenible diaria. En los cincuenta, un geólogo del petróleo, M. King Hubbert, publicó una serie de ecuaciones que muestran que la extracción de cualquier pozo o reserva de crudo seguirá una curva parabólica en el tiempo. La producción aumenta rápidamente después de la perforación inicial y luego pierde fuerza conforme la extracción alcanza su máximo, su ''clímax'' o ''pico'' -como se le conoce por lo común. Este se alcanza casi siempre cuando se ha extraído la mitad del monto total del petróleo de dicha fuente- después de lo cual la producción cae a una tasa de caída más y más pronunciada. En 1956, y usando estas ecuaciones, Hubbert predijo que la producción de crudo convencional (es decir líquido) en Estados Unidos tendría un pico o clímax a principios de los setenta. Su predicción provocó mucha mofa en esa época, pero le dio gran renombre cuando en efecto la extracción estadunidense llegó a su nivel pico en 1972. Debido a los insuficientes datos que había entonces, Hubbert no pudo aplicar sus ecuaciones a la producción no estadunidense. Sin embargo, él predijo que la producción global -al igual que la estadunidense- alcanzaría eventualmente su nivel pico y después iniciaría su declive irreversible.
Hoy el concepto de nivel pico, o clímax global de crudo, es ampliamente aceptado en el campo energético, pese a que el debate sigue candente en torno a cuándo habrá de ocurrir en los hechos. Aquellos que consideran que las existencias petroleras son abundantes tienden a fijar esa fecha en el futuro, muy fuera de nuestras preocupaciones inmediatas. El DE, por ejemplo, afirma en su International Energy Outlook 2004 (un documento de perspectivas internacionales de energía) que espera que el ''clímax del crudo convencional llegue hacia la mitad, y no al principio, del siglo XXI''. Pero otros analistas no son tan sanguíneos. ''Es mi opinión que el nivel pico ocurrirá a fines de 2005 o en los primeros meses de 2006'', dice el geólogo de Princeton, Kenneth S. Deffeyes, en su nuevo libro, Beyond Oil. Una estimación más conservadora es la de Mike Rodgers, de PFC Energy, que localiza el nivel pico en algún periodo en la vecindad de 2010 y 2015. Si cualquiera de estas predicciones resulta precisa, las existencias globales de crudo nunca podrán trepar lo suficiente como para satisfacer los elevados niveles de consumo proyectados por el DE para 2025 y más allá.
En este asunto crítico la posición que uno asuma depende de la estimación que cada quien haga de cuánto petróleo poseía la Tierra originalmente. Algunos, como Deffeyes, que afirman que el nivel pico llegará pronto, creen que el legado petrolífero sumaba, a grandes rasgos, unos 2 billones de barriles al momento en que comenzó la perforación comercial en 1859. Desde entonces hemos consumido unos 950 mil millones y hoy nos estamos quemando 30 mil millones de barriles al año, lo que nos coloca en el escenario de estar a la mitad de la extracción total del mundo -y como tal el nivel pico de producción se halla a uno o dos años de distancia.
Otros, aquellos que piensan que el nivel pico del crudo está todavía a distancia segura, alegan que el legado petrolífero del mundo era más cercano a los 3 billones de barriles. Esta cifra, más optimista, incluye los 950 mil que ya consumimos, las reservas ''probadas'' que son de 1.15 billones y los yacimientos por descubrir, que se supone añaden otros 900 mil millones de barriles. Esta última cifra, debe decirse, representa el equivalente de todo el crudo conocido en Medio Oriente, Asia y África combinadas.
¿Dónde pueden estar estas reservas gigantes no descubiertas? No es ésta una pregunta inútil, pues las principales compañías petroleras del mundo han tallado el mundo entero durante más de un siglo en busca de nuevas fuentes de abasto -y en años recientes regresan virtualmente con las manos vacías. Es cierto, ha habido algunos hallazgos impresionantes -en el orden de los mil millones de barriles- cerca de la costa occidental de Africa, y se descubrió un yacimiento enorme (el campo de Kashagan, con 10 mil millones de barriles) en el mar Caspio, en Kazajastán.
Los otros descubrimientos recientes han sido relativamente pequeños, y con frecuencia se localizan en aguas profundas en mar abierto o en algunas otras locaciones remotas donde los costos de producción son altos. ''La razón por la que no crecen [las inversiones]'', observa Mike Rodgers, ''es que en muchas regiones del mundo los yacimientos se han vuelto tan pequeños que aunque fuera posible perforar un pozo y lograr una tasa positiva de recuperación, el valor de incremento no significa tanto''. Por supuesto, es concebible que Irak y Arabia Saudita alojen grandes yacimientos que no fueron descubiertos en las primeras barridas. Tal vez pudieran localizarse mediante el uso de avanzada tecnología sísmica, como afirma el gobierno de Bush.
Sin embargo, si juntamos todo lo anterior, ni remotamente se acerca a la escala de descubrimientos requerida para generar 900 mil millones de barriles adicionales de crudo, lo que hace tan significativos los informes recientes de las compañías petroleras. Si las estimaciones más optimistas en torno al petróleo global están en el rango correcto, debiera ser razonable que las compañías más importantes encontraran cada año más crudo del que han estado produciendo, pero es justamente lo opuesto a lo ocurrido en los últimos 20 años. Si esto continúa así, es difícil imaginar que el nivel pico del crudo esté tan lejos en el futuro.
A largo plazo, ya no importará que el nivel pico llegue en 2005, 2010 o 2015, o que el máximo nivel de extracción diaria resulte ser de 90 o 100 millones de barriles. En cualquiera de estos escenarios, la producción global de crudo se nivelará y comenzará a declinar, lo que no podrá empatar la demanda mundial anticipada de 120 millones de barriles diarios para 2025. Es cierto, algo de este déficit puede ser absorbido por el desarrollo acelerado de ''combustibles petrolíferos no convencionales'' -condensados líquidos de la producción de gas natural, combustibles derivados de arenas alquitranadas y de pizarras petrolíferas, líquidos extraídos del carbón y similares- pero es excesivamente costoso producir estos materiales y su manufactura entraña muchos riesgos ambientales como para que sean sustitutos prácticos del crudo convencional.
Aun con una producción mayor de tales sustitutos, la inevitable contracción en las existencias mundiales de petróleo sólo se pospondrá unos cuantos años. Eventualmente, los científicos y los ingenieros podrían desarrollar fuentes totalmente nuevas de energía -por ejemplo, sistemas geotérmicos, de biomasa o con base en el hidrógeno- pero a las tasas actuales de desarrollo, ninguna de estas alternativas estará disponible en la escala suficiente cuando los productos del petróleo comiencen a ser escasos.
Así, aunque en este momento los principales accionistas de Exxon, Chevron y otros gigantes del petróleo se animen, el resto de nosotros quedamos muy perturbados por los informes recientes. Pese a todo el optimismo de Washington, estamos ante una amenaza inescapable y sustancial: la escasez global de energía, que sólo traerá penosas consecuencias para nuestra economía y la del resto del mundo. De hecho, vemos los primeros síntomas hoy, con el aumento de los precios en la gasolinería del vecindario y con la caída perceptible en el gasto de los consumidores.
Esta escasez próxima no puede evadirse con sólo desearlo ni puede borrarse perforando en el refugio nacional ártico de la vida silvestre, que contiene tan poco petróleo que no hace diferencia significativa en las existencias estadunidenses. Sólo un ambicioso programa en materia de conservación de la energía -que entrañe la imposición de estándares mucho más estrictos de eficiencia en los combustibles usados en los automóviles estadunidenses y en los SUVs- y un financiamiento masivo en investigación y desarrollo y luego un despliegue de gran escala de combustibles alternativos, ambientalmente amigables, pueden ofrecer la esperanza de evitar el desastre que de otra manera se avecina.
* Michael T. Klare es profesor de estudios de paz y seguridad mundial en el Hampshire College y autor de Blood and Oil: The Dangers and Consequences of America's Growing Petroleum Dependency (Metropolitan Books).
© 2005, Michael Klare. Publicado originalmente en TomDispatch.com. Se reproduce con permiso del autor.
Traducción: Ramón Vera Herrera