El montaje marca el comienzo de la recta final en la tetralogía de Richard Wagner
Primer ensayo de la grandeza y complejidad que deparará Sigfrido
Refiere ''el tránsito de la ingenuidad a la conciencia mediante el amor'', dice Vela a La Jornada
Comenzará funciones el 17 de abril dentro del Festival de México en el Centro Histórico
La puesta en escena este año de Sigfrido marca el comienzo de la recta final del más ambicioso proyecto operístico emprendido en México, el montaje íntegro de la tetralogía El anillo del Nibelungo, de Richard Wagner.
Este tercer capítulo, en sentido estricto el segundo de esa mítica historia, pues El oro del Rhin hace las veces de prólogo, forma parte del titánico proyecto iniciado en 2003 por el Festival de México en el Centro Histórico, que tiene la finalidad de presentar la saga completa en 2006, a razón de un título por año para, a la postre, escenificarla de manera consecutiva.
La propuesta, en términos de concepción artística, es encabezada por el director escénico mexicano Sergio Vela; mientras que de la dirección concertadora se encarga el italiano Guido Maria Guida.
A menos de un mes del estreno, que se efectuará el 17 de abril en el Palacio de Bellas Artes, el aparatoso despliegue de personal técnico y artístico que se suscitó este miércoles en la sala principal de dicho recinto, en lo que fue el primer ensayo en escenario, dio cuenta de la magnificencia y complejidad de lo que deparará Sigfrido.
Obra difícil de cantar
De acuerdo con Sergio Vela, este tercer título de El anillo del Nibelungo es el más complicado de la tetralogía en términos musicales, pues en cuanto al desarrollo dramático y los aspectos escénicos resulta inclusive un poco menos espectacular.
Es ''una obra muy difícil de cantar", al grado de ser muy cruel para los dos tenores que encarnan a Sigfrido y Mime, señala el director escénico en entrevista con La Jornada.
Entre los trajines y contratiempos propios de cualquier ensayo, menciona que en este capítulo, al igual que en el resto de la saga, el compositor alemán recurrió a los mitos germánicos para expresar sus preocupaciones y opiniones respecto de temas universales, como el poder, la justicia, la riqueza y el amor.
Empero, a diferencia de los dos títulos anteriores, en Sigfrido puede apreciarse que las acciones son más de carácter humano, como parte del proceso paulatino de humanización que se propone a lo largo de esta monumental obra, señala el creador. Hay un desplazamiento del ámbito divino al espacio de lo humano.
Con tal proceso, agrega, ''Wagner comienza a mostrarnos una vertiente de introspección sicológica que anticipa al sicoanalisis de Freud e inclusive de Lacan".
De acuerdo con Vela, el compositor alemán escribió este tercer título con la intención de que se convirtiera en el más popular de la tetralogía, ''pensando que a la gente le atraería mucho este héroe solitario (Sigfrido), el flujo quizá más alegre que hay en la música en relación con las otras partes, en específico con La valquiria", y ''que cuenta con el final más esplendoroso de toda la historia".
Atemporalidad y abstracción
Sin embargo, prosigue Vela, ''Wagner se equivocó. De las cuatro partes de El anillo..., ésta es la más oscura, en términos aparentes; la menos popular, la menos gustada; de la que menos selecciones musicales se ofrecen en salas de concierto".
En su opinión, esa falta de arraigo podría obedecer a que en el transcurso de las cuatro horas 10 minutos que musicalmente tiene la obra, suceden pocos momentos vistosos, acaso el más espectacular sea la aparición de un dragón.
''Las alegorías que se manejan en Sigfrido se refieren al tránsito de la oscuridad a la luz, de la caverna a lo alto de la montaña", resume el director.
''Por otra parte, es el tránsito de la ingenuidad a la conciencia mediante el amor."
La propuesta escénica de Vela se mantiene en este tercer título dentro de los parámetros de atemporalidad y abstracción de las acciones, con base en la estructura de la tragedia griega y el uso de máscaras, plataformas y proyección de video.
Las funciones de Sigfrido serán en el Palacio de Bellas Artes, el 17 de abril a las 17 horas, mismo horario de las que se realizarán el 19, el 21 y el 24 de ese mes.