Usted está aquí: viernes 1 de abril de 2005 Espectáculos RUTA SONORA

RUTA SONORA

Patricia Peñaloza

Beck

Ampliar la imagen El g�eck FOTO Archivo

''YA ESCUCHE LOS 500 clones de los Strokes ... ¡¿no tenemos ya suficiente?!", dice un exasperado Beck al diario The Guardian (18/03/05). Y es que mientras todos están haciendo rockcito retro, el músico californiano Beck Hansen prosigue fiel a sí mismo y a su intención genuinamente artística. "Sólo tenemos 12 notas; es casi imposible que salga algo diferente a lo ya hecho, pero en mis discos siempre he explorado, y trato de, mediante lo existente, hacer algo nuevo, que además indique que hay algo de vida humana en él", dice quien en cada disco ha dado saltos diametrales en géneros e intenciones.

Y ESO ES justo a lo que suena Guero (2005), su sexto disco formal: a que a sus 34 años, la vida le hubiera pasado encima, aplastándolo. Porque aunque de primera oída parece que regresa a las andadas divertidas del glorioso Odelay (1996), o que reunió "todos los Becks que ha sido" (country-punk-hiphop en Mellow Gold , 1994; lo mismo más una sorprendente lluvia de ruiditos en el citado Odelay; electro-funk en Midnite Vultures , 1999; melancólico, orquestal y espacial en Sea Change , 2002), escuchando con detenimiento música yletras, se advierte que es su disco más honesto, pero también el más cáustico y oscuro: imágenes apocalípticas de gran poesía, sentimientos que van de la desolación a la visión propia de la muerte, letras macabras sobre melodías alegres. Lo siniestro se ve desde el diseño: ilustraciones de humanos plastificados, alienados, animalizados (del artista Marcel Dzama ); murciélagos, hombres-topo, lluvia de animales ponzoñosos, preceden a la única foto del músico, quien luce sombrío, borroso. Es inevitable conectar este vuelco de lo gracioso a lo serio (presente desde el triste Sea Change) y de lo personal a lo humanamente existencial, con Radiohead , más en espíritu que en lo musical.

UNOS CREEN QUE Hansen buscó de nuevo la producción de los Dust Brothers ( Mike Simpson y John King ) para repetir el suceso que fue Odelay. Pero parece más una broma de Beck, incluso al volver a usar un título proveniente del caló mexicano (Odelay era "órale"; Guero... pues güero; o sea, él mismo), puesto que aquí, si bien su sencillo Qué onda güero (un divertido hip-hop con trompetas de mariachi y vocablos en español del este de Los Angeles, donde creció Beck) remite a Odelay, en general es otra cosa. Acaso tiene más del Mutations (1998), discazo que pocos recuerdan. Además, el juego de sampleos enloquecidos está controlado: los arreglos, harto cambiantes, están más dirigidos a complacer a cada canción, en cuanto a su contenido lírico, que a echar relajo: es un álbum sobrio, refinado, pero no aburrido; es envolvente y certero en cada tema.

LE ACUSAN DE "repetirse", pero no es así: es la primera vez que se pone tan cáustico; su voz se ha hecho más grave y dramática; aborda al blues, como no hizo antes, para llevarlo a dimensiones contemporáneas. Si algo repite es esa mezcla inusual de sonidos entre géneros. Y si algo emula es un estilo creado por él mismo. ¿Quién sino él tiene derecho a usarlo? Pero eso no importa, pues el peso de Guero está puesto sobre eso que no tienen los grupitos de moda: emociones sinceras, profundas; reflexiones serias, acordes a los tiempos. Dice: "En estos años, dos amigos murieron. Y no te deja de afectar lo que está ocurriendo en el mundo. Es difícil escapar de los sentimientos oscuros, habiendo guerra y... todo eso". Es como si la tristeza no lo dejara en paz, aun en sus momentos más animosos.

ASI, ESTAN LAS aparentemente alegres E-Pro (de letra apocalíptica) y Girl (producida por Nigel Godrich -Radiohead), que habla de matar a esa bella chica de la playa. Un viaje es Missing, que del bossa electrónico pasa a cuerdas orquestales árabes, cuya letra pesadillesca, como en peyote, lleva a un desierto del que no regresará más en todo el disco: paisajes carreteros, llanos pelones y diablos que se aparecen. Dentro de este road-album, sigue Black tambourine: remite en rítmica a los Doors , mientras un pandero se arrastra cual víbora de cascabel. Earthquake weather invita a Money Mark en el órgano: guitarras acústicas en loop y ecos siniestros se diluyen. Una disco se aparece para bailar electro en Hell yes: el vaquero de la armónica irrumpe en la pista. Lo más sombrío viene en la segunda mitad con la tristeza bella de Broken drum y Emergency exit; el Bayou en pleno a lo Canned heat con Scarecrow; el blues de bajeo gordito -cortesía de Jack White , de los White Stripes - de Go it alone, y la depresión expresiva, a lo Leonard Cohen en Farewell ride, una de las más sobrecogedoras: cadenas que se arrastran como en camino fúnebre, y la voz de Beck hecho un Eddie Vedder . Regreso a la ciudad con Rental Car, otro tema impresionante, donde un rock stoner de la guitarra sicodélica logra cuadrar con un clavecín tocando estándares barrocos y una voz femenina haciendo coros alpinos (¿ Frank Zappa ?).

MAS NO SE asusten. Lo interesante de este güero es que a pesar de tanto filo de navajas, la ironía sigue circundándolo, aunque ni él se dé cuenta. Su innato estilo luminoso lo salva. Ya lo dijo él mismo, cuando esta escribiente le preguntó en entrevista qué clase de rock es el que hoy puede seguir conmoviendo: "Se necesitan músicos con el tipo correcto de inteligencia y corazón, poniendo emociones genuinas".

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