Usted está aquí: sábado 2 de abril de 2005 Opinión DESFILADERO

DESFILADERO

Jaime Avilés

Bienvenidos seamos a la historia

Crónica de un día clave en el ombligo de la ciudad

Tareas inmediatas de la desobediencia pacífica

Ampliar la imagen Concentraci�e militantes del PRD en el Z�o capitalino tras la decisi�e la secci�nstructora de la C�ra de Diputados de pasar al pleno el dictamen de desafuero del jefe de Gobierno del Distrito Federal, ayer FOTO: Jos�ntonio L�

A LAS 13:28 horas y minutos de ayer, mi teléfono celular emitió un gemido y sentí una vibración rápida y discreta sobre el muslo de la pierna izquierda. Metí la mano en el bolsillo y saqué el artefacto, en cuya pantallita aún brillaba una luz azul. Acababa de recibir, como quien lea esto sin duda comprenderá, un mensaje.

Lo transcribo textualmente: "Ya está el razonamiento dPRI con2 votos en contra". Era la primera vez en la agotadora y calurosa mañana que mi espía en la sección instructora de la Cámara de Diputados se comunicaba conmigo para avisarme que estaba empezando una nueva etapa en la historia de nuestro país.

Una llamada telefónica me amplió la información: al sentarse con un retraso de 47 minutos después de las 10 de la mañana, que era la hora acordada, los diputados priístas, Rebeca Godínez y Francisco Cuauhtémoc Frías, el panista Alvaro Elías Loredo y el perredista Horacio Duarte Olivares iniciaron una primera ronda de intervenciones, en la que Godínez y Frías adelantaron que votarían por el desafuero de Andrés Manuel López Obrador.

De tal manera se confirmaba la noticia principal de la carátula de La Jornada de ayer, que anticipó sin vacilaciones: "El desafuero va; se impone la línea dura en el PRI". Pero entonces, pasadas las dos de la tarde, mi celular vibró por segunda vez en el día, ahora con una nota de color: "Les están sirviendo comida, van a seguir trabajando sin levantarse de la mesa".

Mientras tanto, en el Zócalo, cientos de personas de la tercera edad se protegían del sol bajo los portales del antiguo palacio del Ayuntamiento, y a la exhortación de los funcionarios de Participación Ciudadana, que les recomendaban regresar a sus domicilios, respondían que no, que allí se iban a quedar hasta que se dijera oficialmente qué iba a pasar con el peje de gobierno.

López Obrador, por su parte, revisaba en un salón anexo a su despacho el discurso que leerá en la Cámara de Diputados el día de la semana próxima (o de la otra a más tardar) en que se consume el golpe de Estado foxista, priísta y panista, es decir, salinista, en su contra. Eran casi las tres de la tarde cuando le avisaron que los tres gorilas de la sección instructora estaban votando en ese momento por la cancelación brutal de la incipiente democracia mexicana.

Afuera, en el Zócalo, cada vez llegaban más personas solitarias o en parejas y tríos, nada de grupos organizados, pura espontaneidad. Pero había mujeres -empleadas del gobierno capitalino, dueñas de información privilegiada- que rompían a llorar en los pasillos del hermoso y vetusto edificio. Harto de ese clima que era una insoportable mezcla de frustración, ansiedad y enojo, crucé la plancha del Zócalo, vi a un muchacho con una banderita del PRD que trotaba delante de un Volkswagen destartalado, y entré en el bochorno de la cantina El Nivel, fundada en 1855, poseedora de la licencia número uno para vender bedidas alcohólicas en esta ciudad. Y juro que ocurrió, exactamente, lo que ahora voy a contar.

San Judas Tadeo

Me estaban sirviendo mi tequila cuando un hombre más bien rubio y a la vez ceniciento, vestido de camisa y pantalón azul, se instaló a mi izquierda en la barra y dijo: "Soy de Los Mochis, Sinaloa, trabajo en la Federal de Caminos y estoy muy borracho". Asentí en silencio y lo escuché pedir un Presidente con soda y Coca-Cola. En dos televisores, arriba de un mueble, cientos de miles de personas congregadas en la plaza de San Pedro, en el Vaticano, ocupaban la mitad de la pantalla, mientras el rostro de Javier Alatorre gesticulaba unido a un teléfono celular en el espacio restante. No se escuchaba sino el sordo bullicio de los bebedores.

De repente el sinaloense le preguntó a un anciano que parecía absorto en la esquina de la barra: "Dígame, por favor, en qué está usted pensando". El viejito volvió a este mundo y pidió que le repitieran la solicitud, que desde luego no había escuchado. Cuando supo qué motivaba la curiosidad del impertinente, respondió así: "Estaba pensando en San Judas Tadeo".

El hombre que bebía a mi derecha aceptó que yo, a mi vez, le preguntara en qué estaba pensando, y contestó con sinceridad y lentitud: "En tres cosas; en lo del Papa, en una mujer que hace mucho no veo y en unos papeles que tengo que recoger al rato". Quise meter mi cuchara. "¿Y no le preocupa el desafuero de López Obrador?", le dije.

"Me preocupa lo del Papa, eso de morirse es muy serio. El desafuero no. Ya todo está arreglado, nomás están mareando a la gente con eso; pero ya se sabe que el próximo presidente es López Obrador", declaró con su invariable parsimonia, mientras el sinaloense empinaba el codo para vaciar un segundo vaso dentro de su aparato digestivo.

Cuando salí a la calle la sección instructora ya había hecho pública su desastrosa decisión y el ambiente en el Zócalo era otro, más cargado, más opaco, más espeso. López Obrador estaba diciendo a los reporteros en el salón de todas las madrugadas: "Esto es un desprecio a la gente, un desprecio a la historia, pero está comenzando una nueva etapa en la vida de este país y surgirá una nueva economía, una nueva política, una nueva legalidad", alcancé a resumir cuando me lo platicaron.

El viento barría suavemente la Plaza de la Constitución. La gente empezaba a llegar en oleadas cada vez más grandes, pero en realidad, bloqueados como estaban los medios electrónicos por la agonía de Juan Pablo II, era ínfimo el porcentaje de la población que ya se había enterado de la canallada cometida en la Cámara por los gorilas del PRIAN.

Poco después de las cinco de la tarde comenzó a visualizarse, a concretarse en imágenes, la reacción organizada de los comités delegacionales del PRD, que aparecieron, en grupos de 200 o 300 personas, cargando mantas y leyendas con los nombres de Iztapalapa o Tláhuac, mientras dos helicópteros de la PGR volaban, uno detrás de otro, en la dirección de las manecillas del reloj.

Una viejita empujaba una silla de ruedas en la que iba un anciano más joven que ella, y lucía un mandil de mezclilla sobre el que había escrito con letras blancas: "Las selecciones (sic) se ganan en las urnas, no en el desafuero". Por la calle de Madero y envueltos en una nube de periodistas, entraron en la plaza los inútiles diputados perredistas de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, encabezados por una retrasada mental que gritaba: "Si hay desafuero, habrá revolución".

Y fue en ese preciso instante cuando intervino Dios, impaciente quizá por la tardanza del Papa. López Obrador se había retirado del antiguo palacio, escoltado por las mujeres que lo cuidan, y mucha gente lo había acompañado trotando junto al Tsuru varias cuadras lejos del Zócalo. Pero entonces un golpe de viento abrió las puertas del famoso balcón por donde asomó ocho veces la mañana del 14 de marzo del año pasado, y ante ese movimiento de las hojas de vidrio y de madera la pequeña multitud de ayer creyó que el Peje se encontraba allá arriba presente, y comenzó a gritarle con fervor al despacho vacío: "¡No estás solo! ¡No estás solo!"

Eran casi las siete de la noche cuando me encerré a escribir las columnas de esta plana, y en el Zócalo atronaban los cohetones, mientras menos de 10 mil personas, entre ciudadanos independientes y militantes del PRD, coreaban el no al desafuero, creando en Vicente Fox, en Marta Sahagún, en Santiago Creel, en Rafael Macedo de la Concha y en Roberto Madrazo -las cinco cabezas visibles del golpe de Estado contra el Gobierno del Distrito Federal- la turbia idea de que a esa reacción espontánea se reducirán las protestas de la ciudadanía.

Resistencias

De acuerdo con todos los cálculos previstos, las organizaciones ciudadanas agrupadas en la coordinadora Lado Izquierdo Opositor (LIO) están invitando a todos sus compañeras y compañeros en el interior del país a empacar su cobija, su plato y su cuchara, y dirigirse a la brevedad posible a esta ciudad capital, en espera del momento en que Andrés Manuel exponga las acciones del plan de resistencia civil que entrará en vigor el minuto en que él así lo ordene.

Hasta el momento, para los viajeros, que ya son esperados con los brazos abiertos, hay dos puntos donde podrán concentrarse a partir del lunes. Uno es en el campamento de las organizaciones ciudadanas de la delegación Venustiano Carranza, que desde el miércoles permanecen a un costado del Palacio Legislativo de San Lázaro y que ayer formaron un contingente de 800 personas para marchar al Zócalo. El otro punto, que todavía no está listo, será la explanada de la Ciudad Universitaria, a espaldas de la casa de López Obrador.

Por su parte, Jesusa Rodríguez abrirá esta noche las puertas de El Hábito para todas aquellas personas que quieran tomarse una cerveza a la salud del Pejelagarto y cooperar con lo que sea su voluntad para el fondo de resistencia que está en la miseria extrema. Esto apenas comienza, México es ya noticia de primera plana en los periódicos del mundo y, sin lugar a dudas, vamos a ganar.

[email protected] // www.plandelos3puntos.org //www.jovenesamlo.com.mx

 
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