Lo que viene
Como siempre, y por lo de siempre, los de todas las misiones por la libertad y la democracia, los que combatieron desde hace décadas en la ciudad contra el autoritarismo priísta, las políticas de austeridad contra los salarios; los defensores de la educación, las garantías individuales y los derechos democráticos; los que pelearon en las calles por la reconstrucción de la ciudad, los del 88, los que enfrentaron al salinismo en la capital y lucharon por el estado 32, los que por convicción denunciaron el corporativismo y el clientelismo, los defensores del voto, los que siempre estuvieron adelante en el momento de la represión y atrás en los puestos y los privilegios, los que han demandado congruencia. Ellos, como siempre, ahí estarán, en el peligro, intentando detener el golpe, aunque en la dirección de ese movimiento haya muy pocos políticos en quienes confiar y a pesar de que, paradójicamente, sea una lucha para llevar al poder a quienes desde el priísmo, el salinismo y el zedillismo persiguieron y combatieron a los que el jueves regresarán a las mismas calles. El coraje y la solidaridad es la fuerza; la dirección es debilidad y una vergüenza.
¿Qué hacer después del Zócalo y tras la votación en San Lázaro? ¿Cómo entrar indignados y cómo salir al final del día? ¿Se detendrá el golpe frente al multitudinario coraje y la combatividad de miles, conducidos por una dirección con más tendencia al trapecismo que a enfrentar adversidades? ¿Qué viene?
Lo que viene todavía será más duro y sorprendente: habrá debilidad interna debido a la intolerancia y el sectarismo, por la falta de disposición a permitir corregir errores e impedir la conducción democrática. Todo esto posibilitará que la fuerza contra el desafuero se transforme en una campaña electoral en la cual serán impuestos los programas y todos los candidatos, pues en la propuesta de Fox habrá desafuero, mas no la inhabilitación de López Obrador como candidato.
Lo que viene internamente es una campaña electoral basada en la separación anticipada del cargo y por ello mismo los objetivos, la "resistencia civil", son imprecisos y confusos, continuidad del pragmatismo. Por eso el noveno congreso del PRD será convertido en convención electoral.
A partir del asunto del desafuero, la vieja oligarquía realizó el pasado viernes un acto de deslinde luego de haber usufructuado en la ciudad todo tipo de negocios inmobiliarios, con la obra pública, con las bendiciones de la jerarquía católica, con las transferencias de recursos a Televisa y Tv Azteca.
Esa vieja oligarquía sin partido (porque está en todos) calcula la capacidad de respuesta e indignación instintiva que será palpable el jueves, pero también tiene calculada a la dirección "civil" y perredista que ha creado López Obrador no para luchar, sino para negociar una candidatura sin ruptura.
Por eso lo que viene también será el cambio de resultados y manipulación de las encuestas desde los medios y por sus propietarios. ¿Cómo revertir esa ofensiva, si los sondeos mediáticos fueron legitimados cuando favorecieron? Lo que viene es un alineamiento de la información, pues los medios de comunicación también van a cerrar filas.
No sorprenderá que se esté pensando desde el PRI y el PAN pasar de la idea del desafuero a la desaparición de poderes en el Distrito Federal y a la disolución de la Asamblea Legislativa, aduciendo ingobernabilidad y conflicto entre poderes, sin inhabilitar al jefe de Gobierno como candidato.
Muchos pensábamos que el PRI tendría sus convenientes para no votar en bloque y empatar la votación de la sección instructora, pero no, actuó su naturaleza, como el alacrán, aunque con ello polarizara y endureciera. El priísmo va por la restauración amparado por Acción Nacional. Arrancó 2006.
El cálculo oligárquico apuesta a imponer el funcionamiento normal de la ciudad y el país, a oponer cotidianidad contra coraje y voluntad. Hoy nos daremos cuenta de la falta de estructuras políticas y sociales que destruyeron el clientelismo, la corrupción y el sectarismo, así como de los errores al pretender hacer una insurrección civil, no desde la política ni las convicciones, sino desde la nómina, las prerrogativas, las dietas y el corporativismo. Hoy la respuesta será más grande, pero los vicios continuarán, ahora estimulados, fortalecidos y legitimados. Lo que viene es la factura por tanto pragmatismo: el rasgamiento de vestiduras ante la crítica, haciendo del desafuero la expiación de todas las inmoralidades.
La única salida que ve la dirección, impuesta y sin legitimidad, es convertir la resistencia civil en campaña electoral apostando todo por López Obrador, dejando vacío y en disputa al Distrito Federal.
El cambio de estrategia de hablar primero en el Zócalo y luego presentarse ante los diputados significa que la última palabra estará en San Lázaro, no en la resistencia civil. Aunque luego regrese a hablar ante la ciudadanía es una señal, un mensaje al otro lado de que acepta ser desaforado, pero ya es candidato... Los viejos buitres de la negociación estarán esperando ese momento.