Usted está aquí: martes 5 de abril de 2005 Economist Intelligence Unit La lucha contra los subsidios

La lucha contra los subsidios

Los países ricos se encuentran bajo presión para suspender sus apoyos financieros al agro. ¿Podrían algunas naciones pobres resentir su cancelación?

Ciertos especialistas critican la pretensión de que eliminar este mecanismo ayudará a los países más pobres y dicen que es una ''peligrosa insensatez'' y una falacia ''perniciosa''

Economist Intelligence Unit /The Economist

Ampliar la imagen Campesino en el corte de ca�e az�en campos de Jalisco. Acabar con los subsidios agr�las en pa�s de la OCDE transferir�dinero de la ciudad al campo, afirman algunos especialistas FOTO La Jornada

Las exportaciones de Burkina Faso, en Africa Occidental, dependen en casi 40% del algodón. Pero los precios no son siempre los que deberían. De acuerdo con el Comité Internacional del Algodón, organismo que asesora a entidades gubernamentales, los precios mundiales habrían resultado casi 26% más altos en el periodo 2001-02, si no hubiera sido por los 4 mil mdd que Estados Unidos dispensa a sus productores de algodón. El cultivo de algodón en Estados Unidos consistió, alguna vez, en separar la fibra de la semilla. Ahora es un método muy conveniente para separar a los contribuyentes estadunidenses de su dinero.

Pronto el botín podría ser menos sustancioso. Este mes, la Organización Mundial de Comercio (OMC) reiteró su fallo que sostiene que tales subsidios distorsionaron el mercado y rebasaron los límites acordados en 1994. El presupuesto de Bush para el año fiscal venidero propone severos cortes a las subvenciones agrícolas. Una promesa de eliminar (con el tiempo) los subsidios a las exportaciones en los países ricos y efectuar un recorte ''sustancial'' a otros apoyos fue vital para revivir, el verano anterior, la ronda de Doha de conversaciones sobre el comercio global. Hubo también acuerdo en que las reclamaciones de Burkina Faso y sus vecinos podrían ser atendidas ''de manera ambiciosa, expedita y específica''.

Pero mientras la ronda avanza, algunos comerciantes independientes están preocupados. Jagdish Bhagwati, economista de la Universidad de Columbia y autor de un libro que apoya la globalización, es uno de ellos. En un reciente artículo de la Revista económica del Lejano Oriente sostuvo que, si bien los subsidios agrícolas son sin duda indeseables, la pretensión de que eliminarlos ayudará a los países más pobres es una ''peligrosa insensatez'' y una falacia ''perniciosa''.

Arvind Panagariya, colega de Bhagwati en la Universidad de Columbia, está de acuerdo 1 . Su argumento se apoya en una observación sorprendente: muchos países pobres son importadores netos de mercancías agrícolas. En 1999, un estudio descubrió que 33 de las 49 naciones más pobres importan más productos agrícolas de los que exportan, y 45 son importadoras netas de alimentos. Los subsidios deprimen el precio de los productos agrícolas en los mercados mundiales. Eso lesiona a los que compiten en la exportación, como Burkina Faso puede testificar, pero beneficia a los importadores.

En la misma lógica, cancelar subsidios podría beneficiar a los exportadores, pero lesionar a los importadores. En una ponencia publicada en 2003 2 , Stephen Tokarick, del Fondo Monetario Internacional, calculó el impacto. Reconoció que si las naciones miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) recortaran sus subsidios (pero conservaran sus tarifas), Brasil y Argentina perderían 559 mdd por año (en dólares de 1997). India se beneficiaría un poco, pero el resto de Surasia dejaría de percibir 164 mdd. Africa subsahariana perdería 420 mdd, mientras Africa del norte y del medio oeste enfrentarían un costo de 2 mil 900 mdd.

El impacto en diversas comunidades dentro de un país es otra cuestión. En un libro reciente 3 , William Cline, del Centro para el Desarrollo Global, organización estadunidense de investigación y análisis, señala que las comunidades pobres tienden a ser rurales, y las comunidades rurales tienden a vender más alimentos de los que consumen. Para ellas un aumento en los precios agrícolas sería una bendición. Quienes deben preocuparse son los pobres de las ciudades, y quizá los gobernantes de las naciones frágiles y pobres que tradicionalmente han luchado por mantener bajos los precios de alimentos. Presionar con dureza a los campesinos es menos riesgoso que provocar el descontento de la gente de la ciudad, que está a tiro de piedra del palacio presidencial. En cambio, poner fin a los subsidios agrícolas en países de la OCDE transferiría dinero de la ciudad al campo.

Si un cambio así puede ser bien acogido, se pregunta Panagariya, ¿por qué esperar a que los países miembros de la OCDE corten subsidios? Las naciones pobres podrían tomar el asunto en sus manos aplicando una tarifa compensatoria a los productos subsidiados, lo cual podría elevar los precios domésticos de los alimentos y beneficiar a las comunidades rurales. Sería también una forma pulcra de aumentar los ingresos a expensas de los países ricos.

Claro que un gravamen de esa naturaleza sólo elevaría los precios agrícolas locales. Cline piensa que más países podrían beneficiarse de un aumento en el precio relativo de los productos agrícolas en el mercado mundial. Argumenta que muchas naciones pobres tienen una ventaja comparativa originaria en productos del campo. Sí, tienden a ser importadores netos de alimentos, pero ése es un dato engañoso. Debido a la importante ayuda financiera que reciben, tienden a ser importadores netos de todo.

El privilegio es mío

Panagariya objeta de nuevo. Señala que muchos países pobres disfrutan de acceso privilegiado a los mercados protegidos de la Unión Europea. Ahí obtienen precios más altos para sus exportaciones de los que pudieran encontrar en el mercado abierto.

Los productores de azúcar de Islas Mauricio, por ejemplo, a pesar de las excesivas barreras de importación estadunidenses, venden su producto en tres veces su valor de mercado. Según algunas estimaciones, casi 30% de los ingresos por exportación de la isla se deben a las preferencias que la Unión Europea le confiere. Pero estos privilegios no son gratuitos: el Banco Mundial reconoce que cada dólar que obtiene un país como Islas Mauricio cuesta seis a la Unión Europea y a EU. Como programa de apoyo no es formidablemente eficaz.

La paradoja de la ronda de Doha es que los miembros que con más vigor han luchado para mantener los subsidios, como Estados Unidos, son los que más ganarían con su abolición. Por otra parte, los países pobres ganarían más con un recorte en las tarifas. De acuerdo con Tokarick, abolir las tarifas agrícolas en los países ricos podría generar 12 mil 500 mdd a los países pobres y sin que haya perdedores regionales. Si ellos también liberaran su mercado agrícola, podrían cosechar otros 21 mil 400 mdd.

El tema de los subsidios estadunidenses al algodón debe ser atendido de manera ''ambiciosa, expedita y específica'', resolvió la OMC el pasado verano. Pero es necesario convocar iguales ambición y rapidez en la lucha contra las tarifas.

1 "Agricultural liberalisation and the developing countries: debunking the fallacies (Liberalización agrícola y los países en desarrollo: derribando las falacias". Puede consultarse en http://www.columbia.edu/~ap2231/

2 "Measuring the impact of distortions in agricultural trade in partial and general equilibrium (Medición del impacto las distorsiones del mercado agrícola en el equilibrio parcial y general." Documento de trabajo 03/110 del FMI

3 "Trade Policy and Global Poverty (Políticas de Mercado y pobreza global)." Centro para el Desarrollo Global e Instituto para la Economía Internacional, 2004.

FUENTE EIU/INFO-E

 
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