Tiempo de duelo
Ufano, investido por la ropa presidencial y con la solidaridad de Marta y del PRI, Vicente Fox aseguró desde Roma que "México 'dio un ejemplo al mundo' desde San Lázaro". Fox tiene razón: desde las entrañas más recónditas de su partido, y con la anuencia del PRI, el gobierno del cambio atestó un inmenso golpe a la incipiente democracia de nuestro país.
Imposible no sentir encono y pena por las palabras de nuestro máximo dirigente ante el cúmulo de opiniones en su contra, fuera y dentro del país. La prensa y los inversionistas extranjeros han reaccionado acremente contra el desafuero. Mientras la primera considera que el desafuero es una acción burda, decimonónica y grosera que emula los peores tiempos del PRI, los segundos piensan que la probable inestabilidad que siga al desafuero desalentará los deseos de invertir en México.
Si la suma es mala -probable inestabilidad social y económica-, peor es la miopía de Fox y de quienes resulten responsables. Y peor aún la sensación de impotencia y de incredulidad de los ciudadanos de a pie, de los que no somos devotos de ningún partido, pero que vemos en el grupo responsable del desafuero un acto de poder bárbaro, grotesco e inaceptable. No hay duda: el desafuero sumerge a nuestra nación en los pozos más bajos de la antidemocracia y de la falta de justicia.
El problema no es ni siquiera si se está a favor o no de Andrés Manuel López Obrador. El brete es más profundo. No se debe aceptar que la razón sea vilipendiada tan grotescamente ni tolerar que la inmensa mayoría de los diputados vote en bloque y no con la cabeza, vote contra López Obrador y no a favor de México. Tampoco se deben consentir los nefandos y canallas anuncios por radio y televisión de la Secretaría de Gobernación, que, con bellas palabras, exaltan el valor de la justicia. Se trata, asimismo, de manifestarse en contra de la sesgada cobertura de la televisión y de la radio el día del desafuero. Se trata, también, de denunciar la brutal falta de inteligencia y de cálculo de los señores presidentes y de sus correligionarios del PRI y del PAN, que no fueron capaces de leer los entresijos de la historia ni de detenerse a pensar cómo un contrincante puede convertirse en héroe, ni de cómo la injusticia puede encender las llamas de la pobreza.
Es evidente que la torpeza de quienes nos gobiernan carece de fronteras. Es también claro que por encima de la razón, del juicio de la historia y de las opiniones extranjeras, están sus intereses y no los del país ni los de los habitantes que después de siete largas décadas depositaron en Fox su confianza para construir un México mejor. Un México donde las calamidades del PRI quedaran sepultadas.
Si no fuese porque estamos acostumbrados a los decires de nuestro Presidente, uno pensaría que la prensa transcribió mal su mensaje. Si no fuese porque sabemos que Fox lee a Borgues; porque oímos que en 15 minutos arreglaría el problema de Chiapas; porque decreta día de duelo nacional por la muerte del Papa, y porque viaja al Vaticano al sepelio de Juan Pablo II cuando en su país se lleva a cabo una de las votaciones más siniestras de la historia reciente, pensaríamos que sus palabras, "México 'dio un ejemplo al mundo' en San Lázaro", fueron tan sólo un lapsus y no una realidad.
El ejemplo del que habla Fox tiene otras lecturas: insensatez, políticas baratas, conductas decimonónicas, desprecio por la opinión pública. Basta escuchar la algarabía de los diputados del PRI y del PAN tras el desafuero para entender el ejemplo al que se refirió el Presidente.
El acto contra López Obrador es un acto contra México. Los enredos de nuestra putrefacta política impiden distinguir si el alcalde del Distrito Federal violó o no la ley. Impiden calificar si fue poco, regular o mucho el desacato de López Obrador al invadir terrenos ajenos. Lo que es, en cambio, innegable, como señalan semanarios europeos, es que errores semejantes se cometen continuamente en ese continente por políticos prominentes sin mayores consecuencias. Y lo que es más cierto es que antes de AMLO incontables jerarcas violentaron la ley y se burlaron de la justicia mil veces más. El desafuero es un acto de barbarie. Era menester contar con un Presidente y con un grupo de diputados como los actuales para sepultar las voces de la razón y de la justicia.