POESIA PARA LLEVAR
Dos jóvenes
ESTIVAL ES EL poema que abre el libro Corazoncito, de Inti García Santamaría, joven defeño de 21 o 22 años, no lo sé, y del cual citaremos un buen fragmento, casi la mitad. Va:
''HABLAME DE LAS horas que perdimos/ en qué pisada de talco frente al ortopedista/ quién miró ningún pájaro en la ventana/ cómo desapareció el silbido inconstante/ entre las hojas de cuál lluvia/ porque diario llovía y diario cantaba/ donde el mismo lugar otra figura de yeso/ dame otra firma/ háblame de las horas que perdimos/ sin retorno posible aunque nuestras manos enciendan/ otra vez mecheros de Bunsen sobre las mesas del laboratorio/ aunque la consola de la escuela entone La Bikina/ porque ninguna carta guarda la voz que descubrimos/ y aquel volumen de la revista que publicó/ tu retrato resulta inconseguible/ porque habrás olvidado las tres líneas/ de lo que tú llamaste mi primer poema/ hoy comprendes..."
ESTA ESPECIE DE elegía precoz, de elegía se diría sin sufrimiento, casi gozosa en su decirse, alegre, que bien concluye con el muy sencillo verso: ''no es posible traducir tu lenguaje sin traición...", este desbordamiento contenido, vigilante, casi artero en su fluir sin detenerse -pues que ''termina" en puntos suspensivos, me sorprendió inesperadamente (y eso que dos personas de mis aprecios me habían advertido de la bondad o calidad del poeta). Pero tiene otros tonos, otros rumbos, otros registros. Consignemos nomás uno, siguiendo con la contención, acá ciertamente acusada, que no sólo no desdeña sino que aprovecha la unión de nostalgia, elementalidad y humor. Dos ejemplos, el primero inteligentemente puesto en la contraportada por Compañía, los editores: ''nos sentamos juntos en la calle// una palmera seca// mira// unas monjas// y la belleza y el viento/ en el árbol que tira/ flores miniatura// muy lejos de cualquier poema". Y Reserva de la biosfera: ''Tucanes vivos/ sin necesidad de ser/ vicepresidentes de nada".
TAMBIEN DE 21 o 22 años, sólo sé que acaba de cumplir los, el michoacano Jorge Daniel Salas Mier, o más llanamente Jorge Salas, como le gusta ser nombrado, publicó en diciembre pasado (Tortillería Editorial) dos cuadernitos: SanIsidro y Vaca. He aquí fragmentos de los poemas segundo y cuarto del primero: ''Aquí en SanIsidro/ el tiempo se detiene/ sólo para que nosotros nos amemos/ y nosotros// aprovechamos". Y ''Cuando te vas/ la lluvia de siempre es más triste// y Charlie Parker// es más grande". Y del mismo cuaderno, las piernas: ''las piernas no son lo que son// las piernas son lo que esconden// son el secreto/ abajo/ del secreto".
CINCO VERSOS DEL poema voy a morir, de Vaca (o vaca, según aparece el título): ''Voy a morir, repite en el espejo/ el gnomo que me habita entre las barbas./ Yo soy la noche que te ciñe el pecho/ te dice al desnudarse/ mi sombra en tu pared". Y para concluir la casi segunda mitad de capulinero, texto que sobre todo al final (y es el final de la plaquette) recuerda (¿extrañamente?) las viejas canciones castellanas: ''¡ay capulinero!// cuídame los ojos// (para ver la luz/ estrella de la mañana)// ¡ay capulinero!/ cuídame la vida".