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Ampliar la imagen Un nuevo voto acusador hacia el gobierno de Cuba promovido por Estados Unidos se dio ayer en Ginebra, sede de la Comisi�e Derechos Humanos de la ONU. En la imagen, Fidel Castro en un cartel en calles de La Habana FOTO Reuters
Una de las definiciones más cínicas de la diplomacia es la que dice que el diplomático es un funcionario pagado para mentir en nombre de su gobierno. La aseveración es verdadera en función directamente proporcional a la dimensión de la potencia de que se trata. Hay veces que los diplomáticos mienten en defensa de los intereses del Estado que representan, aun cuando esos intereses no sean muy presentables. Más grave es cuando miente por intereses que no son los del Estado, y peor aún, cuando ni siquiera son los del gobierno, sino los propios, los personales del diplomático de marras. Por ahí está la vena que debemos seguir para explicarnos lo ocurrido ayer en el Palacio de las Naciones en Ginebra: México votó nuevamente en contra de Cuba y en favor de Estados Unidos.
Para mejor comprender la importancia del asunto es necesario recapitular: A partir del colapso del socialismo europeo, específicamente de la Unión Soviética, el gobierno de Estados Unidos inició una ofensiva diplomática contra Cuba presentando a la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas un proyecto de resolución que, alegando un pobre desempeño de Cuba en materia de derechos humanos, propone una condena del gobierno revolucionario. Para algunas personas y hasta para algunos gobiernos se considera que una resolución condenatoria de la CDH no es algo que deba quitarle el sueño a nadie, porque en realidad tiene poca efectividad práctica. Para Cuba es diferente. La intención atrás del proyecto es minar el fundamento moral de la revolución que es el pilar en el que descansa después de la desaparición de sus antiguos aliados socialistas. Por su parte, Cuba contraatacó promoviendo, en el seno de la Asamblea General de Naciones Unidas, un proyecto de resolución que condena el bloqueo a que la ha sometido Estados Unidos desde los inicios de la revolución. Se trata entonces de una batalla diplomática en Naciones Unidas, de larga duración y que lleva una tendencia: La resolución contra el bloqueo tiene cada vez más apoyo y la condena en la CDH es cada vez más débil en su texto, aunque en la isla se ha dicho que de esa Comisión no aceptará ni siquiera una hoja en blanco que diga la palabra Cuba.
Durante más de 10 años México sostuvo una posición ecléctica que fundamentaba en el hecho de que la CDH no estaba siendo usada para velar por los derechos humanos del pueblo cubano, sino que se había viciado y se había transformado en un foro en el que se dirime el diferendo entre Estados Unidos y Cuba. Esa posición, sostenida por más de un decenio, era bien asimilada en la relación entre Estados Unidos y México, lo que demuestra que es perfectamente posible ejercer una diplomacia independiente en este y en cualquier tema.
Ya en esta administración México cambió de posición y adoptó una obsecuente hacia Estados Unidos que pretendió fundamentar en un compromiso toral con los derechos humanos y la democracia. Aunque el hecho de que ese compromiso apuntaba más hacia fuera que hacia adentro hacía sospechar de su seriedad, la realidad ha venido a demostrar (en Ciudad Juárez o en la cuestión del desafuero) que el compromiso no era sólido.
El año pasado, en medio de todo esta larga cadena de despropósitos que ha sido la política oficial en torno a la posibilidad de que Andrés Manuel López Obrador pueda aparecer como candidato en las boleta electoral de 2006, se dio el vergonzoso caso de los videos de Bejarano y Ahumada. Fugitivo, el segundo apareció, de todos los lugares del mundo, en La Habana, y la procuraduría inició un trámite de extradición con la sospechosa y ya característica lentitud de la PGR. El gobierno cubano detuvo a Ahumada y, después de interrogarlo por unos días, decidió deportarlo a México sin esperar la conclusión de los trámites de extradición. Conscientemente o no, con ello impidió que el fugitivo pudiera beneficiarse de ese truco de abogados que se ha dado en llamar "extradición en reversa" que permite al extraditable volver a su país con la garantía de que no será juzgado por más delitos que aquellos por los que fue extraditado. La deportación tomó por sorpresa a la PGR y la manifestación del gobierno cubano de que se trataba de un asunto político provocó su indignación. Las cosas habían coincidido con el voto en Ginebra y, el presidente cubano, dijo en su discurso tradicional del 1° de mayo que con ese voto México había hecho cenizas su política exterior. Ante el conjunto de las dos cuestiones México reaccionó con iracundia sólo vista en la Cámara de Diputados. Los secretarios de Relaciones Exteriores y de Gobernación aparecieron en la televisión y anunciaron la decisión del gobierno de México de expulsar al embajador de Cuba, llamar a la embajadora de México, rebajar las relaciones al nivel de encargados de negocios y declarar persona non grata al consejero político de la embajada de Cuba.
La reacción de la isla incluyó una conferencia de prensa del canciller cubano que fue atendido por un nutrido pelotón de periodistas mexicanos y tras una larga y detallada explicación de los acontecimientos, se exhibió un pequeño trozo de las declaraciones que había hecho Ahumada en las que dice: "...ellos me prometieron protección y dinero, y estoy en la cárcel y no he recibido dinero".
Pronto se empezaron a ver señales de posibles acercamientos; primero un contacto durante una conferencia, después una visita del canciller mexicano a Cuba y finalmente el anuncio del regreso de los embajadores a sus adscripciones. No hubo explicaciones acerca de lo acordado, ni de los términos de la reconciliación. Tampoco se habló de qué había sucedido con los dos asuntos de fondo que habían provocado el altercado: el voto en Ginebra y las declaraciones de Ahumada.
Las relaciones continuaron tensas y aparentemente calmas, pero todos los que siguen el asunto sabían que la letra capitular del siguiente episodio sería la "G" de Ginebra.
En tanto ocurrió que el canciller de México anunció sus pretensiones de ser candidato a la presidencia de la república por su partido, el PAN, y en caso de que eso no fuera posible, se conformaría con serlo para ocupar el puesto de jefe de gobierno de la ciudad de México. Se publicaron planas pagadas en periódicos, se promovieron entrevistas televisadas en horarios de alto rating y se celebraron actos de masas (pocas) con correligionarios panistas. Simultáneamente, el secretario general de la OEA, electo apenas un trimestre antes, tuvo que enfrentar una acusación de corrupción en su país, Costa Rica, del que había sido presidente, y no tuvo más remedio que renunciar a su nuevo cargo. Por su propia percepción o porque su partido lo desengañó el canciller comprendió que sus aspiraciones no eran realistas y decidió abandonarlas, no sin haber notado que había una interesante (para él) vacante como funcionario internacional en Washington, la hermosa ciudad donde tantos años ha pasado. Le planteó al presidente Fox sus aspiraciones y éste aceptó presentar su candidatura para ocupar la secretaría general de la OEA. Como nunca consideraron la política exterior mexicana, aquella por la que se indignaron cuando se les dijo que la habían hecho pedazos, pensaron en el puesto simplemente como en una vacante internacional al alcance y un medio para dar un masaje al maltrecho ego del decepcionado y novato político. La postulación fue anunciada como una candidatura de Estado, lo que quiere decir que estaba en los planes y proyectos de la cancillería. Eso se contradice con la repentina decisión de no buscar la presidencia y el aprovechamiento de la accidental vacante en la OEA. No se consideró que durante más de medio siglo México mantuvo una firme posición defensiva en la OEA, el aparato desde el cual Estados Unidos conduce su política hacia Latinoamérica, en la que no buscó ese puesto, por demás menor ante el puesto de canciller de México. No hay, pues, tal candidatura de Estado.
Todo indicaba que la elección del nuevo secretario general sería antes que el voto en la CDH, pero el deceso del Papa Juan Pablo II y las consecuentes ceremonias en el Vaticano retrasaron la Asamblea Extraordinaria que, cuando finalmente se celebró, no produjo un secretario general para la OEA y debe reiniciarse el próximo 2 de mayo. Al día siguiente del discurso del comandante en ocasión del día trabajo. Sin embargo, de la Asamblea Extraordinaria surgió el candidato mexicano como el favorito de Estados Unidos, lo que no es poca cosa.
Tan largo expediente no termina aquí. Falta la elección y falta la reacción cubana de la que ya hay un adelanto: En la página de Internet de la cancillería aparece hoy mismo una relación de lo que fue la votación en Ginebra. En ella hay un apartado para México bajo el subtítulo "Cantinfleo1 Mexicano" en el que hay seis puntos. De ellos dos resultan especialmente significativos y que auguran que la epopeya tendrá seguimiento: El primero dice: "Bajo la presión de Estados Unidos el gobierno de México ha roto los compromisos adoptados previamente a diferentes niveles." Y el segundo: "La consecuencia de la actitud de México es que reabre la confrontación y demuestra que el gobierno de ese país no honró los acuerdos con Cuba.
¿Cuáles acuerdos fueron esos? ¿Por qué no se nos informaron? Pronto lo sabremos. Mientras tanto, si anda usted buscando un auto usado mire bien a quién se lo compra.
1 El diccionario de la Real Academia le da al término el significado de "Hablar de forma disparatada e incongruente y sin decir nada."