El combo cubano puso a bailar a los asistentes con su son
Cuatro horas de despedida del Buena Vista en el Auditorio Nacional
Ampliar la imagen Pio Leyva, Omara Portuondo y Eliades Ochoa, durante la presentaci�el Buena Vista Social Club en el Auditorio Nacional FOTO Ocesa
Fue un largo adiós, una despedida de cuatro horas de candela pura, de ritmo frenético, pero con armonía. Fue la última noche juntos de las glorias vivientes, de los músicos del Buena Vista Social Club, que ofrecieron un concierto en el que su majestad el son se sintió con toda su expresión artística.
A las ocho y media de la noche comenzó el recital en el Auditorio Nacional, lleno hasta el tope. "Guantanamera, yo canto en el llano... Guantanamera... Guantanamera...". Y 10 mil almas presas de la pura sabrosura seguían el ritmo con los pies, con las manos, agitándose en sus asientos.
En el fondo del escenario se proyectaron dos sombreros como los que usaba Compay Segundo, uno de los ausentes del grupo original, fallecido bajo el nombre de Francisco Repilado. También se rememoraba a Rubén González, el pianista fino, maestro de los cubanos que quieren en la isla tocar como él, con su maestría.
¡Vamos, conga! ¡Bohío! Para Vigo me voy. Todos aplauden ante ese sonido que brota de las manos, de la fuerza de los pulmones. El tiempo está del lado de los artistas. Son Omara Portuondo, Guajiro Mirabal, Cachaíto López, Eliades Ochoa, Pío Leyva, Barbarito Torres, Robertico Fonseca al piano y la Orquesta de Compay Segundo.
Todos juntos en un anunciado último concierto como Buena Vista Social Club. El tiempo está de su lado y de su experiencia, de dominar un instrumento a un nivel único. Es el sol y la palmera, un calor a plomo que cae sobre la piel, tostándola, dorándola. El calor abochorna en la isla y bailando se suda más.
En algunas piezas, Cachaíto López, presentado como "gloria de la música cubana", lo cual puede ser aplicado a todos los demás, toca el contrabajo sin mover un solo músculo facial. Es serio y su concentración está al máximo. Omara, de quien se oye decir que es "una cosita así, con un corazón así". Este último ''así'' con los brazos abiertos al máximo. Luce un vestido azul cielo con unos adornos plateados al frente. Y un chongo que resalta sus bellos ojos.
Barbarito Torres con su instrumento que unos llaman "guitarrita". Es un laúd. Y el Guajiro Mirabal se luce con sus altos tonos en la trompeta.
Vuelve a oírse Guantanamera... "Gozamos los dos al son del tiple y el güiro". Una muchacha de buen ver no puede más y se levanta de su asiento para bailar de acuerdo con su sapiencia. Nadie sabe la potencia de un cuerpo, dijo el filósofo, y esa muchacha tenía guardada esa cualidad. Varios le reclamaron por haberse parado y le exigieron sentarse. Los mandó a volar y siguió bailando.
Canta Omara Hermosa habana, canción que hace a otros cientos lustrar el piso. Uno agarra a su pareja de la cintura, y a darle. Un cha cha chá. El reloj de pastora. Omara interpreta con cadencia, como si su voz mimetizara el ir y venir de las olas del mar. Habana... Habana... Habana...bella es mi Habana. Omara suelta de su potente voz un largo Ha-ba-na. Aún sopla el viento a favor.
El joven vocalista Carlos Manuel Calunga se da el lujo de probar su garganta con los maestros viejos del Buena Vista. ¡Viva Cuba! ¡Viva Cuba!, gritan algunos desde diversos puntos del foro. "En la puerta de tu casa sentí que se me paraba... el reloj". El reloj de Pastora es un dechado de ritmo. Y otros cientos se levantan para unirse al baile. Ya la muchacha del buen ver es rodeada por émulos del paso y contrapaso.
Me boté de guano llega para el lucimiento de Roberto Fonseca, convertido en un pulpo. Aplausos. Hace acto de presencia el vital Pío Leyva. Se lleva el más largo aplauso hasta ese momento de la noche. Ssssh, ssssh, onomatopeyas de Pío. Camina lento y lanza un "¡Viva México! ¡Qué lindo desde tu distrito hasta La Habana, y por sus lindas mujeres!".
Dijo: "Yo quiero recordar para los padres, los tíos, los abuelos. ¿Me lo permiten?". Y comenzó a cantar Solamente una vez, de Agustín Lara. Se va con Mentiroso, pero el público quería más. Se fue, se lo llevaron.
Ahora, Eliades Ochoa, de Santiago de Cuba, quien se dice feliz porque su equipo de béisbol ha resultado el campeón. Es el sonero del sombrero. "¡Gracias, familia grande!". Estoy como nunca y El carretero subieron la temperatura, el calor, las ganas de bailar. ¡Ah! Píntante los labios, María, fue el acabose. Se va con la misión cumplida.
Otro momento solemne: en las pantallas se proyectan imágenes de Rubén González. Entra Omara e interpreta Dos gardenias, en homenaje a Ibrahim Ferrer, quien no pudo asistir por motivos de salud. De Lara, Portuondo regala Amor de mis amores. Sigue con Veinte años. A las 23:35 se escucha Bésame mucho, en recuerdo de Consuelo Velásquez.
Vienen los ¡otra!, ¡otra!, ¡otra! Sobreviene el reconocimiento a Compay Segundo. Chan Chan. La banda en pleno se despide con Candela. El Auditorio Nacional es un gran salón de baile a las 12 de la noche. El adiós del Buena Vista Social Club fue largo, tanto como el deseo de que sea mentira y sólo sea una estrategia de mercadotecnia.